Se dice que lo que es bueno para el pavo lo es para la pava. De donde uno pudiera decir que lo malo para uno debe serlo también para el otro. Pero el pavo y la pava son en fin de cuentas lo mismo. Pero la izquierda y la derecha, no son así; parecieran diferentes, aunque en veces a uno le confundan, sobre todo cuando el odio interfiere al raciocinio. La derecha en América Latina, en estos tiempos, cuando los pueblos comienzan a despertar, está haciendo de la abstención su preferida arma de combate. Eso sucede en Venezuela y, en Colombia, siempre ha sido así, aparte de otras sucias armas. Por eso es como extraño que quienes acá en Venezuela llaman a la gente a ejercer su voto, en este momento muy particular, pese lo que se diga, piense, para Colombia promuevan la abstención porque "Petro es peor que Uribe", cuando todo estos años, a este le hemos definido como el peor enemigo de todos en estos entornos.
En Colombia se produjo un acontecimiento que toda la izquierda, más allá de Latinoamérica celebró y creo sigue celebrando. El gobierno cubano que goza de mucho respaldo, aceptación y crédito en esa izquierda, entre más extremista es esta, mucho más, no sólo estuvo de acuerdo con ese acuerdo sino que lo promovió, como el mismo comandante Chávez y hasta prestó su territorio para que fuese cede de aquellas conversaciones entre las FARC y el gobierno de Santos. En América Latina, uno de los pocos dirigentes importantes, pese que como ciudadano sea digno de mucho rechazo, no apoyó ese acuerdo fue Álvaro Uribe Vélez.
Las FARC, no sólo firmaron el acuerdo, sino que hasta inscribieron candidatos a presidente y también a los cuerpos legislativos, pese Timochemko retiró posteriormente su candidatura, supuestamente por razones de salud. Pero mostró complacido su imagen a la prensa en el momento de votar. ¿Votó para presidente? ¿Por quién lo hizo? Uno no sabe.
El domingo como es bien sabido se produjeron unas elecciones que dejó con vida dos candidatos. Duque, quien cuenta con el apoyo de Uribe y Gustavo Petro. No voy a hablar del origen de este ni lo que ha hecho en los últimos años. Pero si voy hablar de algo de lo que propone y significa. Es verdad que Petro ha emitido juicios sobre el gobierno de Venezuela que no gustan, ni siquiera a mí mismo, que suelo criticar a nuestro gobierno por distintos motivos. Pero en la Colombia de hoy, por lo que allá llega, como llega a todas partes, es incómodo, más en campaña electoral y en actitud de ganar, asumir un discurso favorable al gobierno de Venezuela. Eso mismo aconteció con el Podemos de España. Y hasta eso mismo hace ahora en México Manuel López Obrador. Cuando se habla más allá de los círculos íntimos, intentando llegar a todos los rincones porque se quiere ganar las elecciones, el lenguaje debe ser muy cuidadoso y evadir situaciones comprometedoras no fáciles de explicar y hasta que por razones muy humanas uno no comparta. Mi muy inteligente amigo y compañero que escribe por Aporrea, Evaristo Marcano Millán, cuando hablamos, suele decir con sabiduría, "uno no debe esperar que todos estemos de acuerdo en todo porque eso es ajeno a la condición humana y la vida".
Petro tiene un discurso y una oferta que uno no comprende o no comparte totalmente. Como también elude toda referencia al imperialismo y a las bases militares de USA existentes en Colombia. El proceso de paz, firmado por la FARC con Santos, no hizo ninguna referencia a ellas y uno en eso puede estar en desacuerdo. Pero estamos de acuerdo en buena medida con lo firmado, al margen que el gobierno no cumpla cabalmente su palabra o compromiso. Pero Petro, por ejemplo plantea, una Colombia desligada del rentismo y sí dedicada a agregar valor a sus materias primas. Es decir, ofrece un discurso a favor de la ampliación o intensificación de las labores del campo y la industria. Pero también, pone énfasis en ampliar al máximo la educación pública hasta el sector universitario. Y para más señas, ofrece, como lo hizo Fajardo, quien llegó en el tercer lugar, una Colombia sin guerras ni perseguidos políticos. Eso significa, como él dijo, mantener vigente la constitución de 1991 y no volver a la 1820. Pero también, mantener y respetar los acuerdos con las FARC y continuar hasta terminar las conversaciones de paz con los guerrilleros ENL. Es decir, es una oferta contraria a la de Uribey la que nosotros compartimos.
Todas estas cosas dicen que hay diferencias entre Petro y Duque, aunque el primero no sea estrictamente lo que uno quiere. Y en Colombia, habrá elecciones en la primera quincena de junio, lo que significa dentro de muy pocos días.
En la Venezuela de los últimos años, la oposición ha estado imponiendo la política de abstención destinada entre otras cosas a promover la ruptura del estado, la legalidad y hasta la nación; y algo peor, los sueños, aspiraciones de la multitud y la convicción que ahora tiene de sus derechos. Por eso muchos, entre quienes hemos apoyado o no Maduro, hemos combatido contra esa posición. La nuestra, de promover el voto como forma de cambio, desde que nos percatamos que aquellas luchas guerrilleras o violentas a nada conducían. El mismo Chávez, quien se alzó en armas en 1992, más tarde se percató ese no era el camino y optó por el electoral. La derecha que había privilegiado lo electoral hasta tanto le favoreció se cambió para la violencia. Las FARC y hasta el ELN y los cubanos mismos que han apoyado esos procesos, hoy están por la vía electoral como un reconocimiento al derecho de la gente a participar, pese las enormes dificultades que la sociedad capitalista opone contra él.
En principio, promover la abstención en Colombia, que ha sido tradicionalmente una de las causas inmediatas de la eternización de los enemigos del pueblo colombiano en el poder, actitud que los viejos y nuevos guerrilleros abandonaron, es una posición contrataría a la historia y al derecho a la lucha de los pueblos. Es prestarse al juego del enemigo. Y es triste cuando eso se hace no por razonamiento puro sino por odio y el solo deseo de llevar la contraria. Peor si para eso se esgrimen argumentos infantiles y sin ofrecer alternativa alguna.
Más allá de mediados de junio habrá elecciones en Colombia y solamente habrá dos candidatos. Uno, el señor Duque, con el apoyo del uribismo, lo más reaccionario del Departamento de Estado y de las clases dominantes en Colombia. El otro será Gustavo Petro, quien no es quizás la perfección, "la Joya del Nilo", ni el mismo Mesías, pero representa una opción contraria a aquella, como que ofrece paz y respeto a los acuerdos sobre la misma. Y sólo entre esas dos opciones tendrá que escoger el pueblo colombiano. Ponerse a despotricar contra Petro e igualarlo con Duque, que es lo mismo que Uribe, es promover la abstención entre la gente que pudiera ayudar a que entre las dos opciones gane la mejor aunque no sea exactamente lo que uno quiere o desea.
Pero si ese razonamiento político es errado, el proceder es peor y hasta más censurable si se le asume con la triste intención de llamar la atención sobre uno mismo. Y gente con esa lamentable conducta ya hay algunos escribiendo en Aporrea, quienes pese puedan ser muy leídos, les sucede como aquellos luchadores o pancraciastas que llamaban sucios, quienes atraían mucha gente a la taquilla o los alrededores del ensogado pero también eran objeto del rechazo público por sus malas artes.
*Del lunfardo venezolano