El encuentro entre los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro en Ecuador, Quito, en general, es positivo. Con ello el primero reconoce al segundo; uno legitima la imagen del otro, y viceversa. Gracias a esa reunión, el presidente venezolano avanza sustancialmente en su propuesta de diálogo.
El conflicto fronterizo con Colombia se había convertido en la excusa perfecta de la derecha internacional para crear una campaña de desprestigio contra el Estado venezolano, a través de calificativos como criminal, violador de derechos humanos y drama humanitario.
Por consiguiente, el que se diera la reunión, pone en evidencia la falsedad de ese discurso de los medios derechistas para desestabilizar y llamar a una intervención en Venezuela, similar a la de Irak, Libia o Siria.
Luego, el reconocimiento de Santos de que existe una crisis con Venezuela es algo. Comprometerse a resolverla es bastante. Con esto, Santos se distancia de Uribe Vélez, representante número uno del paramilitarismo, que es otro estado no legitimado en Colombia, tal como las FARC, con la guerrilla.
A pesar de lo anterior, como JM Santos es de derecha, no puede ir contra de ese pensamiento neoliberal que ha llevado al país vecino a la dependencia económica extrema con Venezuela, para demostrar su fracaso en garantizar a la población condiciones sociales mínimas.
En concreto, dicho encuentro ha ratificado el éxito del discurso de paz del mandatario venezolano en un contexto en que la guerra se vende como el medio que todo justifica. Aunque la solución definitiva, además de la voluntad de Santos, dependerá de cuánto las Fuerzas Armadas Revolucionarias lideradas por Timochenko, y los paramilitares por Uribe, cooperen para remediar los males en la frontera. Algo que para nada resulta fácil.