Cuando un día tenga que morir no quiero arrepentirme de haber vivido como quise o pude hacerlo
Comandante, sé que el tiempo ha pasado y su figura anda por los caminos pasados, por los presentes y por los futuros. Su aliento asmático sigue impertérrito y asombra que un hombre asediado casi siempre pudiera y pueda salir triunfante a pesar de todos los riesgos y, además, de que sus enemigos en el colmo de cobardía y odio quisieron poner fin a su vida y desaparecerlo cuando ni sus heridas ni su misión personal, aún en la escuelita de Higueras, eran propias de un ser humano derrotado. Pero ya usted lo sabía, que en esos de allá y acullá no se podía creer ni un tantito así.
Por eso tal vez usted pensaba, a tono con la carta que le dirigiera a Fidel en su marcha hacia gloria o la muerte, lo siguiente:
Y cuando un día tenga que morir, miraré gustoso el desfile de mi vida desde la atalaya imaginaria de mis sueños. Quiero acariciar con mis manos las cosechas que sembré con ternura infinita. Y no olvidar a nadie a quién amé -demostrándolo o no con gritos y silencios-. Quiero oír a los míos e imaginarlos alegres de vivir junto a mi pueblo y ser leales hasta el fin de la existencia.
Cuando un día tenga que morir no quiero arrepentirme de haber vivido como quise o pude hacerlo en las tierras sagradas de mis patrias.
Y es que usted, querido Comandante, como expresara en un carta filial, su figura andante monta a horcajadas en un nuevo Rocinante.
(No siempre ha de ser un caballero de la triste figura).
Y esta figura andante, con la lanza en ristre, se acerca lentamente a la selva del crimen.
(No siempre ha de ser hora de perdonar)
Esta figura andante piensa en la vida y en la muerte y en el hombre que debe vencer.
(No siempre ha de ser delirio y locura el pensamiento)
Usted como figura andante va del hombro de otros. ¡Al fin se multiplican las figuras!
(No siempre ha de ser Sancho
el solitario acompañante de aventuras)
Usted, Comandante, como una figura andante y heroica, embiste a un enemigo real que no puede hurtar el cuerpo.
(No siempre la lucha ha de ser contra los molinos de viento de la Mancha)
Una figura andante nos saluda y convoca, más allá de la muerte que será indefectiblemente siemprevida
Por todo lo que usted representa para Cuba, para nuestraamérica y el mundo, permítanos, Comandante, recoger su sangre de la Quebrada (no se ha perdido ni una gota).
Permítanos, Comandante, recoger las cenizas de sus huesos para incorporarlas a los nuestros.
Permítanos, Comandante, que tomemos su fusil para repararlo, por si acaso.
Permítanos, Comandante, sentirnos un poco usted. Y acéptenos este ofrecimiento.
Permítanos, Comandante, que vengamos rugiendo como fieras inocentes, ya se sabe de qué noches tan largas, después que la primitiva voz de la selva enmudezca y llegue la hora de reivindicar el derecho del pueblo al canto y a luchar hasta ser dueño de todos sus destinos y de todas las sonrisas. ¡Te juramos que vendremos en tropel, Comandante!