Para Ana, los recuerdos y las reflexiones
El tiempo pasa y nos atrapa entre sus incontables hilos con los que se tejen nuestras existencias. Lo íntimo se entrelaza con lo histórico, y existe una estrecha e inextricable comunión que es imposible deshacer, y ocurre más bien una construcción enriquecida por las influencias recíprocas en la vida de las personas, de los pueblos y de la humanidad toda.
Por eso retorna tu presencia en la noche fría de noviembre con los vendedores de flores en las esquinas que rematan las azucenas y los lirios ya casi mustios, con el postrer deslumbramiento de la belleza dentro de las cestas. Recordaremos que seguramente las dalias habrán brotado en el jardín que tú y yo conocemos, y que un día de noviembre fue nuestro matrimonio; que en una parte de la ciudad se agita la muchedumbre con el presentimiento del invierno, ríe, alborota, despliega sus ropajes frente a las vidrieras, el lucerío, los espejos de la ciudad despierta todavía. Y en otro sitio, librado de la cárcel esta noche un preso respira la libertad con el pecho tan ancho como el mundo.
Pero también la historia teje sus propios hilos que nos atrapan, aunque sean parte del pasado, presente y futuro. El tiempo construye, desnuda y hasta destruye en una forma dialéctica, casi mágica.
Serían interminables los momentos que la historia registra como días memorables, que para cada ser humano y pueblo pueden tener distintas significaciones.
Hace cien años por ejemplo, el 7 de noviembre, los obreros, campesinos, soldados y marineros rusos, bajo la guía de Lenin, tomaron el cielo por asalto y desencadenaron así la Revolución de Octubre, una epopeya que transformó a Rusia e influyó sobre el resto del mundo. A partir de entonces, hasta hoy, se le ensalza como paraíso o se le combate como fantasma, a pesar de que otras generaciones, hace unos años, la convirtieron en cenizas. Todos sus enemigos inveterados aún temen los rescoldos y su legado y presencia en otros lares, o el resurgimiento otro día de un año cualquiera del futuro. ¿Quién sabe los vaivenes, las idas y venidas, de los destinos de los pueblos?
Hace más de sesenta años, en una noche turbulenta del 25 de noviembre de 1956, el yate Granma con una tripulación de 82 hombres encabezados por Fidel dejaba tierras aztecas y se enrumbaba hacia Cuba para que se cumpliera el compromiso de ser libres o mártires, y con el propósito de descabezar la dictadura.
Y el día 7 de noviembre de 1966, Che Guevara se incorporaba a un campamento guerrillero tras el sueño de tomar por asalto las tierras oprimidas de América Latina, e iniciar una nueva etapa de liberación de los pueblos, que presintió como posible aunque no la pudo ver realizada.
Y quiso el azar que el mismo día de noviembre del zarpado del Granma, pero en 2016, falleciera el líder máximo de la Revolución Cubana, Fidel Castro, después de haber construido un nuevo país y una nueva sociedad y haber influido sobre los procesos revolucionarios en América Latina y el mundo.
En fin, así pudiéramos continuar esta larga incursión en acontecimientos que merecen ser recordados, de menor o mayor trascendencia, en lo personal y social. Y es que sin duda, mientras conservemos la memoria, llevamos sobre los hombros al mundo entero.
Ahora tú, salvada de la demencia atroz, trata de recordar a ver si continuamos este ejercicio de mirar hacia atrás y hacia delante, y con ello abrirnos paso por el laberinto que la realidad nos interpone.