…si cae España,
digo, es un decir,
si cae…
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Poema de terror este de César Vallejo, titulado España, aparta de mí este cáliz, que se anticipaba a la tragedia del derrumbe de España en 1939 porque iba más allá de su tiempo y de su espacio, porque auspició el nazifascismo que ya apestaba como aún apesta en Cataluña y por estas calles de Chacao mediante esos focos fascistas que sus creadores llamaron perversamente con la voz entrañable de la guarimba de los radiantes juegos de los patios de la infancia.
El naufragio de España tuvo el espesor de las zozobras de Guatemala, Chile y la Unión Soviética.
La voz sobresaltada de Vallejo nos resuena desde el final horripilante de la Guerra Civil Española. Si cae Venezuela, digo, es un decir, el tiempo histórico se nos vuelve un enredijo en que la humanidad se extraviaría más aún, ya sabemos por dónde pero no por cuánto tiempo.
El insomnio del poeta se debía no solo al bombardeo de Guernica, monstruoso en sí mismo, sino a secuelas no menos repugnantes de la dictadura franquista como el Opus Dei y Mariano Rajoy. Los años de Pinochet en el poder no solo produjeron daños en la estructura política de aquella nación sino en el ánimo y el talante de su gente, que termina portándose aguado como Michelle Bachelet. Todavía Venezuela está convaleciente de la tiniebla gomecista.
Es decir, las dictaduras no son solo pésimas en sí sino por las secuelas que van regando por los caminos: machismo, racismo, clasismo, culpa, depresión, que duran generaciones para superarse, si es que se superan. Alemania está todavía con su vientre a cuestas desde 1945. Israel es una resaca del horror nazi contra la humanidad judía europea. Mussolini, Hitler y Franco todavía están mandando de ancho junto con las Cruzadas, la Contrarreforma, Torquemada, el Ku Klux Klan y demás inspiraciones medievales de la actual y mundial ultraderecha neoliberal, que tiene manía y urgencia de ver caer a Venezuela. Y hacernos vivir lo que ojalá no viva Cataluña mañana.