En estado deplorable los aconteceres patrióticos en el Perú, el Congreso sanciona un decreto con fecha 10 de febrero de 1824 en el cual nombra al Libertador dictador con todas las facultades indispensables para salvar la patria, cuyas funciones debería ejercer hasta que juzgase no ser necesarias, y convocase un Congreso Constitucional a fin de resolver las disputas internas en el Perú. Después de dictado este decreto el Congreso se disuelve, lo que es comunicado al Libertador inmediatamente, quien entonces comienza a ejercer sus funciones a partir del 13 del mismo mes de febrero, dando principio al dirigir a los peruanos una proclama que dice: "¡Peruanos! Las circunstancias son horribles para vuestra patria y vosotros lo sabéis, pero no desesperéis de la república, ella está expirando pero no ha muerto aún. El ejército de Colombia está todavía intacto y es invencible. Esperamos además 10.000 bravos que vienen de la patria de los héroes de Colombia. ¿Queréis más esperanzas peruanos? En cinco meses hemos experimentado cinco traiciones y defecciones, pero os quedan contra millón y medio de enemigos catorce millones de americanos que os cubrirán con el escudo de sus armas. La justicia también os favorece, y cuando se combate por ella el cielo no deja de conceder la victoria" El Libertador envía a Lima al general argentino Mariano Necochea, para que antes de que fuera invadida el Perú por los españoles, salvase todo cuanto pudiese.
Lima estaba en anarquía, los principales magistrados se habían pasado al bando de los españoles, los demás empleados habían abandonado sus destinos y del mismo modo los militares; Torre Tagle había llamado a los españoles para que ocupasen aquella capital, dando al mismo tiempo una proclama en que trata al Libertador de tirano y de monstruo, enemigo de los hombres de bien y de cuantos se oponían a sus miras ambiciosas, y concluía incitando a los peruanos a unirse a él y a los españoles. Los españoles entran en Lima el 27 de febrero de 1824 y de inmediato se ponen a su disposición multitud de empleados civiles y militares, entre éstos el general Portocarrero, pasándose también en el Callao un regimiento de Granaderos mandado de Buenos Aires. De los oficiales militares indecisos se presenta el español Rodil. En Supe, Perú, se subleva con su gente el comandante Navajas y Ezeta. De este modo había llegado a su colmo la desmoralización peruana, y Bolívar con sus colombianos ya se contemplaba como rodeado de enemigos por todas partes, pues con semejantes ejemplos de traiciones debía esperar que no quedase un solo peruano que no abandonase la causa de la República. Nunca, jamás había tenido que hacer frente el Libertador a contratiempos más peligrosos y consecuencias tan aflictiva y desesperada, pero Bolívar tiene un alma grande y una brillante inteligencia y más sabiendo que no todos los hombres influyentes del Perú siguieron el ejemplo de los traidores, sino que ellos por el contrario se dedicaron con empeño a mantener la opinión de los pueblos en favor del Libertador.
El Libertador entonces decide pasar de Pativilca a Trujillo y allí da una proclama en que contestando a la de Torre Tagle dice: "¡Peruanos! Vuestros jefes, vuestros internos enemigos han calumniado a Colombia, a sus bravos y a mí mismo. Se ha dicho que pretendemos usurpar vuestros derechos, vuestro territorio y vuestra independencia. Yo os declaro a nombre de Colombia, y por lo sagrado del ejército libertador, que mi autoridad no pasará del tiempo indispensable para consolidar la victoria, ya que al instante de partir el ejército que actualmente lo ocupa, seréis gobernados constitucionalmente por vuestras leyes y por vuestros magistrados. ¡Peruanos! El campo de batalla que sea testigo del valor de vuestros soldados, del triunfo de vuestra libertad, ese campo afortunado me verá arrojar de la mano la palma de la dictadura; y de allí me volveré a Colombia con mis hermanos de armas sin tomar un grano de arena del Perú; dejándoos la libertad" Estaban ya los españoles en disposición de abrir campaña sobre el Libertador, pues el general Canterac ya podía contar con 14.000 hombres y el Libertador con solo 7.000, pero de éstos sólo podía tener total confianza en los colombianos. Y ya estando Bolívar avizorando enormes enfrentamientos bélicos, de repente entran los realistas en grandes disensiones. El general don Pedro Antonio Olañata tenía motivos de queja contra el Virrey y empezó a mirar en menos su autoridad. El Virrey trata de contener a Olañeta haciéndole saber que sus aliados, Laserna y sus generales, habiendo ya restablecido en su trono el Rey de España, ellos se mantenían incondicionales a él; y para dar fuerza a sus razones hace el juramento de lealtad al Rey.