Donald Trump, quien se presenta así mismo, sin modestia alguna, como dueño y señor de una fortuna tan grande que uno leyendo la cifra se distrae y pierde, tanto como si lo encontrase de repente y mirase la ridícula cabellera que porta el anciano, ha presentado su candidatura declarando sin recato con racismo, tan abundante como sus reales, primero contra los mexicanos y luego los chinos. Es más, después de haberse manifestado contra los primeros declara a los segundos como peores y esto significa para él, una presencia nociva para Estados Unidos.
Haría, para evitar que todos los latinos, no sólo los mexicanos, se lleguen a su país, una muralla o muro que según él, la que ya existe, con sus cazadores de humanos de policía fronteriza respectivos, se quedaría chiquita y para museo.
¿Cuánto habrán aportado chinos, mexicanos y latinos todos con el señor Trumb en el amasamiento de la fortuna que según los medios tiene y de la cual él se ufana?
No cabe duda que mucho. Pero posiblemente ahora, a esta altura de la vida y por el modelo que ahora prevalece en Estados Unidos, donde los capitales en buena medida se trasladan fuera de su territorio en busca de mano de obra barata y la crisis que azota a ese país, obliga a los nacionales o gringos a volver por los puestos de trabajo que antes despreciaban y han estado desempeñando latinos y chinos, haya entusiasmado y fundamentado a Trumb y muchos como él a recoger de la basura ese discurso racista y xenófobo.
Pero curiosamente, el discurso del multimillonario que se ofrece como precandidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano, colocado a la derecha de Jeb Bush, lo que ya es bastante decir, aparece asociado a los brotes secretos del Kukuxklán en varias partes de aquel país. Aunque todavía, hemos dicho todavía, parece débil y como expresión de algo que por ahora es minoría. ¡Pero las crisis suelen producir sorpresas! Veamos por ejemplo, como ahora la mayoría aplastante del pueblo griego se pone de parte de su gobierno para desafiar al FMI y al resto de Europa. Eso, no mucho tiempo atrás, era impensable. ¡El mundo te da sorpresas!
Pero si eso de Trumb parece cómico, una escena o fiesta de payasos, una vuelta a la época de "Las brujas de Salem", mediante la cual el personaje en cuestión, de un mal gusto que suele aparecer asociado a las abruptas fortunas, pretende atraer al electorado, aunque sea uno como para hacerse notar a bajo costo, también es cómico o cómica la reacción que su pose ha provocado.
Ya es larga la fila de personajes del mundo del espectáculo – palabra muy apropiada para el caso, con toda la connotación que ella tiene – que han mantenido silencio absoluto o indiferencia frente a todas las calamidades que sufren los latinos todos y especialmente los mexicanos, en buena medida derivadas del racismo, quienes han estado saliendo a manifestar su desacuerdo – esta palabra cautelosa también es adecuada y pertinente – ante los arrestos racistas del millonario Trumb, quien por cierto ha estado ligado al mundo de eso, el espectáculo, entre ellos los certámenes de belleza y grandes cadenas televisivas.
Las figuras latinas del espectáculo, de las tantas que se fueron a Estados Unidos porque allá encontraron la plataforma adecuada para impulsarse en el mundo que les atrae, que no es precisamente el arte y dentro de este la buena música, danza, actuación, sino asuntos menos poéticos y creativos, quienes siempre han ignorado los sinsabores de la persecución, atropello a latinos, negros y nacionales de otras partes del mundo, porque ellos no han sido tocados, ahora hacen cola para declarar en contra del señor Trumb.
Es tanta la pantallearía de figuras del espectáculo –volvemos con la palabra – que uno termina como por percibir al triste y deprimente personaje cual un bufón, hasta simpático, de quien otros bufones y payasos se quieren servir para actuar como adalides de una causa que antes han ignorado y frente a la cual han preferido hundir la cabeza como el avestruz.
Por ahora, por esas reacciones, y por lo que pudiera representar dentro del universo gringo, declarar contra Trumb, sus payasadas y hasta barrabasadas racistas, sobre todo cuando importantes medios de ese mundo del espectáculo, como ciertos canales de televisión, de él se distancian, parecieran haberse convertido en buen negocio y jugada para ganar indulgencias, no por defender altos principios, sino asegurar ventajas materiales.
Pero es verdad que el fascismo pareciera, como el Ave Fénix, renacer de sus cenizas. En los últimos meses, en Estados Unidos, se han intensificado las manifestaciones racistas. Cada día, en alguna ciudad del gran país del norte, la policía asesina jóvenes negros por razones fútiles. Hace pocos días, en Charleston, un joven blanco asesinó a mansalva a varios afroamericanos dentro de una iglesia y se justificó diciendo que representaban un peligro para su país y grupo étnico. Pero lo más grave, y no me refiero a éste último, en la mayoría de los casos la autoridad competente, el poder judicial, se ha mostrado demasiado benévolo con los agresores y racistas.
Lo curioso, es que ante ese problema o avalancha discriminatoria, tan grave que ha preocupado en exceso al propio presidente Obama, ninguna de las figuras que ahora hacen cola para declarar contra Trumb, nada han dicho, como tampoco frente a los frecuentes actos agresivos contra ciudadanos latinos por motivos relacionados con la migración, estadía en aquel país y exclusión de los servicios básicos gratuitos.
Por último, ¿no es acaso una manifestación de fascismo que el Pentágono haya dado rienda suelta a sus fuerzas militares a agredir periodistas si eso fuese necesario para sus fines? ¿Qué significado habría que asignarle al dramático hecho que en los últimos diez días siete iglesias pertenecientes a la comunidad negra hayan sido incendiadas?
Por todo lo anterior uno cavila y se pregunta qué harían esos personajes si, como en la época de la gran depresión, de la tercera década del siglo veinte, crisis de 1929, volviera a Estados Unidos la política racista del Macartismo, de la persecución a los nacionales llegados a Estados Unidos en busca de trabajo e incorporados a los reclamos de justicia, lo que no fue más que la manifestación de lo que ahora predica Donald Trumb.
El mundo del espectáculo da cabida a los payasos. Son necesarios y abundan los buenos artistas en esa área. Pero son malos los payasos de la vida real, aquellos que sólo se mueven cuando alguien los tingla o se guindan y halan para sacar alguna triste ventaja. ¿A quién engañan?