El Papa Francisco, a mí, no sé, me da la impresión que saltó la talanquera de allá para acá. Tomo como referencia esta dirección, no por los Papas que he conocido, o lo que es lo mismo quienes lo han sido durante mi ya larga vida, sujetos todavía al juicio de la historia, entre los cuales hubo de todo, hasta notables, dignos y preocupados por la gente, sino por aquellos de los libros de historia, quienes sí alguna vez tuvieron contacto con la tierra y la humanidad, ni se enteraron que había pobreza e injusticia porque formaban parte y hasta fueron cabezas visibles de las instituciones que aquéllas prodigaban y protegían; siempre estuvieron del lado allá y para acá ni veían; ejercieron el poder en muchos Estados hasta despóticamente y armaron Cruzadas, o mejor guerras, y que para combatir infieles que no eran sino practicantes de religiones distintas como mahometanos, musulmanes, lo que ya era una intolerancia, pero en verdad se trataba de asegurar negocios. Las Cruzadas fueron grandes empresas promovidas por los papas y autoridades religiosas, en las que comerciantes y terratenientes participaron con "fervor" ¡Claro, aquellos Papas, como "señores" que eran, aprovechaban los servicios prestados y sacaban sus ventajas! Esos papas dejaron una escuela, institución con una cultura y concepción política muy sólida y tradicional que ha venido cambiando, sin duda, de manera paulatina, pero lenta, hasta llegar a Francisco, quien pareciera haber dado un salto descomunal.
El papado pues, a lo largo de buena parte de la historia, estuvo del lado de los poderosos y la institución misma ha estado formando parte de ellos; eso explica como muchos altos jerarcas de la iglesia, unos cuantos obispos alrededor del mundo, persisten todavía en mantenerse del lado de allá, formando parte o simplemente apoyando a los círculos de terratenientes, empresarios y gobernantes que a éstos representan. Los intentos de imponer justicia de Bolivia, Ecuador y Venezuela, han encontrado entre los altos dignatarios católicos sus más acérrimos opuestos.
Pero Jorge Mario Bergoglio, quien meses atrás recibió dos veces, con pocos días de intermedio, al "Pelusa", Diego Armando Maradona, con sendos abrazos tan efusivos y apretados, que a uno no le quedó duda que lo hacía con un compatriota famoso, el mejor jugador en la historia del fútbol, de quien se siente orgulloso - ¡ni que no fuera argentino! – y al ciudadano del mundo que es hoy el "cabecita de fósforo" o el N° 10. Con la mala fama que la derecha le ha dado al Diego, no por su pasado relacionado con el consumo de droga, porque si eso fuese verdad cómo explicaría sus buenas relaciones con una interminable lista de personajes que todavía la consumen y lo que es peor, su complacencia con conocidos narcos, de quienes hasta recibe financiamiento, sino por las posiciones políticas del jugador "del gol de la mano de Dios", incluso contra la FIFA, que son de vieja data. Era pues como natural que un Papa, de los de antes, no lo recibiese y en última instancia, por lo menos, apenas le mirase de lejitos por ser un compatriota famoso, porque no se puede ignorar al pequeño pampero. Pero no, Jorge Bergoglio, al Diego le abrazó con alegría como se hace con un hijo, no una sino dos veces. Quien eso ponga en duda, puede pedirme las fotos y se las enviaré con gusto.
En Ecuador, como antes lo había hecho en el Vaticano, también abrazó a Rafael Correa, para demostrar al mundo su opinión sobre las malas intenciones de la derecha de ese país contra un presidente que, después de varios años en el poder, todavía ahorita mismo, esta tarde, se informa que cuenta con más del 62 % del respaldo de sus compatriotas. Francisco, en el Vaticano, cuando Correa le visitó, hasta llegó, cosa inimaginable, contarle un chiste. Le dijo, "como soy argentino, muchos imaginaron que adoptaría como Papa el nombre de Jesús".
¿Cuándo un Papa haría un chiste y de esos a un funcionario, por muy alto que fuese y quien de paso no goza de la simpatía del Departamento de Estado y la Casa Blanca y menos de las altas autoridades católicas del país de Correa?
Cuando llegó a Bolivia se mostró igualmente gozoso al abrazar a Evo. No puede pasar por alto un hombre de la sensibilidad de Francisco lo que representa Evo Morales Ayma. El primer presidente desde la fundación de aquella nación hijo de indígenas y lo que es más, expresión de los más humildes pobladores de la hija predilecta de Simón Bolívar. La Bolivia predominantemente indígena, que antes del ascenso de Evo, por decisión soberana y democrática de su pueblo, los presidentes se sucedían unos a otros en breve tiempo, sin cumplir lo establecido en aquellas viejas constituciones y los golpes de Estado, promovidos por la embajada gringa, se daban en seguidilla. En ese país parecía sensato despertar en la mañana y preguntar ¿quién amaneció hoy de gobernante en el Palacio Quemado? La Bolivia, donde la mayoría de sus pobladores, los originarios nada significaban ni tenían derecho alguno, salvo en la palabra escrita, en aquella sociedad donde la minoría imponía su voluntad a la mayoría con el respaldo de una casta de civiles y militares indigna y racista. Una Bolivia donde la economía estaba destruida porque los grupos dominantes y la claque militar corrompida se distribuían los beneficios y la población mayoritaria vivía en la más indignante pobreza y absolutamente excluida. Cada presidente, después de haber robado, cuando le tumbaban se llevaba, como hicieron los Somoza a la entrada de los sandinistas a Managua, todo cuanto de valor tuviesen a su alcance, sin contar lo que antes habían enviado furtivamente al exterior a cuentas secretas. Por supuesto, habría que excluir de ese dramático cuadro aquellos soñadores que en 1952 asumieron el poder y pusieron andar la "Revolución Boliviana" o Revolución Nacional (RN) encabezada por Hernán Siles Suazo y Juan Lechín de la Central Obrera Boliviana, quienes fueron desplazados del poder por un golpe de Estado en 1954.
Pero todo eso que hemos dicho de Bolivia es válido para el Ecuador. País por cierto a quien le impusieron un presidente, Galo Plaza, no nacido en su territorio, sino en New York, menos criado entre los ecuatorianos. Francisco, de allí mismo, de Buenos Aires, bien sabe todo eso. Nadie le va contar historias acomodadas. Por eso, los abrazos a los presidentes antes mencionados y su inocultable respaldo a ellos en sus discursos donde condena la pobreza, el enriquecimiento desmedido y exalta los esfuerzos que hombres, como los presidentes de Bolivia y Ecuador, hacen en favor de los más débiles.
Cuando esta tarde arribó al aeropuerto de La Asunción, Paraguay, el más desprevenido pudo percatarse que el comportamiento de Francisco ante el presidente Cartes, no fue lo amigable y expresivamente amoroso que cuando se halló ante los dos presidentes arriba mencionados. Francisco sabe que el gobierno paraguayo ante los pobres, los indígenas, no tiene la misma actitud de aquéllos y por eso los poderosos, quienes controlan las pocas riquezas de ese país sureño y guaraní, no le arman guarimbas ni intentan tumbar al presidente. Se conoce que el gobierno paraguayo organizó los eventos para impedir que el Papa tuviese contacto con los inconformes, la representación indígena y de todos los excluidos. Pero Francisco, a quien no le leen en otro libro que no sea el suyo, pidió reunirse con la gente de un barrio humilde de La Asunción que pese su pobreza material, mantiene una actitud de rebeldía frente al gobierno y la clase dominante y donde un viejo cura jesuita, como él, ejerce liderazgo espiritual, hasta en la inconformidad y enfrentamiento al gobierno.
Todo eso revela que Francisco saltó la talanquera, pero para el lado de acá, donde están los "desdentados e ignorantes".