Llevo varios días sin escribir. Unos pocos amigos, hasta distantes entre ellos, han tenido la gentileza de comunicarse conmigo para saber el por qué. A todos les dije más o menos lo mismo; sin proponérmelo, estaba tomando como por inercia parte en un debate que ponía como centro de mis críticas al gobierno y olvidaba los zarpazos del enemigo. Hasta sobre el caso Cuba, donde observo a muchos como embelesados y celebrando un triunfo que no percibo, pese al esfuerzo que hago para lograrlo y sólo veo nubarrones, he hecho advertencias que, de repente, son entendidas por quienes siempre han estado con uno, como inadecuadas y contrarias al interés del pueblo antillano y su revolución. Pero resulta que ellos también creen que Cuba ha obligado al imperialismo estadounidense a sentarse a dialogar civilizadamente y reconocerle derechos antes negados. Yo no sé cuáles, por mucho que me esfuerzo, pero ellos si los ven claritos. Es decir, por donde intentase insertarme o introducirme terminaba asomando la cabeza en el mismo sitio.
Por este drama y mi firme disposición a no participar en divisiones del movimiento popular pese a que mis ideas o aquellas que crea pertinentes no prevalezcan, he decidido intentar ayudar a que se imponga la sensatez o encontrarla y que quienes discrepan sobre algunos asuntos coyunturales, lo que no quiere decir sean de poca importancia, sepan encontrar los puntos fundamentales sobre los cuales acordarse y por encima de todo, identificar con propiedad al enemigo fundamental e histórico. Por ahora, me propongo hacer algunas reflexiones sobre el imperialismo; asunto sobre el cual sé poco, pero esa circunstancia no me invalida para comentarlo, sabiendo que como docente que soy, de alguna manera a alguien puede servirle y ayudar.
Sobre todo porque pareciera que seguimos viendo al fenómeno político económico mundial como en la época de Lenin, de cuando habló del asunto y hablábamos luego "del imperialismo yanqui" y estuviésemos convencidos que con él, esa versión, ahora en crisis, estuviera a punto de desaparecer o hundirse el capitalismo y por supuesto el imperialismo. En veces, por el usual lenguaje de muchos años y la experiencia particular de cada pueblo, se tiene una visión unilateral del fenómeno y obviamos su naturaleza verdadera y que su conducta, la propia de un estadio elevado de la acumulación capitalista, pudiera en determinadas circunstancias parecernos diferente. El imperialismo hay que conocerlo bien para enfrentarlo mejor. Hay cazadores muy crueles, los de la vieja escuela; de las trampas de la vieja usanza, destructiva y dolorosas y los hay quienes son sutiles, porque la coyuntura que enfrentan les obliga a ofrecer una cara más generosa. Porque el imperialismo de hoy tiene varias facetas. Hay quienes por la fuerza de la costumbre han internalizado que el imperialismo es sólo EEUU y percibiendo, como percibe también uno, que hoy parece una fiera seriamente herida, lo que la hace mucho más peligrosa, no obstante suspira pensando que con ella desaparecería el imperialismo y quedaría expedito el camino al socialismo. Por algo, un hombre experto y comprometido como Silvio Rodríguez, llegó a expresar con euforia "¡Cuba sí! ¡Yanquis también!". Para agregar luego "Nunca pensé viviría este día. Ahora las cosas deberán ser mejor que antes". Es posible, no sé, habría que preguntarle, si contrario a quien esto escribe, el gesto gringo de apresurarse a abrir una embajada en su país, sea para él un signo de buena voluntad.
Es básico, muy elemental, "Imperio" e "Imperialismo", son dos categorías diferentes. Los imperios como el napoleónico, español, francés, británico, ruso del tiempo de los zares, portugués y hasta el chino, tenían sus particularidades como la anexión de territorios ajenos y las consecuencias pertinentes en el ámbito político y económico*. La palabra que se usa sistemática y acríticamente sirve para crear un espejismo. Identifica al imperialismo, el gran enemigo de la humanidad y del futuro de la existencia pacífica y en justicia con un espacio. Pero también pudiera servir para sustentar un proyecto que no necesariamente representa el legado popular y el que nosotros llamamos de Chávez. El imperialismo es otra cosa; es la etapa de la abundancia y hasta exceso de capital acumulado en un área, sobre la base de la explotación del trabajo de los humanos en ella, que se desplaza a otros territorios o espacios, cercanos o lejanos para invertir en ellos produciendo los resultados conocidos, como explotar también la fuerza de trabajo, aprovecharse de las materias primas, del talento, estructuras y maniatar a quienes fungen de administradores de la "independencia" y, disponer, por mecanismos a veces sutiles, de la voluntad de ellos y de las riquezas de los espacios que invaden. En fin, trasegar las riquezas a los pocos amos del capital en detrimento de las mayorías. El capital, proceda de donde proceda es así, de la misma naturaleza, aunque en algún momento, como solía decir mi suegro, refiriéndose a otras circunstancias, "se vista de cura". No hay imperialismo bueno. No es cosa de cerrarse ante el diablo, pero tampoco de entregarle el alma.
Hablar de imperio por imperialismo aparte de anti histórico, es peligroso porque pudiera generar una idea falsa y conducir a la comisión de errores fundamentales. Con razón, alguien dijo que el único imperio existente es el británico y los Estados imperialistas ahora son o pudieran ser bastantes. No sería la primera vez que los capitales y capitalistas se alineen en grupos o legiones diferentes y hasta entren en conflictos. La mayoría de las guerras de la humanidad desde la llamada era moderna han sido enfrentamientos entre capitalistas no para defender utopías o normas morales sino vulgares intereses capitalistas. Los conflictos entre el capital son tan comunes como como entre el capital y el trabajo, aunque obedezcan a distinta naturaleza. Pese la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS y la excesiva debilitación, si no es pertinente decir, abandono de los proyectos socialistas de Eurasia y el Asia, lo que también incluye al Vietnam de Ho Chi Minh, para dar paso a nuevos modelos capitalistas, las tensiones militares lejos de disiparse aumentan y el armamentismo sigue siendo la gran fuente de acumulación de capital.
El fin de la "guerra fría", la caída del muro de Berlín, la disolución de la URRSS, la división de naciones que dentro de esa llamada "Unión" extra nacional aparecían unidas, el hundimiento de los gobiernos del Pacto de Varsovia y hasta de la orgullosa y próspera Yugoslavia, para dar paso a un mayor número de naciones capitalistas, por lo que se habló del "fin de la historia", en primer término, pareció significar un triunfo del modelo capitalista frente a lo que entonces se llamó el socialismo real, que en nuestra opinión, no importa lo que por ello se me diga, no fueron sino "malas caricaturas" de lo que el marxismo habló de socialismo, sin dejar establecido o por sentado, por fundamentos filosóficos, que había modelo alguno, porque sus constructores, los pueblos, no se habían puesto de acuerdo nunca. Pudiera uno decir que se apuró en demasía el cocimiento, precisamente por inexperiencia, no se usaron los condimentos pertinentes, desperdició el conocimiento, deseo, habilidades, sabiduría de la convivencia de las grandes multitudes, sustituidas por "el toque mágico" de los predestinados.
Después de esos acontecimientos, de sus cenizas, lejos de aparecer gobiernos con un proyecto o disposición novedosa para profundizar el socialismo, tanto en Europa del Este como en Eurasia, surgieron formas capitalistas no estatales y hasta capitalistas con capitales sin que hasta ahora uno sepa de dónde. Hay quienes opinan, hablo de académicos, que unos salieron de los bolsillos gringos y europeos del oeste y otros de lo que ahora llamaríamos "enchufados" en los gobiernos comunistas desaparecidos, quienes mantuvieron sus fortunas encaletadas. Rusia, la de Putin, por sólo nombrar una, es una nación capitalista y eso no tiene duda alguna, pese a que todavía en algún sitio mantenga, por razones de respeto a la historia, una estatua o busto de Lenin, como podrían conservar en iguales condiciones, recuerdos del Zar Nicolás. En Alemania, específicamente en Berlín, existe un muy visitado museo en honor Karl Marx. Los chinos, no se han desprendido de los recuerdos de Mao y hasta le rinden honores aunque su escuela y poesía no sean la expresión de lo que ahora China es, una enorme potencia y en crecimiento desmedido que exporta capitales y procura desplazar competidores sin dejar a un lado en esencia la lógica del capital, aunque utilicen procedimientos apropiados para los tiempos. No es un pequeño país, con pocos capitales de los cuales alguno exporta o coloca más allá de su frontera; es un gigante y con un alcance impredecible. Pero en la China misma, por lo poco que uno sabe, pese al hermetismo pero también por la imposibilidad de ocultarlo todo y tapar cada resquicio, se sabe que subsisten un gigantesco capital estatal al lado de enormes fortunas personales que uno tampoco, después de la gesta y lo estatuido por Mao, siquiera sospecha su procedencia. No es absurdo agregar como comentario que todo eso acontece pese se diga y se informa que la ley estatal China parece como bastante dura contra quienes se apropian indebidamente de los recursos del Estado.
El capitalismo tiene su dinámica, sus leyes y hasta sus hábitos. La lógica del capitalismo es la misma en cualquier espacio. Sin importar su procedencia, su norte es ganar y multiplicarse. Para decirlo en criollo, en su afán de lograr sus fines, comportarse de acuerdo a su manera de ser, no se para en hueso. No hay capitalismo bueno y capitalismo malo. Lo que pudiera haber son estilos o estrategias distintas que varían y variarán según las circunstancias. Los ingleses, hablando de imperios, en veces se ofrecían como buenos ante los americanos que combatían a España, tratando de "pescar en río revuelto"; ahora grandes capitales tratan de penetrar donde antes lo habían hecho o en la deseada amplitud, y para lograrlo es necesario, como cualquier vendedor, hacer la mejor oferta y poner la más graciosa de las caras. Ahora mismo, la Exxon Mobil pudiera presentarse ante el gobierno de la ex Guyana Inglesa, como la aliada generosa, impoluta y desinteresada para salvarla de las "garras imperiales" de Venezuela.
Pero lo que quiero destacar es lo que cualquiera medianamente informado sabe, sino que pese a lo que muchos no creen y hasta no quieren ver, el capitalismo está vivo y coleando. Que alguien, sin que en eso no le falte razón, vaticine, repita o como quiera que sea, afirme que el modelo capitalista asociado a EEUU o que este país, como centro que ha sido del capitalismo mundial está en decadencia, crisis y a punto del colapso, no significa que el modelo capitalista lo esté y lo que es peor, al borde la desaparición para dar paso a un modelo diferente.
Lo que pareciera ser cierto, y hay evidencias de distinta naturaleza que conducen a pensar eso, EEUU es una potencia en decadencia; tanto que sólo por la fuerza, la promoción de guerras por demás injustas, apropiación indebida de lo que no le pertenece, una severa crisis que cada día aminora su crecimiento, falta de recursos energéticos y hasta agua, soportada por la industria bélica y una economía pendiente de los recursos que no le pertenecen, mientras otras potencias capitalistas de más empuje le compiten. Pero al mismo tiempo, esas "otras potencias", con China a la cabeza, avanzan sin descanso y con empuje y como capitalistas al fin, comienzan a colocar sus capitales en espacios donde antes EEUU mantuvo un dominio indiscutible. El capital puede estar aquí o allá, bajo una bandera u otra pero en definitiva su lógica será la misma. Es decir, la bandera o pendón del imperialismo pudiera cambiar de sitio y hasta de procederes por los momentos, es cuestión de amansar al mercado, pero el capitalismo y el imperialismo vivos están y por tiempo.
Es posible, es lo usual, que esas potencias ahora emergentes, que son varias, si se les puede llamar a todas así como China, India, Rusia, por sólo nombrar tres, aunque el número es mayor, aparezcan ante nosotros, los países pequeños, esos que el maestro Juan José Arévalo llamó "las sardinas", con ofertas más generosas. Sería lo que los expertos en el ramo llamarían atractivas "formas de venta" o generosas políticas de comercialización o penetración, como más humanas y comprensivas, menos leoninas y expoliadoras que aquellas de la vieja usanza, que usaron desde el principio porque no tenían competencia y sus víctimas experiencia alguna o por dirigentes tristes personajes con las agallas demasiado inflamadas y, para completar el cuadro, a nadie a quien rendirle cuenta.
El capitalismo no está muerto. Lo que pudiera verse agonizando y con sus "armas melladas" y hasta demasiado conocidas sus mañas, que ya a pocos engañan, es aquel que se asocia a EEUU. Pero el capital no tiene patria, cédula de identidad, pasaporte ni sabe de fronteras. Se va de aquí para allá según le convenga y logre su propósito. No importa, ha aprendido que para reponerse puede empezar ganando poco, saludar y hasta abrazar a quien en otras circunstancias no haría; sabe esperar el momento. El capital como la sangre, sobre todo la del mismo tipo, puede recibir donantes y tributarios y fortalecerse, poco importa si antes estaba allá y ahora acá; antes con unos socios y ahora con otros; puede cambiar de estilo por momentos, sabe bien que llegará el momento de volver a los procederes de antes. Sabe bien que unas son de cal y otras de arena.
El bloque europeo capitalista, también está en crisis. Lo que acontece en Grecia, a quien ahora intenta "salvar" con un purgante que antes han aplicado dos veces sin que mejore el enfermo; en España y Portugal, por sólo nombrar esos tres de la Zona del Euro, revelan la magnitud del problema y la amenaza que se cierne sobre el bloque que a su vez es socio de EEUU. De donde uno pudiera creer con fundamento que la OTAN pudiera estar convirtiéndose en una asociación o manada de burros, arruinados, quebrados de las patas, armados y sin duda eso les hace más peligrosos. Pero nunca que el capitalismo agoniza, pues es evidente que retoña con fuerza en otros espacios. ¿Acaso los BRICS no son exhibidos como un refulgente alternativa? ¿Y no son ellos un grupo de países capitalistas en ascenso? ¿O no? ¿Es pertinente pensar que nuevos grupos de países capitalistas poderosos, ya en los andares propios del capitalismo, exportación masiva de capital, tendrían en el futuro una conducta diferente a lo que en esencia califica la lógica del capital?
Dejo esto hasta aquí, mediante lo cual espero haber dicho lo que pudiera decir de otra manera quisquillosa y hasta divisionista. Pero precisamente, lo que interesa es mantenernos unidos porque el capital, ese que pudiera tener la cola en una parte del mundo y la cabeza en otro, por lo mismo que aquí me sonríe y allá me gruñe y hasta muerde son saña, le conviene que nos dividamos y tomemos o pensemos que estamos viendo la cabeza y en verdad sólo es la cola. Pero haberlo dicho es bueno porque pudiera servir para reorganizar nuestros pensamientos y discusiones.
En la próxima hablaremos del por qué nos dividimos por asuntos que no lo justifican. ¿Por qué nos negamos a discutir lo que nos separa si no es tan profundo ni se ha tocado lo estratégico? ¿Por qué nos organizamos como soldados, unos dándoles las espaldas a otros para no escucharnos? Hablemos de lo que nos une y conviene. Pensemos como dice Héctor Navarro, "prefiero este gobierno a uno de López o de María Corina". ¿Es difícil que entre quienes discrepamos podamos llegar a acuerdos? ¿Eso no lo hizo posible Chávez? ¿Acaso volvemos a la vieja, pequeña, grupal y egoísta práctica de la vieja izquierda? ¿Sólo quienes me rodean, forman mi primer anillo tienen la verdad y son dignos de confianza? ¿Es verdad que quien siempre me aplaude es mi amigo y digno de tomarle en cuenta? ¿Discrepar significa estar en contra?
Por último, ¿es necesario porque discrepo, no logro hacerme oír, con lo que eso significa para mí, no se hagan las correcciones que reclamo, salir a colocarme en la acera de enfrente y confundir al gobierno con el enemigo fundamental de mis luchas de siempre y pertinentes a mi compromiso histórico con el movimiento popular?
De eso hablaremos luego.
*Caso particular pareciera aquello que los árabes llamaron "Califatos", como el de Córdova, en la España andaluza. Allí estuvieron ochocientos años. Dominaron políticamente. Dejaron una rica herencia cultural y arquitectónica inevitable como las mezquitas y la Alhambra en los alredores de Granada. Costumbres derivadas de su simple larga permanencia misma, pero también supieron respetar muchos valores tradicionales de la cultura española frente, a los cuales, como la religión y la lengua, mantuvieron profundo respeto.