Formando parte del segundo gobierno de Bachelet, la nueva generación de parlamentarios(as) del PC chileno, más temprano que tarde, deberá decidir continuar en las filas de los administradores del capitalismo neoliberal o sumarse de lleno a las demandas del pueblo
Arturo Alejandro Muñoz
LA HISTORIA Y obra del partido comunista chileno merecen pleno agradecimiento de parte de la clase trabajadora, como también de aquellos quelo denuestan pero, gustosa y cínicamente, aceptan para sí mismos los avances y logros obtenidos por las luchas que ha desarrollado la organización que fundó, a base de valor y esfuerzo, Luis Emilio Recabarren
No soy comunista ni he pertenecido al partido de la hoz y el martillo, pero me inscribo en el voluminoso grupo de chilenos que en calidad de demócratas no dudan en reconocer el vital aporte que esa tienda partidista ha efectuado para la construcción de andamiajes legales y sociales sobre los que pueden sustentarse la justicia social y la justicia laboral.
La organización que vio entre sus filas desfilar a personajes de la talla y vitalidad de Elías Lafferte, Luis Emilio Recabarren, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Luis Figueroa, Lucho Corvalán, Gladys Marín y VolodiaTeitelboim, ha tenido dos participaciones directas en el mismo número de gobiernos, y en ambos debió luchar contracorriente a objeto de que los respectivos programas que el pueblo había elegido, se cumpliesen a cabalidad.
Aunque a ciertas personas les parezca extraño, los dirigentes comunistas-formando parte activa de un gobierno- nunca sobrepasaron los marcos legales existentes; al contrario, fueron sus más férreos defensores, asunto que les valió en más de una oportunidad el burlesco epíteto de “rabanitos” (rojos por fuera, blancos por dentro) con el que les atacaban algunos grupos de extrema izquierda. Pero, en lo esencial, la sólida postura de defensa de la Constitución y la ley con la que pujaban por arropar al gobierno al cual pertenecían, significó también persecución y muerte a muchos de sus militantes.
El año 1946, Gabriel González Videla (abogado y Presidente de la Comisión Política del Partido Radical), fue ratificado como candidato a la Presidencia de la República por la Convención de la Alianza Democrática, integrada por radicales, comunistas y demócratas, a los que se sumaron más tarde los liberales para formar parte del primer gabinete ministerial.
Las relaciones entre Gabriel González y el PC, hasta comienzos del año 1947, eran más que buenas, ya que en una visita a su ciudad natal (La Serena), el mandatario aseguró: "sin el Partido Comunista, yo no sería Presidente". Sin embargo, las relaciones de González Videla con los comunistas comenzaron a deteriorarse ya que estos lo criticaban por no cumplir con las iniciativas del programa presidencial que favorecían a los sectores populares. Poco a poco, el PC comenzó su regreso al corazón de las organizaciones sociales y de las distintas movilizaciones populares.
Fue así que en el mes de julio de 1947 –debido a la masiva huelga de la locomoción colectiva de Santiago (apoyada por los comunistas)- González Videla decidió formar un ministerio de administración nombrando como ministro del Interior al almirante Holger Torres, quien expulsó a los militantes comunistas de todos los cargos públicos. Como era de esperar, las manifestaciones populares crecieron, y muy pronto se paralizaron las labores en los minerales de Lota, Coronel, Curanilahe y Lirquén, por lo que el gobierno solicitó al Congreso una ley de facultades extraordinarias que le permitiera controlar la situación de agitación social.
A partir de ese momento, muchos dirigentes sindicales y dirigentes comunistas fueron reprimidos; varios de ellos resultaron relegados a Pisagua, donde se estableció un campo de presos políticos que hizo recordar, en gran medida, los campos de concentración utilizados por los nazis durante la II Guerra Mundial.
El 3 de septiembre de 1948 la Ley de Defensa Permanente de la Democracia fue aprobada por el Congreso Nacional con votación favorable de conservadores, liberales, agrarios laboristas y gran parte de los radicales. El pueblo la llamó "Ley Maldita", la cual declaró ilegal al Partido Comunista y eliminó de los registros electorales a sus militantes. Sólo al terminar el período presidencial de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958), el partido comunista recobró la ‘legalidad’.
EL PC DURANTE LA UNIDAD POPULAR
Quienes vivieron los años del gobierno encabezado por el doctor Salvador Allende, son conscientes de la inquebrantable lealtad que mostró ese partido a la Unidad Popular, tanto como al propio mandatario. La gente del PC, en esos años, hubo de enfrentar a más de un adversario, incluyendo a viejos ‘compañeros de ruta’ -como fue el caso de la gente que dirigía el MIR (Movimiento de Izquierda revolucionaria)- y también a sectores juveniles del Partido Socialista.
Para bien o para mal, defendió la constitucionalidad y el gobierno con una devoción que muchos consideraron “aburguesamiento” en lo ideológico, y lentitud (o pusilanimidad) en la toma de decisiones para que el proceso hacia el socialismo progresara debidamente. Durante los agitados años que el doctor Allende dirigió el país, fue el PC la tienda oficialista que mantuvo total e inclaudicable apego a la Constitución y a la legalidad vigente.
Tamaño esfuerzo no encontró recompensa inmediata, pese a que en los comicios parlamentarios de marzo de 1973 el PC había obtenido una significativa votación (16,67%), pues al sobrevenir el golpe de estado en septiembre de aquel mismo año miles de comunistas fueron detenidos y torturados, a la vez que cientos de ellos resultaron asesinados por las fuerzas golpistas.
Fue ella la segunda ocasión en que los militantes de esa tienda partidista debieron salir “por la puerta trasera” de La Moneda, y de la escena política nacional, perseguidos a muerte no sólo por sus enemigos internos (la derecha y el ‘milicaje’ proto fascista de la época), sino también por los verdaderos patrones de los anteriores, aquellos mandamases que moran en Washington y en Langley.
Años más tarde, al igual que había acaecido entre los años 1948 y 1957, el PC se unió a las filas de quienes jamás debió alejarse. Las movilizaciones sociales impulsadas y dirigidas por los trabajadores organizados (el Comando Nacional de Trabajadores y la Coordinadora Nacional Sindical) junto a federaciones estudiantiles y agrupaciones de pobladores, mostraron a los dirigentes del PC chileno cuál era el camino a seguir para recuperar libertad y democracia; el PC se unió finalmente a ello, pese a haber sufrido escisiones importantes, como fue el nacimiento y acciones del FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez).
Ahora, en el 2014, por tercera vez en su historia el PC formará parte de un gobierno. Es su realidad actual. Guillermo Teillier, Lautaro Carmona, Camilo Ballestero, Hugo Gutiérrez, KarolCariola y Camila Vallejo –parlamentarios, y principales, de esa tienda- han extremado esfuerzos para comunicar a toda la izquierda chilena que ellos “defenderán, impulsarán y lucharán por el cumplimiento del programa de gobierno” que Michelle Bachelet propuso y prometió durante la campaña electoral.
Pero, esta vez pareciera que la situación pudiese ser algo distinta, ya que al menos la joven dirigente y diputada electa, KarolCariola, ha sido particularmente cuidadosa y muy explícita al afirmar que “no abandonaremos las movilizaciones ni las luchas que el pueblo desarrolla en beneficio de la justicia social y la democracia plena”.
La pregunta es simple y directa. En la eventualidad de que Michelle Bachelet y la mayoría de sus aliados (PS, PPD, PDC, PRSD) –sea cual sea el argumento o la coyuntura política- decidiesen ‘olvidar’ (saltarse o negar o cambiar de opinión por equis motivo) partes importantes del programa de gobierno prometido en la campaña, ¿el PC seguiría formando parte activa de esa coalición, u optaría por abandonarla y sumarse a las movilizaciones sociales? En buen romance, ¿el PC optaría por salir de La Moneda, abandonando el gobierno por la puerta ancha y con la frente en alto, para sumar sus fuerzas a las del pueblo demandante… o decidiría asfixiar su futuro en las alfombras de la casa de Toesca sabiendo que muchas puertas de la izquierda les serán cerradas con gruesos candados?
He ahí la encrucijada a la que se enfrentará, a partir del 11 de marzo próximo, la tienda política que fundara Luis Emilio Recabarren el año1922, una década después de que el mismo notable dirigente sindical hubiese fundado el Partido Obrero Socialista.