¿San Álvaro o san Juan Manuel? ¿Cuál de los dos es más?

Meditando sobre la extraña conducta de Juan Manuel Santos

Haber sido Ministro de la Defensa de Uribe, procedente del sector civil, más siendo de la godarria colombiana, son motivos para desconfiar de alguien. ¿Acaso un individuo con los antecedentes de Álvaro Uribe, es susceptible de llevar a un cargo de esa naturaleza, dentro del cuadro político del vecino país, así como así, por descuido, a alguien de quien se pudiera esperar un cambio radical a favor de la paz y los intereses del pueblo colombiano, sobre todo de los campesinos, los perseguidos y acosados?

Esa pregunta me le vengo haciendo desde el mismo momento que Santos se reunió con Chávez en Santa Marta y acordaron recomponer lo que Uribe había destrozado. Los bombardeos por los lados de Sucumbíos, en territorio ecuatoriano, donde murió Raúl Reyes y de paso se violentó la soberanía del país de Rafael Correa, fueron ordenados y supervisados por Juan Manuel Santos, quien después de los hechos exhibía su sonrisa sardónica, como burlándose de todo el mundo.

Lo de Santa Marta lo entendimos, como resultado de la presión que grupos económicos, sobre todo industriales, del lado colombiano, ejercieron sobre su gobierno para que normalizase las relaciones económicas, casi estancadas por la soberbia y descarada provocación de Uribe, que les estaban llevando a una situación penosa.

Aquella frase que el presidente Chávez atribuyó a Santos, “No permitamos que nadie nos descarrile”, la aceptamos como buena porque no había razones para rechazarla y nos embargaba el deseo que las cosas funcionasen mejor que como lo habían hecho con Uribe. Pero aun así, nació en nosotros la duda. O mejor, emergió a la superficie algo que allí estaba, esperando motivos. ¿Puede este hombre, con sus antecedentes, su discurso de campaña antichavista y anti venezolana, vinculado estrechamente a la oligarquía colombiana o mejor formando parte de ella, lo que es lo mismo que representar los interés gringos, dar un cambio de tal magnitud de manera sincera y con fines duraderos?

Los acontecimientos continuaron su marcha y se nos vino encima, cuando menos lo esperábamos, el acercamiento entre la guerrilla y el gobierno de Santos, para iniciar conversaciones en la búsqueda de la paz.

Esta iniciativa, asumida también por el gobierno de Bogotá, pese a su disposición a mantener las 7 bases militares gringas, de las cuales no se piensa hablar, que uno sepa, en la ronda de conversaciones, y la negativa del mismo a establecer un acuerdo de cese al fuego, propuesto por la guerrilla, la tomamos como buena. “Por algo se empieza”, nos dijimos más por la buena fe que nos embarga, que por convicción o creencia en la actitud de Santos.

Pensábamos, partiendo de un análisis elemental, que de las primeras cosas a discutir sería el asunto de la tierra. En eso acertamos y nos sorprendimos, que se hubiese llegado a acuerdos sobre ese álgido tema con tanta prontitud.

Eso volvió a prendernos las alarmas y preguntarnos con insistencia ¿qué buscan Juan Manuel Santos y quienes detrás de él andan? Porque seguíamos negándonos a creer que fuese un acto de contrición y arrepentimiento por conductas pasadas.

De repente, cuando uno menos se lo esperaba y habiendo asistido a la toma de posesión de Maduro, Santos retorna al Chuky y recibe a quien fuese el candidato derrotado de la oposición venezolana. Pero no se quedó a allí. Apenas horas de haberse anunciado un acuerdo transcendente y para nosotros muy difícil en las conversaciones de la Habana, anuncia su voluntad de pedir ingreso en la OTAN que terminó en un “acuerdo de cooperación mutua”.

¿Para qué hizo eso, aparte del interés de estar en buenas migas con la organización belicista para fines ulteriores?

Pienso en una toma de posición y firma de un convenio para “sumar experiencias y jugar un importante rol internacional en el área defensiva”, como han explicado de Bogotá, para dejar sentado que tal proceder guerrerista y por tal peligroso, no será sujeto de objeción posterior de la guerrilla.

Un tómalo o déjalo, rompan las conversaciones y les denunciaremos como belicistas e insinceros, parece ser la estrategia de Santos.

A esta altura uno se pregunta. ¿Para qué quiere Colombia, ese tratado con la OTAN, estando a punto de alcanzar un acuerdo interno de Paz y subsistiendo condiciones casi fraternales entre los pueblos de América Latina sobre todo del Sur?

Aparte de lo que ya Santos dijo, su Ministro de la Defensa ha alegado que sirve para prepararse ante posibles agresiones trasnacionales. ¿Cuáles son esas? ¿Tal temor no puede encarrilarse dentro del CELAC y las instancias nuestras?

Estos acontecimientos, permiten comprender que no son resultados de conductas irracionales, reacciones incontroladas, como dijese el embajador Roy Chaderton, por supuesto, en su rol de diplomático cuidadoso, sino que dan indicios de lo que podrían ser los verdaderos planes de Santos. Ahora sí, los hechos se nos hacen racionales.

Como dijimos en artículo anterior, la paz que Santos anhela para Colombia en lo interno, pudiera servirle para prepararse no para defenderse de agresiones trasnacionales, sino para emprender el rol de agresor. Para ello contaría con la paz interna, los exguerrilleros desarmados, bajo control, las siete (7) bases gringas ya instaladas, las que pudieran venir y “el acuerdo de cooperación mutua” con la OTAN. Si faltaba la guinda, esta podría ser la compra de aviones de combate por parte de venezolanos, que ha denunciado José Vicente Rangel, los cuales según el denunciante serían entregados, atendiendo a las coordenadas, en una de las bases gringas en Colombia.

Este último cuadro si es de verdad racional y acorde con la naturaleza de Chuky.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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