Antes del domingo 15 de junio, como decir ayer, dijimos que en Colombia la gente estaba “pensando fuerte”, fue esta la expresión que utilicé, en la paz.
Conocidos los resultados, los cuales dieron victoriosa la opción de Santos, inmediatamente hizo su aparición un discurso pesimista, que parte de la falsa premisa, para acomodarse, según la cual, hay gente en el lado de lo que llamamos izquierda, que nos hemos encandilado con esa victoria y hasta como si hemos botado el lastre en favor de aquél. Nos dicen que no nos hagamos muchas ilusiones con Santos, porque éste representa los intereses de la oligarquía colombiana y tiene sus nexos con el Pentágono, como si hubiésemos olvidado circunstancia tan elemental y evidente. Por lo que no dudamos en calificar de simplista tal razonamiento.
Son los pesimistas, que en veces parecieran extremistas, a los cuales nada les satisface, quienes así hablan sin parar.
El debate en Colombia en estas elecciones de segunda vuelta, donde había la posibilidad que el “uribismo” regresase al poder y destruyese todo lo que hasta ahora se ha construido en favor de la paz en las reuniones de la Habana, estaba centrado en continuar y rematar esas conversaciones o seguir la guerra, quién sabe hasta cuándo, con todo lo que ello implica.
Por esto, la izquierda colombiana, la que trabaja legalmente, como el Polo Patriótico y Partido Verde, no dudó en trasegar sus votos a la opción de Santos, no por éste, sino por el destino de Colombia. Incluso, estas agrupaciones, han dicho que pese al resultado y apoyo coyuntural dado al presidente para que fuese reelegido, han expresado pública y categóricamente, que seguirán en la oposición. La Farc misma, por razones obvias, estuvo pendiente de esos resultados y apostando que fuesen como fueron.
Hay un fenómeno que quiero resaltar porque tiene una importancia significativa. En esta segunda vuelta, pese que la abstención siguió siguiendo alta, disminuyó de manera no despreciable; eso significa que un buen número de colombianos que se abstuvieron en la primera vuelta, fueron atraídos por el discurso de la paz. Y el mayor número de ellos lo hizo por el presidente Santos.
Por supuesto, que esto por ahora, no significa más que garantizar en buena medida, que las gestiones de paz continuarán y eso no sólo es una buena noticia sino un triunfo de la gente de buena fe del país hermano y hasta para sus vecinos. Significa que el cuadro político colombiano, a mediano plazo, pudiera reorganizarse y el movimiento popular o doce millones de nacionales que se niegan a votar porque no se sienten representados en los programas y acciones de los partidos, asuman una nueva actitud. Las formas de lucha que se cruzan, entorpecen y hasta la división, contribuyen al pesimismo y la abstención.
Es cierto, que la estrategia de Santos, de conformidad a la de EEUU, pudiera concebir la paz, el desarme de los grupos guerrilleros, como una forma para facilitar las agresiones a Venezuela mediante sus bases que por algo allí existen. Eso lo dijimos nosotros en artículo publicado por este mismo medio con bastante anterioridad. Pero la estrategia esa que estamos analizando, no debería marchar sola. Al lado de ella o frente a ella, debe desarrollarse la del movimiento popular, fortalecido en la calle con la participación legal de quienes ahora están en la guerrilla, para derrotarla o neutralizarla. Para esto, aunque eso no salga – como no va a salir – de las conversaciones, en el futuro inmediato, habrá que implementar un trabajo interno y a nivel internacional, aprovechando escenarios pertinentes como UNASUR y el CELAC, para demandar la salida de esas bases, porque como se ha dicho, nuestro continente “es territorio de paz”. Santos, mientras habla de paz, declara estar dispuesto a fortalecer sus vínculos militares con Estados Unidos, no puede decir otra cosa y pide se incorpore su país a la OTAN aunque sea de mirón, justamente porque podría ser parte de sus planes recónditos.
Pero no cabe duda que la guerra, recurso primordial de los opresores hoy en día, genera serias calamidades a los más humildes y en estos años en Colombia estaría impidiendo el desarrollo organizativo y crecimiento del movimiento popular y la gente de la Farc así parecen haberlo entendido, por eso están en esas conversaciones y los resultados electorales, que le han dado el triunfo a la paz, aunque no cómodamente, presagian lo que podría venir si el movimiento popular colombiano encuentra como engarzarse entre sus integrantes y el resto del pueblo, sobre todo con aquella inmensa, mayoritaria, legión que se ha venido negando a votar.
Creo que esta es la lectura por dársele a lo que sucedió el domingo en la patria de Jorge Eliécer Gaitán.