Hallamos mucho parecido entre este pesimismo del excelentísimo Papa latinoamericano, de súbito e inesperado ascenso-por cierto-luego del innegable y cada día más reforzado éxito obtenido galopantemente por el “Niño Hugo”, de Sabaneta para el mundo, así, con todas sus tetras y connotación correspondiente, y aquel falso “Fin de la Historia” cuyo autor desvergonzadamente terminó retractándose-y consiguiendo más dólares con ello-por una contraorden del mismo amo que le encomendó y aprobó su falso positivo literario usado como estrategia agónica de verdades ya innegables por vías ordinarias: la mediática del clonaje, del refrito tomado aquí y remito sin añadiduras allá, en materia de que el Socialismo o cielo terrenal sería “el único” camino de tránsito social pendiente de llegar a sus virtuosas metas de largo plazo, con todas sus inevitables dificultades cuales estaciones entre aquella acomodaticia sentencia romanoponciana y la Cruz de la “inmolación” , sumisamente asumida, y en respuesta al falso positivo ortodoxo religioso que lleva ya más de 1.500 años prometiéndole a los pobres del viejo sistema feudal y a los proletarios del burguesismo un paraíso en el Cielo a costa del encarecido e inflado sobrecosto de las penurias que el pobre de los sistemas feudal y burgués sufren cada segundo de vida capitalista, y cielo terrenal que este novísimo Niño de Sabaneta se encargó de dárselo al marginado venezolano-no sólo ofrecérselo-ya que no basta ninguna promisión en vida que en esta no pueda cumplirse.
La sola posibilidad de asomar que pudiera acabarse la Navidad es negar la inmortalidad del propio Dios que enarbola el Cristianismo.
El excelentísimo Papa actual no logra distinguir entre las guerras convencionales modernas que son un hecho visible y sufrido actualmente por todo el mundo, por ricos y pobres, por burgueses y proletarios, por creyentes y ateos, por idealistas y materialistas, y una Guerra Atómica que es la que lo convierte en preocupado y temeroso espectador de un inalcanzable fin del mundo, ya agotada la reciclada estrategia mediática del Fin de mundo de cada Mil años. El arma atómica es ya un desafío a DIOS, y ellos lo saben desde el mismo minuto de ocurridas las de Hiroshima y Nagasaki, hasta ese extremo no llega la estupidez capitalista, ya que las guerras convencionales hasta ahora han resultado mecanismos macroeconómicos que han servido para reimpulsar los mercados ya agotados, mantener la tasa de ganancia, etc., en el mejor estilo maltusiano. Después de una Guerra Atómica Mundial todos los mercados quedarían sin patrones y sin proletarios.