Los islamistas y el derecho a decidir

En el centro de la profundización de la crisis política que afecta  hoy a la República Arabe de Egipto se encuentra el Derecho de los Pueblos a Decidir el proyecto de país que desean construir conforme a sus tradiciones, culturas e intereses, lo cual choca en ese país y muchos países que han sufrido en los últimos siglos tres siglos de la opresión colonial y neocolonial, con la férrea resistencias  de las élites políticas, económicas, militares y religiosas culturalmente asimiladas al mundo occidental y  beneficiarias del viejo poder pos-colonial, quienes siguen sosteniendo alianzas  subalternas  con el imperialismo y las viejas potencias colonialistas.

Aunque es evidente que las viejas potencias derrotadas por la guerra anticolonial y las pactantes de acuerdos cuasi-soberanos con las élites nativas formadas por ellos mismos, son instigadores y financiadores de no pocas aventuras separatistas e insurrecionales de las guerras endémicas en el Africa y  Asia, especialmente,  no es posible negar que la fuente de tales conflictos son herencias del opresivo sistema de castas y elites coloniales creadas o reforzadas por los colonialistas con el fin de asegurar la continuidad de sus lucrativos negocios mineros, petroleros y agrícolas y espacios de navegación y estación de unidades militares de control e intervención en zonas geoestratégicas como el Mediterráneo, el Golfo de Adén, el Golfo Pérsico, el Cáucaso, Las Filipinas, el Canal de Suez y el mismo Mar Caribe y su acceso al Océano Pacífico, a través del Canal de Panamá; todo lo cual impide un reordenamiento consensuado entre las distintos grupos étnico-nacionales que reclaman, legítimamente, que los actuales Estados reconozcan y expresen esa pluralidad y, conforme a ello, se construya una sociedad inclusiva, igualitaria y democrática que recupere el hilo histórico de tales grupos y afirme la identidad plural del nuevo Estado; cosa que no ha sucedido en la mayoría de los procesos pos-coloniales conocidos.

Salvo las formaciones mercenarias y terrorista como Al Qaeda como Al Nushra en Siria y otras organizaciones presentes en la zona del Magreb y el Medio Oriente, los movimientos políticos islamistas, independientemente  de los graves errores políticos y militares de vanguardias del islamismo político  en su lucha contra el ente sionista israelí, el manejo equivocado de algunos gobiernos del legítimo reclamo democrático de parte de su población, la intervencionismo divisionista y guerrerista del imperialismo y sus aliados subalternos y, la orquestada campaña de islamofobia de la canalla mediática internacional y sus repetidoras nacionales y locales; son expresiones legítimas  de los procesos de la confrontación política que cada uno de esos movimientos asumen frente a las crisis internas de sus Estados y expresan  una verdadera erupción  de una parte substancial de la Humanidad que, pese a la grandes aportes a la cultura de la Humanidad y su importancia económica para la economía contemporánea, no ha alcanzado liberarse de la opresión colonialista.

Tal como los marxistas fueron - y siguen siendo -  perseguidos y reprimidos por la fuerzas del Capital en la segunda parte del siglo del siglo XIX y a todo lo largo del siglo XX  y lo que corre del sigo XXI, sosteniendo que el Socialismo es incompatible con la civilización humana; hoy, esas mismas fuerzas capitalistas desgastadas por sus crisis sistémica, pretenden impedir, dividir y derrotar las luchas democráticas, anticolonialistas y antimperialistas que transversalizan todos los procesos que se vienen dando en los últimos años en el Norte de Africa, el Medio Oriente y el sur y el occidente asiático,  con el propósito de asegurar sus propios intereses geopolíticos y económicos globales  y evitar la unificación política del islamismo y su contribución decisiva a la derrota definitiva de los Estados imperialistas y colonialistas en éste mismo siglo XXI.

Descalificar el islamismo político desde la cuestionable posición del laicismo político no pasa de ser un ejercicio cínico o neófito de la realidad histórica, la cual afirma que el Capitalismo se construyó  y se sostiene sobre la alianza entre el Poder temporal de la Iglesia Católica y sus derivaciones protestantes, con la burguesía y los restos absolutistas y oligárquicas de las viejas clases de propietarios y que la mayoría de los Estados existentes en el planeta desde el Vaticano hasta Estados Unidos de América, pasando por el Reino Unido, Rusia, Japón, India, las Repúblicas de América Latina y de Africa, mantienen la consagración de sus autoridades  y la bendición de  su Constituciones y la consagración de sus autoridades, incluyendo las militares, por los representantes de las organizaciones religiosas, sosteniendo la educación religiosa en las escuelas, los aportes del Estado a las iglesias oficiales, además que sus valores y manifestaciones sociales siguen siendo manifiestamente del signo religioso aliado al Estado vigente y expresión de las clases sociales que se identifican con ese orden religioso supra-estatal.

Los enemigos principales de los pueblos islámicos en general y árabes en particular, son el imperialismo, sus aliados subalternos de los Estados coloniales de Europa, el sionismo internacional y las elites teocráticas y militares que sirven a esos intereses y, su reclamo en Egipto y en todo el mundo árabe y musulmán del Derecho a Decidir  sobre el modelo de Sociedad y Estado más favorables a los intereses de sus pueblos, debería contar con la solidaridad y el apoyo de todos los demócratas y luchadores anticolonialistas y antimperialistas del mundo, porque ellos, iguales que los demás pueblos del planeta Tierra, tienen el genuino derecho de organizar sus vida social, con base al cuerpo de valores históricos que los han configurado como un componente particular y diferenciado de la Humanidad, igual que lo hizo el mundo cristiano occidental y lo hacen cada uno a su manera los pueblos de China, Japón y la India.

Tal Derecho no niega la presencia las ideas del Socialismo como se ha demostrado en las organizaciones marxistas del mundo islámicolos revolucionarios persistentes en el mundo; antes por el contrario, confirma que no hay incompatibilidad entre la lucha anticolonial, antimperialista y anticapitalista con las confesiones religiosas y que el modelo de Sociedad y Estado de Los Justos, debe y tiene que basarse en los elementos identificatorios de los pueblos y no en las teorías y visiones eurocentristas, desarrollistas, externas, totalizantes y artificialmente homogenizantes de la vida de los pueblos,  que predominaron en el pensamiento marxista de los siglos XIX y XX; felizmente en revisión en la presente etapa de las luchas de los pueblos del mundo, por otras construcciones desde los pueblos, sus historias, tradiciones y costumbres,  lo cual hará más posible el surgimiento  y desarrollo de un islamismo más cercano  las ideas del Socialismo Científico elaborado por Carlos Marx y Federico Engels y con ello, un  nuevo renacer histórico esos pueblos hermano y de toda la Humanidad

Yoel Pérez Marcano

 



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