Sin dudas que la política es muchas veces una caja de las sorpresas, para utilizar un lugar común. ¿Imaginó el imperialismo, sus sectores más extremos tanto del Pentágono como del Departamento de Estado que tiene una significativa y voluminosa presencia en Colombia, que el presidente Santos iba a ganar con los votos duros de la izquierda, la insurgencia de las FARC y el ELN incluidos?
¿Calculó la izquierda colombiana en su conjunto que sus votos iban a producir el triunfo de un oligarca redimido que abrazó una bandera secular de los sectores populares y progresistas como lo son las banderas de la paz?
¿Imaginó el guerrerista y narcotraficante, el mayor genocida de Colombia y América, Álvaro Uribe, que el apoyo político de sus más grandes enemigos, la izquierda insurgente y la izquierda legal y con ellos el movimiento popular, le quitaría de la boca la sopa a su cipayo candidato, Oscar Iván Zuluaga que ya había ganado la primera vuelta electoral?
Se imaginaron que enemigos irreconciliables como la izquierda y el movimiento popular colombiano se aliarían electoralmente con un representante de un sector de la oligarquía, la misma que los persiguió toda la vida?
Creo que a la luz de los dinámicos y objetivos y complejos hechos políticos que se presentaron en Colombia a partir del proceso electoral donde las conversaciones de paz entre el Gobierno y el Ejército Guerrilleros de las FARC, gravitaron de manera decisiva y polarizaron las contradicciones dentro de la oligarquía colombiana y lo que representan Santos y Uribe. Esa división de la poderosa oligarquía colombiana no es que se expresó en el proceso y sus resultados finales ya conocidos, es de larga data. Volvamos a aquel memorable encuentro entre el Comandante Hugo Chávez y el recién electo presidente Santos en el simbólico y amado lugar donde murió nuestro Libertador Simón Bolívar.
Aquel solo encuentro rompía la línea guerrerista del Estado Colombiano que impuso Uribe durante su mandato de 8 años, y la confrontación provocadora y militarista contra el líder bolivariano y su Revolución implementada por Barito siguiendo instrucciones del gobierno norteamericano. Añádase a esa lucha contra Santosla carta jugada por Uribe de tratar de encender la guerra civil en Venezuela a través de sus grupos de mercenarios paramilitares que se infiltraron con el visto bueno de sus aliados de la oligarquía venezolana.
Sin dudas que el triunfo de Santos no es suyo, interpretamos que él es el instrumento para tratar de culminar un proceso que tampoco es nuevo, ha habido otros intentos en el transcurso de los últimos 50 años, donde la voluntad de paz de las FARC se ha visto no pocas veces rebasada por las posiciones más ultrosas de los que tienen a la interminable guerra civil colombiana como un lucrativo negocio, desde la venta y tráfico de armas, el alquiler de mercenarios y toda una industria que mueve anualmente miles de millones de dólares.
Sin embargo dentro de la aguda crisis que vive el capitalismo y el imperialismo donde países como los Estados Unidos están amenazados de reducir su consumo de energía, primero por el agotamiento de sus propias fuentes energéticas que ponen en jaque el pomposamente llamado “modo de vida norteamericano”, de un consumismo desbordado de energía. A ello se suma la pérdida del control de una región tan estratégica como lo es América Latina. Gobiernos de izquierda o gobiernos progresistas se entronizan en Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil y los gobernantes norteamericanos no tienen sobre ellos ni control ni ascendiente.
Colombia es el As que tienen los yanquis para incidir militarmente sobre gobiernos rebeldes de América que asumen proyectos propios como Unasur, Celac, Petro Caribe, la ALBA y otras instancias multilaterales endógenas, no controladas por las burguesías parásitas y pitiyanquis, en busca de la redención de sus pueblos y la independencia definitiva de sus naciones, sin vasallajes ni opresión trasnacional.
Pero esa Colombia y ese sector de la burguesía que representa el presidente Santos al parecer no es tan dócil ni tan sumisa a todos los dictados del imperio yanqui, por lo menos evidencian una visión del capitalismo diferente, menos guerrerista, un poco más apegado al interés nacional, claro la presión de las masas, de los medianos y pequeños productores del campo y la ciudad, de los estudiantes, de los trabajadores, de las etnias indígenas obligan a Santos y al sector de clase que representa no sólo a dar concesione programáticas sino a llegar al extremo de una alianza que en otro momento resultaría imposible.
Pactar con la izquierda evidentemente no es un acto de sumisión ni incondicionalidad de Santos al amo del Norte. Claro como todos los políticos burgueses Santos puede no cumplir sus promesas electorales, hacerse el loco, no lograr cumplirle a las FARC, ceder a las presiones de los guerreristas y el narcotráfico. Pero ya se ha andado mucho camino y el triunfo electoral favorece la paz. A juzgar por los avances de las conversaciones de paz en La Habana entre el gobierno y las FARC, sólo el triunfo de Zuluaga hubiese dado al traste con las conversaciones, el muñeco del ventrílocuo Barito ya lo había hecho público durante su campaña electoral.
Por eso el título de mi artículo: ¿GANÓ SANTOS O GANÓ LA PAZ?