Santos verdugos pedófilos en el nombre de Dios (I Parte)

"Los Papas son como los pasteles, para estar contentos de ellos, es preciso no verlos como se hacen".

Cardenal de Teya

Ya es costumbre que nos tenga la Iglesia Católica en dar a conocer las aberraciones sexuales y otros delitos cometidos por el clero en toda su instancia jerárquica. Hoy en día han refinado su Modus Operandis de los delitos criminales que van en contra de su feligresía infantil y de toda la humanidad. Históricamente desde el nacimiento de la religión y la católica como su máxima expresión de todas ellas, la autocracia del estamento clerical, se ha visto en el ultraje infame de cometer tan horrendo delito contra la humanidad en el nombre de Dios. No basta rezar, tampoco en pedir perdón. Así como se persigue y se castiga al delincuente, homicida, femicidio y todo aquel que incurra en contra de la Ley; también es merecedor del castigo penal con código rojo internacional: el Cura, el Arzobispo y el Obispo; el Cardenal; el Papa y cómplice (Autoridad de Estado)… que cometan actos de pedofilia. Hace poco la Iglesia Católica se ha visto envuelta nuevamente en el escándalo mundial de este flagelo criminal de pedofilia. "Para muestra basta un botón" de que históricamente la Iglesia Católica y "representantes de Dios" han estado envueltos en estos desmanes perversos en contra de la humanidad. Se presenta a continuación una "breve" lista de algunos Pontífices que tuvieron un final terrible a causa de la concupiscencia; y Usted amigo lector en su libre pensamiento y sin prejuicio dogmático religioso podrá razonar.

"El Papa Sixto IV, murió el 13 de Agosto de 1484. El cadáver se puso deforme como retratan al diablo. Todos lo maldecían y mandaban al demonio su alma. Ninguno se quedó a custodiarlo. Sus habitaciones fueron desmanteladas y el cadáver lo dejaron con una camisa y los calzoncillos. (Usamos las palabras del historiador). El 7 de Enero de 1655, murió el Papa Inocencio X, que vivía en concubinato con su cuñada doña Olimpia. Se comprobó que hacía tres días que no había comido. Expuesto su cadáver en San Pedro, ninguno se cuidó de sepultarlo. Los parientes no quisieron saber nada de él. Por fin, un criado que el mismo Papa había despedido vilipendiado, mandó hacer una caja para sepultar a su antiguo amo. Esteban VI, murió estrangulado en una prisión, por sus malas artes. Juan VIll, que resultó ser Inés de Maguncia, murió de parto y abandonada. Ya era viuda del conde de Arechisio Lestemberg. No es la única mujer papisa, y hay muchas otras que dominaron a los Papas. Juan X, fue aprisionado y en la cárcel le apretaron el pescuezo. Juan XI, murió envenenado. Juan XIl, murió a manos de un señor romano, que lo sorprendió en los brazos de su mujer. Juan XIII, Juan XV y Gregorio V, se vieron obligados a huir de Roma perseguidos por el furor popular, a causa de sus crímenes y escándalos. Juan XIV, comprometido en intestinas facciones, fue hecho prisionero y murió en la cárcel, de hambre y de miseria. Juan XVI, Papa, antipapa o lo que fuese, fue arrastrado, encadenado, le cortaron la nariz, la lengua y le sacaron los ojos. Juan VIII, fue asaltado por Lamberto, duque de Spoleto, y fue obligado a buscar su salvación en las Galias. Esteban VIII, roto y estropeado, apenas salvó la vida, que el pueblo, enfurecido por los vicios de este Pontífice, lo querían muerto; lo salvó una de sus amantes. Sergio III, fue despedido con burlas. Benito V, murió escondido en Hamburgo donde se había refugiado. Benito I, Benito VIII, Gregorio VI y Juan XIX, huyeron de Roma cazados como bestias feroces. Víctor II y Gregorio VIl, gustaron las delicias del destierro; pero este último (que fue el famoso Hildebrando santificado y luego descanonizado), se había refugiado en el castillo de su amante la condesa Matilde, y luego en el castillo de San Angel, y aunque defendido por el conde Guisardo, para librarse del furor popular, no halló otro medio que prender fuego a la ciudad por varios sitios. Solo este sacerdotal expediente o forma sacramental de los pontífices, le permitió al terrible Hildebrando escapar esta vez, disfrazado, dejando en pos de sí, los gritos, la desesperación del pueblo y las ruinas humeantes de la capital. Murió en Salerno desterrado y maldecido. Urbano lI, huyó a Francia perseguido. Pascual lI, que desenterró e insultó los cadáveres de Enrique IV y de Germán II, murió envenenado. Este Papa se daba colorete y hay las pruebas de que pasaba las noches en crápulas y disoluciones, entregándose a los vicios más torpes, para lo que se vestía de mujer. Murió en la bacanal. Lucio lI, fue muerto a pedradas. Gelasio lI, se refugió en Francia donde murió envenenado y miserablemente. Inocencio lI, apenas nombrado Papa, fue obligado a huir; y caído en las manos de Normando, debió confirmar cuanto había hecho el antipapa Anacleto. Eugenio lII, recibió la tiara en Farfo, porque el pueblo, que bien lo conocía, se sublevó contra él, lo arrojó de Roma y, huyendo de uno en otro lugar fortificado, como cualquier bandolero, al fin logró esconderse en Francia, que siempre fue la protectora de ellos. Alejandro III, arrojado de Roma, erró de un lado a otro después de haber traicionado a la Liga de Pontida, puesto que nunca fue pensamiento de ningún Papa, la liberación de Italia del extranjero. Adriano IV, sitiado en Benevento por Rugiero, fue libertado por haber sostenido y confesado lo contrario de lo que sentía. Lucio III, echado de Roma, murió en el destierro. Gregorio IX, fue arrojado de Roma perseguido a pedradas. Celestino IV, murió envenenado. Celestino V, murió herido de un clavo que le metieron por la sien. Inocencio IV, obligado a huir, se refugió en Génova. Pidió pero en vano, protección a Luis el Santo de Francia, a los soberanos de Inglaterra y hasta a los paganos de Aragón. Tal era de peligroso el trato de este Papa. Alejandro IV, murió desterrado en Viterbo. Clemente lI, murió envenenado. Clemente IV, nombrado Pontífice. en Perusa; murió fugado en Viterbo. Clemente V, fue quemado en su lecho de agonía. Clemente XIII y Clemente XIV, murieron envenenados. Inocencio VII y Juan XXIII, fueron arrojados de Roma. Gregorio X, murió en Ravezzo, fugado. Eugenio IV, fue echado del trono y de Roma por una revolución levantada, por causa de sus hechos. Bonifacio VIII, se suicidó en Anagni, hidrófobo. León III, fue mutilado. León VI, murió envenenado. León VII, murió envenenado. León X, murió de veneno y de enfermedad venérea. León XI, murió envenenado. León XIl, murió envenenado. Pío IV, murió en los brazos de una mujer. Pablo lI, acabó, aplastado por sus hechos. Juan XXI, pereció aplastado por una viga. Urbano VI, fue arrojado de un caballo y murió".

Papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia). Casado con la Condesa de Valladolid, Doña Elvira. Se vio en cinta y quiso que su esposo hiciera pública su unión, puesto que se sentía ser madre. Con excusas la engañaba hasta que llegaran las calendas griegas; llegó el tiempo y Doña Elvira dió a luz esa preciosa niña (Valencia) que tan trágico fin tendría por la lascivia de su padre. Supo Doña Elvira el engaño del clérigo Borgia, mas su antigua unión con una tal Venozza que seguía la misma suerte, de la que tenía los dos gentiles hombres que hemos visto dialogar (el Duque de Gandía y el cardenal César Borgia, sus hijos), y la famosa Lucrecia, amante de su mismo padre y hermanos. La belleza, juventud y candidez de Valencia, era demasiada para que algunos ojos no se fijaran en ella y se fijaron los más malos que podían haber para ella; los dos gentiles hombres del diálogo, hijos de Borgia y Venozza y hermanos de Valencia, pero que unos y otra la ignoraban; al menos ella, porque ellos aunque lo supieran no sería obstáculo ser su hermana para corromperla y hacerla su amante como lo eran con su hermana Lucrecia, a la vez que su padre (…) Ella esperaba que la presencia de un documento matrimonial debía ser bastante para inducir al Pontífice a un arreglo. No creía pedir mucho; quería solamente la legalización del nacimiento de su hija y no preveía que una tal medida implicase para Alejandro VI la caída del trono pontificio (…) El Papa y su hijo, siguieron un año más, después de la muerte de Valencia, empleando el mismo sistema del puñal y los polvos (VENENO); pero también para ellos sonó la hora de la caída. En un banquete que habían dispuesto para envenenar al cardenal de Cornetto, bien por equivocación del copero, bien por distracción propia, equivocaron el vino. El Papa murió a las pocas horas; el hijo, joven y fuerte, aun pudo resistir. Apenas muerto Alejandro VI, como quiera que no tuvo tiempo el Duque según su deseo de apoderarse del Papado; temeroso de la venganza, huyó a la Romaña, esperando mejor ocasión para apoderarse de Roma (…)

Para vergüenza de la humanidad, es bastante esa ínfima lista.

Se hace necesaria una gran movilización internacional de organizaciones activistas en derechos humanos, en protesta de los delitos de pedofilia y otras aberraciones cometidos por los verdugos de la humanidad en el nombre de Dios. ¡No basta rezar, tampoco en pedir perdón!

Referencia bibliográfica

Trincado, J. (1931). Buscando a Dios y Asiento del Dios Amor. Talleres Gráficos Gasperini & Cía. Venezuela 1069 Buenos Aires, República Argentina



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Ollantay Sánchez C.

Productor Agrícola. Delegado-Vocero principal de la Red de Productores Libres y Asociados del Asentamiento Campesino antiguo Safari de Margarita. Ingeniero Agrónomo, Magister en Ciencia Ambiental, Docente universitario. Militante del PSUV.

 ollantays@gmail.com

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