La Historia -hasta ahora- siempre ha sido compleja, flujos van y reflujos vienen o viceversa, un paso adelante dos pasos atrás y a veces dos o tres o cuatro pasos atrás y medio paso hacia adelante y una que otra vez un paso atrás y cinco hacia adelante. Los hechos se hacen irrefutables tal como se muestran. Las voluntades humanas marchan detrás muchas veces preñadas de deseos y en cualquier curva o recodo del camino los acontecimientos nos dictan sus lecciones de realismo dramático o trágico. Si la Historia se repite, busquemos en Marx la definición. La economía decide, la política dirige y la ideología va a la espera de la segunda. Así lo enseña el marxismo aunque mucha importancia posea la conciencia de clase para sí en relación con clase en sí.
Quienes crean que el imperialismo capitalista está agonizando no se percatan que lo tienen al lado, delante, dominando la economía de mercado o encima bailando y tomando y gozando a costilla de un proletariado que se empecina en negarse su propio papel gestor de la emancipación social. La Historia no se cansa, marcha a veces a pasos lentos, en otras semilentos y unas pocas veces a velocidad, que son las revoluciones. En algunas oportunidades Aquiles alcanza a la tortuga pero en otras no. Su herido talón hace que se detenga. ¡He allí un proletariado pragmático de las naciones imperialistas cojeando!
Quienes crean que el socialismo está a la vuelta de la esquina y que en sus hombros lleva el ataúd donde va el cadáver del capitalismo no se percatan que están marchando fúnebremente hacia atrás, hacia donde la oscuridad se puede confundir con la luz y fácilmente se pueden caer hacia un abismo sin fin y sin retorno generacional.
No, el imperialismo está más vivo que nunca, con mayores poderes decisorios en el mundo que antes. Lo prueba la realidad de la ONU actual y el dominio sobre el resto del capitalismo. Si alguien alega que es mentira porque Rusia frenó la invasión a Siria habría que preguntarle: ¿Qué es Rusia un país socialista o imperialista capitalista? Este domina el mercado mundial y muchísimos mercados nacionales. Es dueño de la más alta tecnología y sabe colocar muchas ciencias al servicio de sus perversiones y sus guerras. El imperialismo es más tigre de verdad que de papel. Ruge y logra que muchos gobernantes les entreguen todos los proyectos de sus defensas nacionales y queden a merced de las apetencias imperialistas. Sus armas y sus intervenciones bélicas en el planeta lo testimonian. Obligan a los invadidos a años y años de resistencia, los conducen a la ruina económica y, posteriormente venido ese período que ni es de paz ni es de guerra, los hacen depender de la extraña y malévola filantropía imperialista, que son los créditos leoninos. Y allí se materializa el no pagar lo impagable y eso eleva los compromisos que dan la espalda a los intereses y sueños de los pueblos.
En Estados Unidos, por elección, ningún candidato que no sea republicano o demócrata tiene posibilidad alguna de posarse triunfante en la Casa Blanca. En Inglaterra sucede lo mismo si no se es conservador o liberal. En Francia el gobernante más reaccionario y mejor servidor del imperialismo resulta ser el socialista. En Rusia, querer el regreso del comunismo es un delito de lesa humanidad. En China el capitalismo encontró la conciencia dirigente perfecta para desarrollarse y expandirse plagando el mundo con mercancías de baja calidad, aunque uno que otro alto dirigente del Comité Central del PCCH vaya a la cárcel condenado a cadena perpetua por corrupción. En Alemania el nazismo guarda un silencio casi generalizado pero el imperialismo tiene su boca bien abierta y actúa imponiendo dictámenes que afectan las posibilidades de desarrollo de una inmensa mayoría de naciones. Japón es tecnología, no se mete en líos bélicos por lo general pero cree que sigue siendo un imperio por llevar sus mercancías a todos los mercados del mundo. Brasil está allí, al lado de países latinoamericanos pero nunca revuelto. Se conforma con que lo tengan como el gigante de América Latina y sabe aprovecharse de sus negocios o acuerdos económicos con otros gobiernos que no son precisamente imperialistas. Relincha –aunque pregone socialismo- cuando lo critica algún mandatario que anhela beneficios suficientes por sus bienes para su pueblo.
En Alemania, su canciller imperialista Angela Merkel acaba de obtener una victoria aplastante con un 42,5% de los votantes en el proceso electoral. Su aliado (el Partido Democrático Liberal) alcanzó sólo un 4,6%. Su adversario más cercano, también defensor de los intereses imperialistas, obtuvo un 25,9% de los votos. Entre los tres lograron un 73% del electorado. Es de suponer que muchísimos obreros, sectores medios casi empobrecidos, amas de casa y hasta desempleados votaron por la imperialista, porque a nadie van a convencer que todo ese caudal de votos salió de las filas de la oligarquía financiera, bancaria, industrial y comercial. ¿Quién puede creer que el pueblo alemán, en su mayoría, anhela emanciparse de sus explotadores y opresores? Pareciera, más bien, que la mayoría de los alemanes y alemanas llevaran bajo la solapa un Cuarto Reich para cuando las circunstancias de una enfurecida y desesperada pequeña-burguesía, creando caos y echándole fuego al proletariado y a la oligarquía ponga a la orden del día –sobre su propia derrota- el triunfo nazista para salvar de la ruina al capital financiero.
La imperialista, con sobrada razón y bajo un estado emocional elevado al cien por ciento, dijo: "A los votantes, les prometo que vamos a manejarlo de manera responsable y con cuidado. Haremos todo lo que podamos en los próximos cuatro años para asegurarnos de que sean una vez más, años de éxito para Alemania". Exitos para Alemania, no para el resto del mundo. Cada imperialismo piensa siempre en sí mismo, actúa para sí mismo. Por eso, ¡de pronto!, estallan con virulencia contradicciones –especialmente económicas- interimperialistas y con ellas, la guerra que no será, ahora, entre naciones sino entre continentes. Lo dijo el camarada Trotsky a final de la década de los años cuarenta del siglo XX y no podrá ser refutado.
La realidad del mundo actual y el dominio que ejerce sobre éste el imperialismo lo que hace es mucho más difícil y compleja la lucha por la toma del poder político por los revolucionarios y, por supuesto, mucho más complicado el establecimiento de medidas de orden socialista en la transición donde el Estado levanta las banderas y promete la construcción del socialismo. Absolutamente nada, en la actualidad, que se aísle de las leyes y las garras del mercado mundial se desarrolla felizmente. Es lamentable, pero es así. Nada por encima de la inteligencia de un Gobierno juega un rol de mayor importancia que aquella. Cada paso, cada medida para establecerse necesita de medir siete veces antes de cortar la tela. Eso ni es traición ni es desviarse del camino. Es, inteligencia y actuar dentro de un contexto de circunstancias concretas donde ninguna voluntad, ni individual ni colectiva, decide sino esos factores económicos que, incluso, hasta venidos de atrás o en remate espectacular en última instancia deciden el destino o la marcha de la historia. Desesperarnos o indignarnos, por no ver al despertarnos por la mañana -luego de unas horas de sueño- el triunfo absoluto de los elementos socialistas sobre los capitalistas en la transición del capitalismo al socialismo, no nos conduce a nada bueno. El socialismo, mientras exista imperialismo dominando el mundo, no podrá dormir jamás con los dos ojos cerrados y, especialmente, porque no podrá desarrollar sus órganos al máximo en la transición creando los suficientes antivirus para defenderse aisladamente de todas las contaminaciones que expande el capitalismo salvaje en casi todos los ambientes en que se desenvuelve. Claro, eso no significa jamás que se paralice o se deje de luchar por el socialismo. El día en que la mayoría de países subdesarrollados caiga en poder del proletariado o de los revolucionarios, los factores económicos entrarán en contradicción explosiva en el propio terreno del mercado mundial. Otro gallo cantará y las campanas de la revolución internacional sonarán tan fuerte que los oídos de los imperialistas no soportarán el ruido de esos proletariados pragmáticos que se transformarán en encendidos ejércitos de libertadores. Mientras tanto, hay que implementar políticas económicas que generen bienestar a los pueblos y evitar que el más débil ande día y noche buscándole peo al más fuerte. Todo tiene su momento y su espacio. Lo dijo Lenin, no yo. Lo que hago es avalar la enseñanza del gran maestro del proletariado, del marxismo y de la revolución socialista.
Sin duda y aunque a muchos o pocos no les agrade: para que el socialismo se construya en esta Tierra, como primera etapa finalizada de la sociedad comunista, hay que derrotar y sepultar al imperialismo y sobre lo mejor de su legado hacer posible el sueño que ponga al desarrollo en ese punto en que sólo un pequeño vestigio del derecho burgués quede con vida para que al poco tiempo reciba la estocada final haciendo realidad el principio dicho por Marx: cada cual trabaje según su capacidad y cada cual reciba según su necesidad. Y eso, eso, ya habrá acabado por siempre con fronteras, países, nacionalidades, clases, Estados, dinero y todos los aditamentos que les han servido para el dominio de un modo de producción sustentado en el predominio de una clase sobre otras. Definitivamente, camaradas, construir el socialismo no es tomar el poder político en un país y a lo arrecho implementar medidas que lleven a los factores capitalistas a una guillotina sin que nada importe el medio ambiente que lo rodee. Si eso fuese posible, el marxismo hubiese sido reducido a un pequeño tomo o texto de bolsillo. Claro, tampoco, para construir el socialismo todos los habitantes de este planeta tienen que saberse de memoria “El capital” de Marx, el materialismo dialéctico, el materialismo histórico, y todos los textos que se han escrito y publicado sobre marxismo o socialismo o comunismo. No, pero sí hay que saber que mientras el imperialismo domine en este mundo el socialismo propiamente dicho no lo verá nadie hecho realidad aunque el progreso hacia él no se detenga de forma definitiva. Demuéstrenle lo contrario no a mí ni a quienes actualmente pensamos de esa forma sino a Marx, a Engels, a Lenin, a Trotsky, a Rosa Luxemburgo, a los que aún siendo viejos continúan con vida y vivieron los primeros años de la Revolución Bolchevique bajo el Gobierno de Lenin. No sé qué dirá Fidel en este momento de su vida sobre esa materia. Sería interesante saberlo. Si los soviets salieran de sus tumbas y hablaran no habría mejores maestros que ellos narrándonos –de forma irrefutable- las verdades históricas que llevaron al socialismo soviético al derrumbe. Para buscar esas verdades no podemos creer en los inventos o las mentiras del imperialismo.
Claro, la verdad no es para desanimar a nadie sino más bien para estimular la proliferación de movimientos revolucionarios en todos los países posibles y que se planteen la lucha por la toma del poder político. Y donde se tenga, mejorarle como sea las condiciones socioeconómicas al pueblo afectando al capitalismo y favoreciendo la visión socialista del mundo.