La historia ha dado demasiadas lecciones sobre los aspectos sociales durante la evolución de la humanidad, y no se puede perder el optimismo ni dejar de pensar que un día las cosas tomarán un mejor camino. Por lo pronto pudiéramos exclamar: ¡Ah, si yo pudiera hacer lo que quisiera! Entonces no habría en el mundo más miseria.
Por estos días, en ocasión del 87 aniversario del natalicio de Fidel, ocurrido el 13 de agosto, muchos artículos han abordado diversas aristas de su personalidad y de su obra. También han aparecido libros en Cuba y en el extranjero que aportan nuevos elementos sobre su contribución concreta en la historia contemporánea.
Para una ocasión tan propicia de su vida, Fidel nos regaló ahora que sentimos una cierta incurable nostalgia por la falta de sus Reflexiones un mini ensayo en que filosofa y, a la vez, somete a un análisis escrutador muchos acontecimientos que le tocaron vivir y de los cuales ha sido protagonista. Se remonta, como quien pretende abarcarlo todo, a los orígenes de la especie humana hace aproximadamente 230 mil años. Y después de unos párrafos de esa prehistoria e historia, lanza una interrogante crucial para nuestra época. ¿Cómo enfrentar con honor el número creciente de obstáculos que los habitantes del planeta sufren? A continuación aporta la esencia del largo proceso de evolución social. Pensemos que más de doscientos grupos humanos se disputan los recursos de la Tierra. El patriotismo es simplemente el sentimiento solidario más amplio alcanzado. Nunca digamos que fue poco.
En fin, en el artículo titulado Las verdades objetivas y los sueños, Fidel da riendas sueltas a sus conocimientos, recuerdos y memoria, con el ruego de que se excuse de cualquier imprecisión. No he tenido tiempo de consultar documentos. Es un relato condensado de acontecimientos relevantes de nuestra época, que concluye con una referencia especial a Hugo Chávez, indudablemente su mejor amigo en la liza política, y que caló muy hondo en lo personal e íntimo, de tal manera que nadie fue capaz como Chávez de bromear con Fidel o sobre él públicamente, con el desenfado característico del líder bolivariano. Una empatía particular y una audaz concepción de la vida y la política les permitían comportarse como almas gemelas y sentir y expresar la admiración recíproca de uno por el otro.
Después de concluida la lectura, uno no puede dejar de pensar en la importancia y necesidad de que Fidel aborde, como parte integrante de sus Memorias hasta ahora inconclusas, sus valoraciones y juicios sobre las principales figuras internacionales con las cuales compartió ideas, amistades o desencuentros, y, por supuesto, de las luchas y sueños que fueron dominantes en aquellas circunstancias en que se intercambiaron visiones comunes o encontradas, y se ubicaban en escenarios fraternos o contrarios.
Por todo lo vivido y protagonizado en los siglos XX y XXI, y a la luz de los acontecimientos en que ha participado y de sus ideas sobre elementos raigales del mundo, con una visión iluminadora del pasado, presente y futuro de la humanidad, Fidel constituye el político más universal de nuestra época y el cubano más universal de todos los tiempos. Tal vez alguien pueda objetar esta afirmación rotunda. Pero a fin de confirmarla, bastaría profundizar en luchas, hechos, realizaciones, sueños, batallas ganadas o por ganar y sus ideas esclarecidas sobre los más variados asuntos sobre su país, la política a nivel mundial, los problemas más acuciantes de la humanidad y sus posibles soluciones.
José Martí, reconocido por su acción e ideas durante su existencia en el siglo XIX como el más universal de los cubanos, supo dar aliento a todas las luchas del pueblo cubano y proyectó sus ideas sobre las realidades del mundo a la vez que intuía vaticinios asombrosos. Fidel fue el discípulo más consecuente, como también se sintió heredero y seguidor de todos los que dieron sentido de grandeza a su patria desde sus mismos orígenes. Sus luchas revolucionarias en la Cuba neocolonial, así como el momento descollante del asalto al Cuartel Moncada, estuvieron presididas por las ideas martianas, al afirmar que el autor intelectual del mismo había sido José Martí.
La vida de Martí fue breve para tantos sueños y luchas concebidos, de sólo 42 años, y al caer en combate casi al inicio de la guerra independentista que lideraba, no pudo, por lo tanto, verlos convertidos en realidad. Sólo el triunfo de la Revolución cubana dirigida por Fidel y los acontecimientos posteriores en nuestra América permitieron su concreción y proyectar plenamente sus ideas hacia el futuro y hacia los ámbitos de todos los continentes.
En el caso de Fidel, continuador y desarrollador creativo de todas las ideas precedentes de Cuba y el mundo, ocurrió el hecho insólito de que a pesar que pudo morir tempranamente como muchos de sus compañeros de ideales y combates, pudo contemplar el triunfo de la guerra de guerrilla que libró contra la tiranía impuesta a sangre y fuego en Cuba, con el apoyo irrestricto de los Estados Unidos, y pudo ver cumplidos todos los sueños concebidos y prometidos. Pero también se mantuvo vivo y actuando a pecho descubierto, presente en la primera fila de los combates de distinta naturaleza, a pesar de los más de seiscientos planes de asesinatos planificados y organizados desde la más alta esfera del gobierno de los Estados Unidos hasta desde la más oscura caverna de cuantos grupos viles, hijos naturales y bastardos del imperio, tuvieron como propósito enfermizo y macabro el magnicidio dentro de la estrategia para derrotar a la revolución.
La presencia de Fidel en la lucha armada en Cuba, como organizador y combatiente, siempre merecerá un profundo estudio para admirar su calibre de estratega político y militar de nuevo tipo para triunfar en corto tiempo (2 de diciembre de 1956 al 1 de enero de 1959), frente a un ejército inmensamente superior. Pero hay que tener en cuenta que antes estuvo involucrado en la expedición de Cayo Confites en 1947 contra el dictador Leónidas Trujillo de República Dominicana, y en el levantamiento armado en Colombia, El Bogotazo, durante el asesinato de Eliécer Gaitán en 1948.
Pero el gran estratega tuvo sus hitos más relevantes durante las batallas libradas contra la expedición mercenaria -planificada, organizada, financiada, pertrechada, dirigida y acompañada por los Estados Unidos, en la que fue la primera derrota del imperialismo en América; durante los acontecimientos ocurridos durante la llamada Crisis de Octubre o de los Misiles, en que según Ché nunca brilló tanto su figura de estadista; y durante las batallas decisivas desarrolladas en Cangamba y Cuito Cuanavale, en Angola, frente a tropas sudafricanas y sus títeres, que aseguraron definitivamente la independencia de Angola, condujeron a la independencia de Namibia, a la libertad de Nelson Mandela y al derrumbe del aparheit en Sudáfrica.
En todos los casos el propósito de estas luchas armadas fue la causa noble de la libertad de los hombres y la liberación e independencia de los pueblos. La lucha anticolonial y de liberación nacional en África y Asia y en otras partes del mundo, tuvo en Fidel y la Revolución Cubana un aliado que compartía voz, sudor y sangre, inspirado en la idea de que con ello se estaba pagando una deuda de gratitud con la humanidad, que tuvo su forja en la propia constitución de la nacionalidad cubana y en el aporte extraordinario que realizaron los esclavos y sus descendientes africanos y de otras nacionalidades a las luchas por la independencia de Cuba.
Y alcanzando una dimensión que requerirá en su momento un análisis abarcador, está el espíritu de unidad que supo forjar en el campo revolucionario en Cuba desde fecha temprana del triunfo de la revolución. Eso puede ser calificado de milagro, de no ser por el magisterio de Fidel, capaz de persuadir hasta las piedras en la idea esencial de que sólo la unión de todas las fuerzas del pueblo garantizaría la victoria frente a la descomunal amenaza y agresiones de todo tipo de los enemigos internos y externos bajo la égida del imperialismo norteamericano. Y esa misma estrategia de unidad fue prédica invariable hacia los pueblos latinoamericanos y del Caribe y, por supuesto, hacia los pueblos integrantes del Movimiento de los Países No Alineados.
Su carácter dialéctico, su formación ética, su estrategia unitaria y su posición antisectaria, le llevaron a concebir tempranamente que la convicción o filiación socialista o comunista, no estaban reñidas con la posibilidad, necesidad y conveniencia del acercamiento estratégico entre las fuerzas de izquierda de los variados matices y los sectores religiosos de todas las denominaciones. Creyentes y no creyentes podían compartir sueños y luchas y participar en el combate de todos los males sociales que han hecho de la Tierra un infierno debido a la codicia, egoísmo y explotación ejercidos contra la humanidad. Sus ideas al respecto, recogidas en el libro Fidel y la Religión de Frei Betto, fue su primera contribución abarcadora sobre un tema polémico, que luego fue ampliando dentro de la sociedad cubana y el Partido Comunista de Cuba.
Pero cabe afirmar con toda seguridad que dos momentos históricos extraordinarios marcaron su grandeza como estadista. El primero fue durante la extinción inimaginable de la Unión Soviética y la desaparición del campo socialista. Ante aquel cambio colosal en el mundo existente hasta entonces, instantes que prácticamente conmovieron y voltearon de cabeza casi a la mitad de los habitantes del planeta, ante aquella debacle tremenda en lo político, ideológico, psicológico y económico, ante aquella apabullante euforia capitalista y tantas inconsecuencias, arrepentimientos o renuncias socialistas, como componente del llamado efecto dominó, Fidel se irguió desafiante desde la pequeña Cuba y junto a su pueblo, leal y estoico, no arrió la bandera socialista y diseñó una nueva estrategia de período especial para salvar a la Revolución y sus conquistas. A pesar del doble bloqueo que arreció sus resortes para hacer las cosas más difíciles a los cubanos y obligarlos a ceder o rendirse, Fidel y el pueblo cubano consiguieron lo que todos consideraban imposible y logró inclusive, en aquellas situaciones límites, el desarrollo en algunas esferas que constituyen hoy un modelo para el mundo. La unidad y la resistencia, presididos por una valentía a toda prueba, permitió mostrar al mundo la importancia de ser fieles a los principios y poseer como escudo de la nación la confianza mutua entre el pueblo y su dirigencia.
El otro momento histórico fue la posición defendida por Fidel frente a la llamada guerra contra el terrorismo propugnada por George W. Bush, y las guerras lanzadas contra Afganistán e Irak y la proclamación de un periodo de guerras infinitas bajo el pretexto insano de un imperio que pretendía aterrorizar al mundo en nombre de su seguridad nacional. En un momento en que la mayoría de los mandatarios doblaban la cerviz o bajaban la mirada ante las amenazas, agresiones y condicionamientos descomunales, y frente a las amenazas directas de W. Bush de que la hora de Cuba estaba llegando, pronunciadas en español, los desafíos de Fidel, con acusaciones directas a los mandamás del imperio, fueron luces para iluminar un periodo oscuro de la historia, que más pronto que tarde permitió que aquella inepta, criminal, mentirosa e inescrupulosa mafia presidida por W. Bush, fuera puesta en evidencia como se merecía. Desgraciadamente, en los Estados Unidos, ni Bush ni sus cercanos e influyentes copartícipes en crímenes y tropelías recibieron el castigo que les correspondían por los graves hechos delictivos nacionales e internacionales cometidos. Muchos de tales hechos y las consecuencias de aquella etapa vergonzosa, aún están presentes como legados transferidos al presidente Obama, que no ha querido o no ha podido dar por finalizados.
Otro aporte de Fidel a la política mundial y a la vida concreta de los pueblos y su desarrollo que nunca se podrá borrar es la práctica del internacionalismo y una solidaridad generosa en todas partes que se ha solicitado, requerido o aceptado la ayuda de Cuba. Lo ofrecido y aportado no provienen de los recursos materiales ilimitados que posee el país, sino de los recursos modestos que el país ha estado dispuesto a compartir porque su pueblo ha hecho suya la verdad martiana de que patria es humanidad.
En fin, corresponderá a pensadores, políticos y personas honestas del mundo y, en especial a los pueblos y sus organizaciones, valorar en el presente y el futuro la obra e ideas que han dado sentido a la vida de Fidel, que ha sido la vida del combate y la virtud, y sus influencias en los acontecimientos principales que actualmente están en marcha en América Latina y el Caribe, de los que han ocurrido u ocurran en África y Asia, así como aquellos que un día ocurran, formando parte de sus juicios y vaticinios, incluso en los Estados Unidos y los países desarrollados.
La historia ha dado demasiadas lecciones sobre los aspectos sociales durante la evolución de la humanidad, y no se puede perder el optimismo ni dejar de pensar que un día las cosas tomarán un mejor camino. Por lo pronto pudiéramos exclamar: ¡Ah, si yo pudiera hacer lo que quisiera! Entonces no habría en el mundo más miseria.