Como el mal menor le atribuyen muchos. Lo cierto es que, el Brasil de Lula, su precaria victoria electoral que lo envió si reparo a una segunda vuelta, podría ser el espejo para muchos gobiernos y políticos “progresistas” del mundo, que pretendan conservar popularidad sin zafarse de las amarras de su burguesía nacional y los dictámenes imperiales.
Pero Lula ha cantado con voz clara y sonante. Recientemente el mandatario brasilero denigró de su pasado como militante socialista y admitió -como producto de sus canas- ser un socialdemócrata “conciente”. Es innegable el papel determinante jugado por la burguesía brasileña en la política nacional e internacional del gobierno de Lula, la misma que amenaza por terminar de mellar la confianza y esperanza de su pueblo. James Petras, en una reciente entrevista, acota lo siguiente: “Lula ha legitimado el neoliberalismo, ha profundizado las privatizaciones y esta política de Bolsa de pobreza la puede continuar cualquier conservador sin ningún problema. Es el viejo colonialismo de dar una bolsa de comida a la gente entonces han desarticulado todo completamente”. Descontando su retórica “progresista” e inocua de Lula, su pasado militante “revolucionario”, y su apoyo, aunque de manera disimulada y vaga, a la Revolución Bolivariana, Lula ha apoyado la invasión norteamericana de Haití, y a Bolivia, pretende neutralizar la nacionalización de sus industrias de los Hidrocarburos y hacer retroceder su proceso revolucionario.
Haciendo un juego de contraste de la política internacional del Brasil, en comparación con la de otros países, (sin aludir al digno ejemplo de solidaridad incondicional de la Revolución Bolivariana, que todos conocemos) podemos apuntar un interesante ejemplo: “05/10/06 Por Jubileo Sur: El nuevo gobierno de Noruega ha tomado la decisión a manera incondicional de dejar de cobrar las deudas que aún reclamaba a Ecuador, Perú, Jamaica, Egipto, y Sierra Leona, como consecuencia de lo que el anuncio oficial describe como “una política de desarrollo fallida”. El mismo artículo, continua: “El hecho de que el gobierno reconoce y se responsabiliza públicamente por el origen fraudulento, abre una nueva etapa en la lucha de todos los pueblos del Sur por liberarse de la dominación de la deuda”. Decía Marx: “La Política es la expresión de la economía” y también en viceversa.
La expresión política de Noruega manifiesta un cambio, digno de un buen análisis. En cambio, el Brasil de Lula, expresa la continuidad con el pasado, el capitalismo neoliberal y explotador de los pueblos, el irrespeto a la soberanía de los pueblos sobre sus recursos naturales. La débil victoria de Lula es el espejo que refleja el rostro de derrota de una falsa “izquierda” en franca decadencia y marca el paradero de aquellos que pretendan imitarlo.