Parece que la política colombiana, vista desde la perspectiva de un gobierno que no convence, es un nudo de paradojas. Santos da un si hoy es bien seguro que produzca un no de inmediato. No atina.
Imposible decirle no a los campesinos cuando lo que piden es irrefutable. Entiéndase su ruina. Y, de pronto, toparse con la contraria obligación que impone el tratado de libre comercio, para que al final, se imponga el no al sector agrícola.
Santos tiene que decirle si al dialogo, y la vez, si a la guerra que mantiene. Queriendo decir, muerte, con paz. El país pide el futuro, obvio, de lo obvio: la paz; la oligarquía, como siempre ha sido, quiere retrotraerlo al pasado, así que la línea resultante de la suma de los vectores en sentido contrario termina substrayendo el presente.
Los diálogos llegan a un punto de cierre y al gobierno se le ocurre la brillantez política de pedir que se selle el acuerdo de La Habana con un referendo. ¿Son o no son plenipotenciarios los negociadores que representan al Gobierno¿.
En medio de la crispación social, y los sueños frustrados de la cercana la paz, la guerrilla dice no a la propuesta y se retira temporalmente de la mesa.
Sigue el si a los TLC y paradoja, la industria decrece, la minería retrocede, la agricultura se para y no encuentra mejor idea que dejar de lado a sus vecinos e irse a firmar nuevos tratados de libre comercio con poco porvenir y sin haber preparado al país para enfrentarse a los anteriores. Menos renegociados como clama buena parte del país y lo piden en todas las mesas de dialogo adonde se trata de negociar con los obreros y campesino que paralizan las carreteras y que los reaccionarios de la milicia llaman, terroristas bajo control de la guerrilla.
Santos dice si a Latinoamérica. Advierte que su destino natural es este continente. Pero, al fina dice no y se contradice al decir si al futuro de su barranco indefinido que lo empuja hacia los llamados emergentes de su costa del Pacifico. Creando nuevas dudas entre lo que dice y aquello que niega con sus actos.
Dice, Si al Club de los países emergentes, pero de inmediato le crecen los paros, cafeteros, paperos, yuqueros, los labriegos y los pequeños empresarios agrícolas colombianos (que sostienen a 9 millones de personas), y también les dice no, y los convierte en subversivos, y, todos en coro le dicen no, y empañan sus sueños de vapor, con esa supuesta locomotora minera que no arranca; mientras, otrosí, arruina el campo y dice no al futuro.
En síntesis esta claro, todos estos acuerdos que firma Santos, sin excepción, contemplan una desgravación periódica de los bienes agrícolas, según entiendo tendiendo a cero, en relativo mediano plazo.
Santos le dice si, al azar, no de su bolsillo, sino al bienestar, seguridad y vida de los agricultores. De inmediato les dice no, pues él anuncia mesiánicamente, que debe llegar un momento incierto por ahora- adonde, en dulce y engañoso futuro, se les dará un si, ya que estos acuerdos comerciales tendrán sus ganadores y sus perdedores. Salvo que eso es una lotería, uno gana y muchos, es probable, pierdan.
La pregunta es ¿ quien es el culpable de la pesadumbre que agobia hoy el campo colombiano¿. Hoy la gente del agro es un buen medio para concitar los demonios y además atacar el proceso de Paz. Son mero un chivo expiatorio.
A esta situación de incertidumbre se suman las ultimas declaraciones de Santos, diciendo, cito: el "tal paro, no existe, es solo una maniobra bien articulada desde supongo, La Habana- para darle forma a la desobediencia civil.
Quiere decir: los miles de campesinos, obreros, estudiantes, amas de casa, artesanos, profesores, que sumaron voces y esfuerzos para visibilizar sus angustias en todo el país, por que se sienten golpeados por los tratados de libre comercio, los señorones de los clubes de Bogotá que representan la oligarquía colombiana y ahora para peor, son accionistas principales, de las transnacionales que se han convertido en dueños de las nueva modalidad de producción industrial agrícola colombiana. ¿ Si o No ?