No cabe duda que las elecciones presidenciales colombianas recientes las ganó la abstención. Los demás candidatos perdieron. Empezando por el de Uribe, quien fue cuadruplicado o más, por los otros cuatro candidatos restantes, quienes asumieron posiciones a favor del proceso de paz que se desarrolla en el país vecino. Por lo que uno podría decir que el proceso de paz resulto determinante al momento de votar. Hasta la candidata del Partido Conservador, aunque fuese con fines electorales, habló a favor de la paz. Pudo haber sido así, por el sentimiento que albergan los nacionales.
Quienes desde el momento del arranque de la campaña, por tomar un punto de partida convencional, han estado a favor de la paz y particularmente en favor de las conversaciones que se desarrollan en la Habana, obtuvieron mayoría de votos. El 25 % o más de Santos, el 15.6 de Clara López del Polo Democrático Alternativo y el 8 % de la Alianza Verde, encabezada por Enrique Peñalosa, superan la votación del candidato de Uribe y desde el inicio, por perniciosos principios y de conformidad con los oscuros negocios y asociaciones de éste, contra el proceso de paz y partidario de la guerra “hasta el final”, como conoce medio mundo y más. Pero aun cuando Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador, logre trasegar su porcentaje de votos, casi igual al de Clara López, en favor de Zuluaga, éste no alcanzaría la votación que parece tener asegurada Santos, sólo por haber llevado las conversaciones de paz al punto en que se hayan que hasta a las Farc satisfacen. Sin considerar la significación cuantitativa que representa la división manifestada a través de un grupo de senadores, dentro del movimiento conservador, quienes han optado por Santos.
Pero María Lucía López, del Partido Conservador, una de las tantas mutaciones de la derecha colombiana, a lo largo de su campaña se mostró partidaria de continuar las conversaciones por la paz. Pero por sentirse más cerca de Uribe que de Santos, lo que dentro del marco de la política colombiana a. uno desde lejos, le cuesta dilucidar, optó por pactar con el candidato de aquél, es decir, Zuluaga. Pero según los medios, puso como condición, que de ganar las elecciones, éste no suspendiese las negociaciones exitosas que marchan en Cuba.
Por pragmáticos y farsantes, Uribe y su títere, aceptaron aquella condición que uno no sabe si fue puesta por la candidata conservadora con sinceridad o simple recurso electoral. Es imposible creer, que un guerrerista por antonomasia como Uribe, quien está convencido que la confrontación bélica es el único camino en Colombia, por razones de negocio y porque ese es el caldo de cultivo donde mejor se desenvuelve y el cual le garantiza su futura subsistencia como político, de repente cambie de parecer y apueste como los demás a la paz. Es más si aceptan esa condición sólo pensando en los votos que ello le aporta, es razón más que suficiente para rechazar a Uribe y su candidato por manifiestamente deshonestos.
Ernesto Samper, expresidente de Colombia, al anunciar su apoyo a la reelección de Santos, preocupado por la paz, “no por las Farc, sino los millones de colombianos”, afirmó que Zuluaga “no tiene el carácter para decir no a Uribe”. Bien sabe de lo que habla y conocedor como es además que éste no va a cambiar de la noche a la mañana y sólo intenta una de esas trampas a las que está habituado.
¿Cómo pensar en Uribe como garante, un adalid de la paz en Colombia, si ha estado diciendo y haciendo lo contrario todo el tiempo? ¿Cómo creer que un personaje que ha hecho de la guerra un sucio negocio mercantil y político, dado a no responder por su honor y los compromisos con terceros, de repente vaya a cambiar y respetar uno de carácter electoral? Como decimos en Venezuela “eso a Uribe le sabe a nada”.
Además de la abstención, pareciera que en las elecciones colombianas, el pueblo, el poco que voto, aquel que lo hizo en blanco y la inmensa mayoría que se abstuvo, tiene como aspiración máxima la paz y allí no se llega con algo que huela a Uribe o tenga, aunque tenue, su huella.