La historia se ha repetido y no como caricatura. La indignación hondureña volvió a convertirse en rebeldía, en insurgencia sin armas, a raíz del fraude orquestado por la perversa clase dominante-gobernante mafiosa que ejerce el poder tutelado por EEUU.
Al momento de escribir estas líneas, el pueblo hondureño y su Movimiento Oposición indignada han tomado calles, cortado caminos, insurreccionado comunidades, marchado con antorchas, montado trincheras y provocado una paralización general del país no controlada por el partidismo opositor.
El pueblo no acepta resultados electorales diferentes a la victoria electoral de sus fuerzas democráticas y ha decidido marchar, antorchas en manos, hacia el Palacio de Gobierno exigiendo la dimisión del Presidente.
Si en lo adelante al Tribunal Electoral y a la OEA se le ocurriera aceptar un reconteo amañado, consecuencia de adulteraciones ejecutadas durante los días de interrupción del conteo anterior, la sublevación popular subirá de tono, dado el enorme rechazo a la permanencia del gobierno de J.O. Hernández.
El actual régimen hondureño -producto del derrocamiento del Gobierno de Zelaya y la brutal contención de heroicas resistencias anteriores, se pudrió y se agotó; degenerando hasta convertirse en un poder criminal, narco-corrupto y corruptor, ladrón de las riquezas y enajenador del territorio nacional, provocando a la vez grandes penurias colectivas.
Su actual implosión y el paso de la indignación a la movilización, y de ésta a la rebeldía nacional, ha sido acelerada primero por el intento reeleccionista en condiciones de inconstitucionalidad y luego por el fraude grosero y el repunte de la violencia de Estado.
La permanencia del actual gobierno es ya incompatible con la estabilidad de esa Nación. La crisis de gobernabilidad es un hecho y es tarde para contenerla a base de maniobras, refrendadas o no por entidades internacionales, que tiendan a favorecer la permanencia del régimen impugnado.
Las fuerzas que protagonizan la democracia de calle se han colocado a la ofensiva, demandando la salida del gobierno al margen de cualquier negociación mediatizadora en marcha.
En tales circunstancias no hay dialogo posible de ser legitimado por pueblo si no se acepta la victoria democrática completa y sus consecuencias, por lo que si la confrontación se eleva, se impone estar alerta respecto a una posible intervención militar, vía mecanismos multilaterales bajo control de EEUU, superpotencia que apadrina el poder mafioso desde la Base Soto Cano (Palmerola) ¡Dominicana mucho es tu parecido a Honduras!