Necesita pasar agachado, tiempo y distraerse más para recuperar el pulso, pues la última vez que intentó matar un elefante, teniéndole allí mismito, en la punta del cañón, casi pegada la cabeza del paquidermo a la mira, le dio en una pata con el primer disparo y el segundo se lo pegó en el dedo gordo del pie derecho. Alguien de sus súbditos, o mejor jaladores o hijos de puta, como dice el pueblo español, tuvo que sacrificar al animal, porque el rey en verdad quiso pero no pudo matarlo. Eso sí, con su carajita al lado y su escopeta al hombro, sin poder disparar, después de recibir los primeros auxilios y superar los traspiés, posó para la prensa también real, porque todo lo que toca es real, si no pregúntenle a Iñaki el yerno y socio quien no encuentra como salir del rollo en el que anda metido por una bola de real, y por orden suya difundieron al mundo su hazaña.
El rey Juan Carlos de Borbón, el hijo predilecto de Franco, de un certero disparo mató a un enorme paquidermo dijo el boletín de prensa a una distancia de 300 metros. El cable salió disparado y entró en todos los rincones con más certeza que el disparo real.
Cuando Rajoy se enteró de aquello dijo jolines, y luego agregó este gran carajo ya no tiene sentido de sus payasadas y, en su soledad, gritó de nuevo:
¿Por qué no te callas, reyecito de utilería, monarca eunuco e inútil de lo que sólo tienes el mono, sin sentido de tus payasadas?
Por supuesto, eso de irse al Africa a matar elefantes, una crueldad sin límites, acabó con lo poco que le habían dejado las andanzas de la infanta, el yerno rapazuelo y los jolgorios reiterados.
España entró en picada, millones de trabajadores quedaron en la calle, el FMI le aplicó su receta de hambre, el rey de regreso a palacio sin vergüenza alguna, después de haber sido censurado por el mundo por depredador y para más vainas se volvió a caer en una nueva noche de farras y por segunda vez se rompió la cadera. Nuevos gastos inútiles para el Estado español, el mismo que sigue juicio a Iñaki y la infanta por negocios turbios, estafa al tesoro nacional y en los cuales el rey también está metido.
Juan Carlos, ahora para evadir todo lo que se le ha venido encima por su vida licenciosa, su extraña manía de matar elefantes amarrados a la pata de su escopeta, andar detrás de carajitas bastantes menores que él, servir de intermediario a su yerno e hija para estafar al Estado español, apenas a sus 76 años, muy pocos para dejar la comodidad de un reinado o un trono, ha decidido abdicar en favor de su hijo. Es la manera de salvar la corona y la cabeza; refrescar ésta para soportar aquélla y oxigenar la monarquía. Ese es su plan.
El pueblo español comienza a elaborar otro que pasa porque unos piden un referendo para volver a la república y otros que Juan Carlos, de una buena vez, monte su bar en otra parte. El presidente del Congreso ha dicho que quienes eso solicitan son una minoría; pero ayer en la Puerta de Sol, en el centro de Madrid y en otras ciudades españolas, multitudes pidieron con furia:
¿Por qué no te callas Juan Carlos? ¡Toma tus corotos y vete con los tuyos donde no estorben!
Y sólo eso, pese lo que dijo el presidente del congreso español, que se trataba de una minoría, es un hecho insólito en España. Nunca antes, después de la conversión en rey del niño cuidado por Franco, en España se habían sentido esas protestas y podría venir la bola de nieve. Todo eso, pese a que la Ley española, no admite que al rey y su familia les toquen ni con el pétalo de una rosa. ¿Cuántos antes se atrevían a decir me cago en el rey, como lo dijeron miles ayer en toda España?
Lo malo de todo esto, pase lo que pase, República o Monarquía, es que Juan Carlos jubilado es más peligroso que mono con hojilla; en una de esas peas o resacas depresivas, vuelve a matar elefantes. Escondan los paquidermos que Juan Carlos de Borbón y Cañandonga, se ha jubilado.