La reciente decisión del pleno de la Corte del Onceno Circuito de Atlanta, Georgia, en una votación dividida de 10 contra 2, acerca de la reconsideración del fallo del 9 de agosto del 2005, emitido entonces unánimemente por el panel de tres jueces de esa misma Corte, y por el cual anularon el juicio celebrado contra los cinco cubanos injustamente condenados a condenas vengativas, provoca indignación, pero, a la vez, requiere de algunas reflexiones.
Por eso, mientras escuchaba la noticia, y conociendo plenamente el presente, quise buscar las raíces y hasta algunos fundamentos y reflexiones que mantuvieran su vigencia para esta situación concreta en estos momentos que se vive en el mundo y especialmente en Estados Unidos. Recurrí a José Martí que fue veedor profundo de las cosas de este mundo y de la vida y milagros de Estados Unidos. Así que con sus ideas someteremos a análisis el asunto del fallo de la Corte santificando a Miami como escenario adecuado para un juicio imparcial contra los cinco cubanos antiterroristas. Porque, según afirmara Martí, “un mal no existe nunca sin causa verdadera”
Cuando Martí se refiere a pueblo en esta cita cabe interpretarlo como la visión que ofrece la clase dirigente de la época, siglo XIX, que no se diferencia, sino al contrario, se ha agigantado en los tiempos presentes. Decía Martí entonces: “De este pueblo del Norte hay mucho que temer, y mucho que parece virtud y no lo es, y mucha forma de grandeza que está hueca por dentro, como las esculturas de azúcar”. ¡Más claro, ni las aguas cristalinas de un manantial!
Abordemos los nexos existentes entre todas las instituciones sociales, participantes en mecanismos viciados y corruptos.
Esto queda magnificado en nuestro hoy inmediato, cuando observamos el tratamiento tan diferente dado a cinco jóvenes cubanos inocentes y el que se ha venido dando a Luis Posada Carriles, un terrorista confeso y reconocido a nivel internacional, pero que como mérito atenuante ha sido un aliado y un instrumento de la política de Estados Unidos, de su clase dirigente y, por supuesto, de las mafias anticubanas que ocupan las direcciones claves en Miami, y con vínculos íntimos con la cúpula del poder actual de Estados Unidos.
Martí reflexiona y denuncia:” las candidaturas no son más que el laborioso ajuste de ambiciones rivales, animadas por el lucro del puesto más que por el noble deseo de adelanto político, y en ellas vence aquel que ofrece al partido, tanto republicano como demócrata, más seguridades de pagarle el empleo con favores, con parte de sus ganancias, o con su honor a veces, cuando los riesgos en que suelen caer los que viven en esas encrucijadas se los exijan.”
Y Martí continúa, tal vez viendo en su presente y proyectándose al futuro, es decir, al hoy si sólo se cambiaran algunos de los protagonistas, las situaciones, y se les pusiera nombres que cualquier persona bien informada pudiera mencionar. “PORQUE EN ESTA CADENA EL DELINCUENTE CUYO VOTO AYUDA A LA FUERZA ELECTORAL DEL CERVECERO DE UN BARRIO TENEBROSO, ESTÁ UNIDO AL MISMO GOBERNADOR DEL ESTADO, A LOS JUECES QUE SON ELECTOS POR EL VOTO PÚBLICO, AL FISCAL QUE HA DE ACUSARLOS”. ¡Más contundente e irrebatible que la existencia de una sucesión entre los días y las noches!
Hablando nuevamente sobre el fallo del pleno de la Corte, cabe afirmar junto con Martí, que “La honra puede ser mancillada. La justicia puede ser vendida. Todo puede ser desgarrado. Pero la noción del bien flota y no se apagará jamás”.
Para los diez jueces que votaron contra toda evidencia de que Miami nunca podrá ser un escenario válido para un juicio imparcial sobre algo que tenga que ver con Cuba, por el clima de intolerancia y de dominio absoluto de la ralea anticubana en esa ciudad, tal como tuvo que reconocerlo la misma fiscalía en otro caso posterior en que la acusación era contra el gobierno, y por supuesto fue el aspecto esencial del fallo de los tres jueces, caben juicios como éstos:
“Todas las verdades conocidas por evidencia son necesarias, porque la evidencia es la conformidad de nuestro concepto de verdad invariable con los hechos exteriores”.
En torno a sus votos particulares y sus motivaciones, vale recordarles:
”He aquí la ley suprema, legislador de legisladores, y juez de jueces: -la conciencia humana.
El único mundo temible es nuestra propia conciencia, que de cerca nos mira, y de la que nada podemos esquivar”.
“Cobarde ha de ser quien por temor no satisface la necesidad de su conciencia”
“Los cobardes temen hacer justicia”.
“¿Quién no ha conocido, en los bancos del colegio como en los de la vida, (…), al mísero de corazón que, sin ser malo, va por miedo donde los malos lo llevan!”
¡Lo odioso es la cobardía cuando se necesita el valor…!
“Porque a la desvergüenza del mundo le parece siempre lisonja la justicia.” “!Qué mundo es éste, donde la justicia muere sola, o sólo triunfa para convertirse en injusticia interesada y potente!” ¡ A cuántas individuales peripecias está sujeta la más estricta justicia humana! Las simpatías y las repugnancias inclinan invisiblemente las sentencias; y un conjunto de fallos criminales, si fueran dictados rectamente, vendrían a ser un reflejo exacto de la vida y azares del juez.”
¿No parece ser esto lo que ocurrió al gobierno, a la fiscalía y a los diez jueces ante el fallo valiente de los tres magistrados que declararon nulo el juicio, hace justamente un año, ateniéndose estrictamente a las evidencias y a la más elemental justicia?
Al pueblo norteamericano, como a todos los pueblos, está bien recordarles que “De la justicia no tienen nada que temer los pueblos, sino de los que se resisten a ejercerla”.
Al sistema judicial de Estados Unidos, a sus honestos hombres de leyes, cabe aconsejarles:
“Atienda a lo justo en tiempo el que no quiera que lo justo lo devore”. “Y lo justo y lo necesario no se detiene jamás”.
“…sólo hay honra en la satisfacción de la justicia”.
“…sólo obedeciendo estrictamente a la justicia se honra a la patria: Y es duro y es tremendo tener que arrepentirse de no haber sido justo, cuando la justicia podía evitar la muerte (la condena injusta, diríamos en el caso de los cinco) de los hombres”.
Y pensando en los 8 años de sus vidas, arrancada su libertad injustamente, deben saber que “DEBE SER LEY EN LOS TRIBUNALES EL AHORRO DE LA VIDA HUMANA”, que “EN LA JUSTICIA NO CABE DEMORA: Y EL QUE DILATA SU CUMPLIMIENTO, LA VUELVE CONTRA SÍ” y “DEBIERA SER LA JUSTICIA VELOZ COMO UN CORCEL”
Deben recordar los hombres que integran el sistema judicial de Estados Unidos y los hombres honestos relacionados con el ejercicio de la justicia en su país, que del otro lado de la causa de los cinco, los verdaderos acusadores que se agazapan, más bien sería decir, se muestran públicamente, detrás o delante de la fiscalía, es sencillamente la mafia anticubana y el poder político ligado espúreamente con ella. Por tanto, “lo que odia, es ralea. La ralea de un pueblo es la gente incapaz de amar. La soberbia: esa es la canalla”.
Hace un año afirmamos que el dictamen del tribunal de los tres jueces de Atlanta salvó la honra de la justicia norteamericana. Hoy, cuando los mismos dos miembros de esa Corte tuvieron la osadía y el valor de mantener sus juicios y brindar sus argumentos favorables a su dictamen, y votaron en contra de lo que decidió la mayoría de diez, hay que decir que no sólo salvaron la honra, sino la justicia.
Y a manera de conclusión, reafirmar con Martí que”Hay dos clases de triunfo: el uno aparente, brillante y temporal: el otro, esencial, invisible, perdurable. La virtud, vencida siempre en apariencia, triunfa permanentemente de este modo”.
A nuestros hermanos y a todos los que participan en su defensa en cualquier parte del mundo, afirmarles en la certeza de que “Saber rebelarse es una ciencia. Todo rebelde tiene un cómplice en cada hombre”. “A veces, esperar es vencer. Esperar es vivir”. “Sólo se salva la justicia”.
Y por supuesto: “MIENTRAS LA JUSTICIA NO ESTÉ CONSEGUIDA, SE PELEA”.