Alfredo Nobel, creó los premios que llevan su nombre, como una manera de comprar indulgencias, para lo que la iglesia oficial solía servir de mediadora, a causa de los daños ocasionados por sus inventos de guerra y sus actividades mercantiles; en este caso uno podría decir que no con escapulario ajeno, porque los reales fueron suyos. Así nació el Premio Nobel, que se otorga en varias áreas del conocimiento y la actividad intelectual.
La actual Academia sueca encargada de otorgar ese premio cada año, pareciera no estar en buena sintonía con lo que Nobel buscó, cuando se sintió quizás arrepentido o responsable de tantos daños ocasionados a la humanidad, por intermedio de inventos y mercancías suyas como la dinamita. La Academia, o sus integrantes, parecieran empeñados en ganarse el respaldo unánime de los guerreristas y quienes hacen negocio con la guerra. Y en ese afán, actúan como con demasiada premura, pues se están acostumbrando a adelantarse a los hechos. Parecieran actuar como los padres de antes, cuando no había medio de saber con exactitud el sexo del feto, sino en el momento mismo del nacimiento, se guiaban por aquellas predicciones basadas en la forma del vientre de la madre, como que si era puyudo, nacería un barón. Entonces a partir de aquello compraban y elaboraran los enseres del ser por nacer del color que le sugería la forma de la barriga. Por esa manera de actuar, la Academia Sueca, cree uno de la mejor buena fe, otorgó a Obama por adelantado el premio. Quizás, por ser como gusta a alguno decirlo, afrodescendiente, lo imaginó pacifista, enemigo de la violencia, sobre todo contra los pueblos humildes y se equivocó, como dicen los caraqueños, de metra. Resultó ser tan o más guerrerista que todos sus antecesores, tanto que ni él mismo se reconoce y todavía le queda mucho por hacer. Dicen que al final de período, los mandatarios de la Casa Blanca, son más peligrosos.
Ahora mismo, otra vez jugando adelantado, la Academia ha decidido premiar para este 2016 a Juan Manuel Santos de Colombia, cuando el proceso de paz ha entrado, a partir del domingo en un oscuro túnel, sin que sepamos que espera al final.
Los rasgos o hechos que uno ha podido medir en los dos últimos años, parecieran indicar que Santos ha estado interesado en la paz. Varios organismos internacionales y países, como Cuba y Venezuela, le prestaron apoyo porque han creído en su buena fe y disposición para cerrar ese viejo y horrendo episodio de la vida colombiana. Pese los hechos del pasado, ejercicio del Ministerio de la Defensa bajo la presidencia de Uribe, bombardeo en territorio ecuatoriano y falsos positivos, le dieron la oportunidad de mostrar su arrepentimiento. Pero los hechos recientes, prenden las alarmas y ponen en duda lo que antes pareció verdad plena. Todavía no está probado, de manera absoluta, que Santos haya trabajado por la paz. Su decreto de mantener el cese al fuego sólo hasta el 31 de octubre, después de lo sucedido, es como una advertencia a la guerrilla de “Corres o te encaramas”. Su apresuramiento de reunirse con Uribe y los factores promotores del NO para buscar acuerdos con ellos, modificar lo acordado con la guerrilla y la respuesta del uribismo de proponer una ley de amnistía “sólo para quienes sean amnistiables”, parecieran dibujar el cierre de una trampa tendida a quienes actuaron de buena fe.
Es posible que uno se equivoque, lo que parece difícil al tomar en cuenta los intereses que median de EEUU y sus bases militares, el peso que significaría el acercamiento de todo el movimiento popular colombiano ahora en medio de un escenario distinto, pero en todo caso, lo prudente es esperar el desarrollo de los acontecimientos hasta sus últimas consecuencias. Por eso, la Academia Sueca, si actúa de buena fe, pareciera haberse atorado de nuevo y muestra no haber aprendido nada con lo de Obama; que quien se desborda en buena intención es uno, al pensar que los Académicos suecos han pecado por inocentes.
No obstante, uno recuerda, como en la oportunidad cuando la Academia otorgó el premio de Literatura al gran escritor, dramaturgo, filósofo y pensador Jean Paul Sartre, este lo rechazó en protesta por la represión y violencia en el mundo contra los pueblos oprimidos, incluyendo Venezuela, cuando en este país gobernaba Betancourt y se aplicaba aquello de “disparen primero y averigüen después”.
Si Santos tuviese no lo santo, pero si lo noble de Sartre, por lo menos debería negarse a aceptar el premio Nobel, hasta que el proceso culmine y se despejen las dudas.
Pero uno sospecha que los suecos actúan haciéndose “los paisas” y Santos, “el sueco”.