Durante los últimos días, la crisis del régimen de la segunda restauración borbónica ha empezado a desprender un cierto hedor.
Hemos sabido que es muy probable que la gente normal y corriente, a la que se ha acusado de causar la crisis económica por "vivir por encima de sus posibilidades", era la única que no tenia una tarjeta de crédito de Caja Madrid para llegar a fin de mes.
Que el pobre Florentino Pérez, principal accionista y directivo de la constructora ACS tampoco tenía la culpa de que cada vez que se inyectase gas en el depósito Castor, frente a las costas de Tarragona, temblase la tierra y, por lo tanto, se le indemniza con 1.350 millones de euros.
Y que la auxiliar enfermera Teresa Romero ha provocado, al cuidar a uno de los misioneros trasladados desde Africa, que la epidemia de Ébola haya llegado a Europa, a pesar del desmantelamiento previo del Hospital Carlos III y de la falta de formación sobre los protocolos a seguir.
La culpa de la crisis del régimen la tienen los de siempre, la gente normal y corriente. Ellos, la casta, siguen sacrificándose por nosotros, señalándonos con el dedo.
Están preocupados, con razón, porque se respira un cierto aire a motín, aunque solo sea la urgencia por abrir la ventana y respirar aire fresco.
Al pueblo de Cataluña se le prohíbe opinar "cautelarmente" sobre si quiere un estado y si este debe ser parte de la monarquía borbónica o una república que busque confederarse con el resto de los pueblos ibéricos.
A Oteguí, el principal dirigente político del proceso de paz en el País Vasco se le mantiene en prisión ya por quinto año.
Y seguimos esperando los juicios por corrupción de Gürtel, Barcenas, Urdangarín, Mata…una larga lista de defraudadores a los que se suman todas las semanas personalidades como los Pujol, los Blesa, Rato…Incluso dirigentes de la izquierda que decidieron dejar de vivir por debajo de sus posibilidades sin esperar al resto de la gente común y corriente. Un hedor insoportable.
Comienza a arremolinarse un viento puro que amenaza con limpiar todo este hedor. En cuanto que la gente pueda votar y decir lo que piensa, en cuanto los tertulianos les dejen hablar…Las elecciones municipales y autonómicas, según todas las encuestas, van a ser una explosión de rabia de toda esa gente común y corriente. El PP pierde ya más de 19 puntos y empieza a no encontrar su suelo del 30%.
El único colchón que le sostiene es la división de la izquierda, desperdigada sin una alternativa lo suficientemente fuerte como para abrir las ventanas de par en par.
La izquierda necesita volver a reconocerse, saber que puede limpiar todo este hedor si es capaz de construir la unidad de las izquierdas en toda su pluralidad alrededor de un mismo objetivo: respirar otra vez sin tener que oler a tanta podedumbre.
Llega el momento de que de verdad podamos vivir por encima de las posibilidades de esta casta maloliente, que decididámos, aunque solo sea sobre nuestras vidas.
No nos dejemos deshauciar la rabia.