Deterioro de la educación chilena: no solo el lucro

El sistema educacional público ha sido llevado al ámbito empresarial mercantil mediante el método estímulo-castigo que beneficia a los de siempre. Por ello, el lucro es sólo parte de un problema mayor


LA ACTUAL Y delicada problemática de la Educación en Chile, ¿es sólo producto del mayor o menor poder adquisitivo de las familias de los educandos? ¿No hay otras variables intervinientes, de tanto peso y volumen como la anterior, que coadyuvan a engrosar esa realidad?

“Si vas a la guerra, lleva charqui”… esa frase, que es un consejo de vida, la usaban los chilenos en tiempos de la Guerra del Pacífico, cuando los ejércitos debían internarse en el árido desierto de Atacama. La frase importa en sí misma una verdad del tamaño de una catedral, pues si a la guerra vas, lleva charqui (y agua si has de cruzar el desierto).

Del mismo modo, porque te serán exigidas, tienes que portar voluntad, esfuerzo y constancia si concurres a estudiar, pues tales virtudes son las que definitivamente delinean la diferencia entre éxito y fracaso escolar. Si vas a la guerra contra la ignorancia (es decir, si concurres a la escuela y al liceo), no olvides de llevar siempre contigo una buena cantidad de charqui (en este caso: constancia, esfuerzo y voluntad). Lamentablemente, muchos de nuestros estudiantes no cumplen con esa premisa básica.

La mayoría de los análisis referentes al grave problema que asfixia a la educación chilena recorren el desmenuzamiento de otra gran verdad, la socioeconómica, aquella que se deriva de una sociedad de clases severamente compartimentada y cuya solidez se asienta en el control del poder –y por desglose, del gobierno- que resulta ser patrimonio exclusivo de un grupo socioeconómico que la sociología política lo caracterizó con un nombre que obliga a recordar bautizos de cometas y estrellas por parte de los astrónomos: se trata de los ABC1, la clase social dueña de todo.

Son los propietarios de la férula, de los medios de producción, de las fuerzas armadas, de la iglesia y de la prensa; construyeron hace siglos un sistema económico, lo impusieron y aun lo mantienen tan activo como al inicio del mismo. En materia educacional el sistema de marras procura alimentarse de la ingenuidad de las mayorías que conforman la sociedad civil, y lo hace a través de cobros e incentivos, algo así como “garrote y zanahoria”, agregando que en estricto rigor tales incentivos (económicos individuales) reafirman una concepción educacional mercantil basada en el modelo empresarial de estimulo-castigo… siempre en el entendido de que tal modelo se aplica sólo a quienes se encuentran fuera de la órbita del ‘cometa’ ABC1.

Sin duda, lo anterior corresponde a un hecho irrebatible, pues en lo que a Educación Pública concierne se trata de la absoluta verdad y nadie podría discutirlo, pero… ¿es la única explicación posible? ¿No hay otras situaciones que complementen lo anterior? Claro que las hay, aunque pocos analistas se atreven a mencionarlas, y ya que no me considero ’analista’ ni ‘experto’, no tengo problema alguno en explicitarlo, así que afirmémonos los pantalones y digamos aquellas cuestiones que llevamos metidas en el cuesco, aunque ellas causen escozor a muchos cutis políticamente ‘finos’. Después de todo, y lo dijo el ‘Ché’, no se es menos revolucionario por expresar lo que la conciencia y la mente ordenan.

Ya que todo largo camino se inicia con un primer paso –tal como reza el proverbio chino- deberemos considerar a la Enseñanza Básica como prolegómeno de la Educación ‘oficial’. Y es aquí donde también se incuba la batería de problemas que irá creciendo con el transcurso de los grados y niveles educacionales. Soy un convencido respecto a que la participación tan estrecha y directa de los ‘apoderados’ en el proceso docente y pedagógico, a final de cuentas, resulta contraproducente pues entraba, dificulta y distorsiona el proceso mismo.

Debo aclarar que lo anterior, a mi juicio, no ocurre exclusivamente en los establecimientos municipalizados, donde por una mal entendida política de “participación ciudadana” alcaldes y concejos municipales –que siempre deambulan en una especie de cacería de sufragios- han impedido que los profesionales de la educación puedan realizar sus tareas pedagógicas sin entrabes, con lo cual, además, permiten (e incluso propician) la intromisión de personas que poco o nada saben de docencia, y que malamente conocen los objetivos y contenidos de las asignaturas que conforman la malla curricular.

Lo dicho; ello no es ‘patrimonio’ sólo de la educación municipalizada, pues en la otra educación, en la cara, la pagada, la elitista, en muchos colegios los apoderados creen que los profesores forman parte de su séquito de ‘nanas’ y les impetran, con un desdén insoportable que recibe el apoyo irrestricto del sostenedor y se basa en el pago de altas mensualidades, “enseñar o no enseñar determinadas materias” que sí están contempladas en las mallas curriculares exigidas por el Estado Docente, con lo cual se mantiene el sesgo de diferenciación y clasismo que hostiga a nuestra aún feble democracia.

Por otra parte, especialmente en escuelas rurales y en otras ubicadas en comunas pobres, hay padres y apoderados que consideran a esos establecimientos educacionales como simples guarderías infantiles en las que sus hijos “aprenden algo”, pero por sobre todo “no molesten en la casa” y permitan a los papás poder salir a trabajar. Algunos de esos apoderados manifiestan violentamente su molestia si se les informa que sus pupilos marchan de mal en peor en materias académicas. Se resisten a aceptarlo, y dejan caer sobre el sostenedor (en este caso el municipio, el alcalde) protestas varias, las que rebotan dramáticamente en el cuerpo docente de las escuelas y, obvio, en la obligada disminución de grados de exigencia, llegándose incluso a situaciones de aprobar a alumnos que ya en 6° o 7° básico aun no saben leer. A ciertos alcaldes ello no les preocupa en demasía (en los hechos concretos), pues su interés radica siempre en apañar el mayor número de votos posible para la próxima elección. Esta es una verdad del tamaño de una catedral… siendo la educación pública el sempiterno ‘pato de la boda’.

¿Con qué propósito podríamos seguir engañándonos a nosotros mismos? Somos conscientes de poseer hoy una Educación Pública ninguneada y asfixiada, la que se encuentra muy por debajo de los estándares internacionales y que, sin duda, está marcada por gravísimos problemas de fondo; en rigor, por problemas que van más allá de los aspectos netamente económicos. Ello lo sabemos, pero insistimos en centrar la problemática casi exclusivamente en los aspectos del lucro, materia que por cierto debe ser erradicada de raíz de nuestro sistema público educacional, pues de lo contrario ninguna reforma producirá mejoras.

Digámoslo sin tapujos; la educación pública debe radicar en un hecho fundamental: la calidad profesional y pedagógica del docente. Sobre él (o ella) descansa el andamiaje de la buena educación. Todo lo demás, absolutamente todo, es complementario a lo anterior, y no es lo principal.

Poca duda cabe que la situación problemática reseñada se inicia en los establecimientos de educación superior donde se imparten carreras de Pedagogía. En muchos de ellos el nivel de exigencia durante la formación académica es débil, y en ciertos casos es risible, vergonzoso. No faltarán los profesores que se molesten con estas opiniones, pero es posible asegurar que en algunas universidades privadas estudiar Pedagogía en Educación General Básica es una tarea de facilidad extrema y exigencia escasa.

Es tan certero lo anterior que durante la última jornada de protesta nacional convocada por el Colegio de Profesores de Chile, en plena marcha, en Santiago, algunos docentes, ante las cámaras y micrófonos de los periodistas demostraron –tal vez sin que esa fuera su intención- cuan grave es la actual realidad educacional al proponer que se instale en la sala de clases, al lado de cada nuevo maestro recién titulado, a un profesional con mayor experiencia docente para que actúe como “supervisor-corrector”. ¡El colmo! ¿Tan deteriorada está la formación académica de muchos profesores que existen docentes asegurando que en pedagogía ‘la carga se arregla en el camino?’

La prueba INICIA ha demostrado que un significativo porcentaje de docentes no domina las materias en las que supuestamente fue formado e informado en la universidad donde recibió el título, perteneciendo la mayoría de esas casas de estudios al ámbito privado, y como corolario esperable, dedicadas de lleno al negocio y al lucro por sobre la formación académica.

Es imprescindible que las universidades que imparten carreras de pedagogía unifiquen las mallas curriculares y determinen un grado y nivel mínimo de exigencia académica para la aprobación de asignaturas y, obviamente, para la entrega de títulos. También es recomendable que exista una prueba de ingreso a esas carreras, algo así como una prueba específica o prueba de selección, tal como aquellas que algunas universidades exigen a los postulantes que desean ingresar a estudiar otras profesiones donde el nivel de exigencia es muy superior.

Pero, lo anotado en estas líneas no se constriñe sólo a la pedagogía, ya que si se aplicase una prueba estilo INICIA a muchas otras profesiones, es un hecho cierto que los resultados serían igualmente catastróficos, pues se ha visto a abogados que no son capaces de leer bien y de corrido, actas, documentos y artículos frente al magistrado… así como sabemos que hay ingenieros que construyen puentes que se vienen abajo al primer temporal de lluvia… y arquitectos cuyos edificios son rápidamente inutilizados por sismos, o por precipitaciones, o por humedad… y periodistas con fuertes carencias en el uso del lenguaje y la escritura, y técnicos estadísticos cuya inmoral incapacidad permite falsear documentos relevantes como la CASEN o como el Censo… y médicos que… en fin, la lista es interminable.

Nuestra Educación es hoy una vergüenza. Desde el primer escalón hasta la cúspide de la pirámide. Y si a ello agregamos que un gran porcentaje del alumnado de la enseñanza básica desea egresar de sus cursos con notas sobresalientes, pero sin que se les exija lo que la formación requiere (contando en ello con el apoyo de papás que ven a las escuelas como guarderías), entonces, tal como se dijo al comienzo de este artículo, van a la guerra sin charqui y pretenden cruzar el desierto sin llevar agua. Así, imposible.







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Arturo Alejandro Muñoz


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