La bella dama, quien ejerce como Canciller de Colombia, ha dado unas declaraciones que, pese formuladas desde su linda cabecita y salidas de su atractiva boca, parecen como un chiste pesado, una ironía contra sí misma, una pésima y prejuiciada interpretación de la historia o una demostración imperdonable de falta de sindéresis.
Antes, unos cuantos días atrás, salió en defensa, lo que llamó una sencilla explicación, del vicepresidente de su país, de cuyo nombre no me acuerdo y no por mala memoria, quien aparte de mostrarse mezquino y ruin con los venezolanos que allá viven, nos calificó feamente de "venecos". A todos, sin miramientos, nos sacó la madre. Y recordemos que es nada más y nada menos que el segundo de abordo en el gobierno colombiano y aspirante a próximo presidente.
Lo que dijo ahora la Canciller es tan digno de asombro, falto de sustento que haré este artículo por demás breve; pues la historia de las relaciones de Venezuela con Colombia es tan tormentosa por todo de lo que de allá ha venido que no creo necesario decir mucho para que el lector, sobre todo el venezolano, comprenda la intención nuestra.
La señora Holguín, que así se apellida la encargada de las relaciones internacionales del señor Santos, de quien los venezolanos sabemos muchas cosas, acaba de formular estas declaraciones que forman un pequeño promontorio de perlas:
"No es posible tener una relación normal con Venezuela".
Frase que parece un compendio de inconsecuencias, hipocresías, feas historias olvidadas y hasta infamias ocultas.
Se dice que, en veces, el mejor discurso es aquel que no se pronuncia y la mejor respuesta a cosas como esas salidas de la cancillería colombiana, sería el silencio. Por eso no vamos a comentar nada las palabras mismas de la Canciller, es suficiente con decir:
¡Cuántas calamidades han reportado, a Venezuela toda, estas relaciones, desde el borde fronterizo con Colombia hasta allá en los límites con Trinidad y la desembocadura del padre Orinoco! ¡Cómo la incomodidad, la tragedia, la rapacidad, delincuencia por demás cruel, se nos amontonó viniendo de allá poco a poco! ¡Se nos vino empujada por la fuerza y disposición de un Estado y clase social indiferentes, sin pizca de sensibilidad! ¡Se nos vino como el agua que baja de las alturas! Sólo que esta lo hace por la disposición divina que organizó los espacios.
¡Cuánta tragedia ajena nos llega de aquellos lados del occidente!
¡Cuánta carga ajena hemos tenido que soportar!
Peso todo eso y mucho más, que no es generoso y prudente mencionar, los venezolanos aprendimos y nos acostumbramos a mantener una relación casi normal con Colombia.
No sé por qué la clase que ha dominado en Colombia casi por dos siglos, odia tanto a los venezolanos. Uno, lo ha sentido siempre hasta por la piel. Sólo que bien sabemos, también ella siente el mismo desprecio por el pueblo colombiano. Este ha sido igualmente víctima de toda la violencia que por largos años allá ha desatado la clase gobernante, los grandes propietarios, con vínculos nada ocultos con los pranes de la droga, mientras nosotros hemos hecho siempre los máximos esfuerzos para llevar con ellos, los colombianos todos, unas "relaciones normales" y hasta excesivamente generosas. Sus problemas, derivados de la desigualdad los drenan hacia acá y por años lo han hecho. ¡Y no es posible relacionarse bien con Venezuela!
Ahora mismo recuerdo, bajo gobierno del puntofijismo, para no llegarnos hasta Pérez Jiménez, quien solía reaccionar con prontitud y sin miramientos diplomáticos, las agresiones del ejército colombiano. Para muestras basta un botón; la invasión deliberada en 1987 de la corbeta Caldas de Colombia en aguas venezolanas. El gobierno de Jaime Lusinchi se vio obligado a reaccionar con energía ante aquel abuso "nada normal". Pero como la Canciller habla de una presunta invasión militar venezolana en territorio colombiano, debemos recordar en el pasado reciente, las invasiones militares a diario de allá para acá por aquello que llamaban "persecución en caliente".
Pues lo de Colombia es viejo, desde los tiempos de la Gran Colombia fundada por los padres de la patria.