Cuando en 2008 Barack Obama ganó las elecciones escribí en Últimas Noticias Un negro en la Casa Blanca, artículo en el cual calificaba como "un buen augurio" la llegada de un afrodescendiente a esos espacios. Sin embargo, refería que, por "su afán de incluir más que de excluir", se convertiría en blanco de ataque de esos grupos extremos cuando se distanciara de Bush hijo. Por ello no significaría un cambio radial.
Algo parecido pienso del reciente encuentro entre los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro en Ecuador, Quito, gracias a la intervención de sus homólogos Rafael Correa y Tabaré Vásquez. El solo hecho de que se haya dado es positivo, significa una bofetada a la derecha internacional; en especial, a la de Colombia. Les presento brevemente mi análisis de esto.
El conflicto fronterizo con Colombia se había convertido en el pretexto perfecto de la derecha internacional para atacar al Estado venezolano con los calificativos de criminal, violador de derechos humanos y drama humanitario, mientras manipulaba con la deportación de colombianos, la demolición de viviendas que estaban al servicio del hampa, entre otras cosas.
Por consiguiente, nada más el que se diera la reunión, pone en evidencia la falsedad de ese discurso, que tiene por fin promover la desestabilización y llamar a una intervención estadounidense en Venezuela.
Luego, aunque no mencionara el paramilitarismo, el que Santos reconociera que existe una crisis en zona fronteriza con Venezuela es algo, y manifestar su intención de ayudar resolverla es bastante. Significa reconocer al otro, legitimar su imagen, en este caso, a Maduro, quien avanzó sustancialmente en su propuesta de diálogo. Y con ello, Santos se distancia significativamente de Uribe Vélez, representante número uno de la parapolítica colombiana.
A pesar de lo anterior, JM Santos es de derecha: no puede ir contra de ese pensamiento neoliberal que ha llevado a Colombia a la dependencia económica extrema con Venezuela, y demostrado la ineptitud del Gobierno colombiano para garantizar a su población condiciones sociales mínimas. Esto se ha puesto en evidencia con el estado de excepción iniciado desde el Táchira, continuado por el Zulia, y extendido hasta Apure.
En definitiva, aunque no tanto como quisiéramos, dicho encuentro es bueno, porque ha ratificado el éxito del discurso de paz del mandatario venezolano en un contexto en que la guerra se vende como la mejor opción.