Felipe Calderón y la Democracia

Es poco comprensible el hecho de que un mandatario electo en medio de sospechas bien fundadas de fraude electoral, pretenda adquirir notoriedad internacional presentándose como adalid de la democracia. Se entiende que lo haga un personaje como George W. Bush, que actúa así por la condición de sede imperial de su país. Con ese papel, el Nerón moderno ha encubierto las acciones coercitivas y discrecionales consumadas sobre pueblos considerados como vasallos. Pero ello es incomprensible, cuando quien lo hace es un simple cónsul del Imperio, como lo es Felipe Calderón, formalmente Presidente de México. No tiene este Pilatos de la contemporaneidad el poder duro, ni la autoritas moral, como para adelantar campañas de carácter internacional, a favor de un determinado planteamiento ideológico. Sin embargo, en lo que es un gesto más apropiado para un personaje como su paisano Mario Moreno “Cantinflas”, anuncia públicamente el inicio de “una cruzada contra los gobernantes vitalicios”, similar a la frustrada realizada por su patrono Bush en el Medio Oriente. Se debe suponer que para realizar esta expedición contará con las fuerzas militares de su país, hasta ahora especializadas en masacrar a sus conciudadanos. Habrá que imaginarse a los generales aztecas, con su fama de no resistir un cañonazo de 100 mil dólares, combatiendo fieramente en los bosques de galería amazónicos. Se puede estar seguro que los jefes militares que se enfrentaron a los sudafricanos en la guerra de liberación de Angola, deben estar preocupados por la posibilidad de combatir contra estos émulos de Juan Charrasqueado.

Pero lo “cantinflérico” de Calderón es suponer que en la era de la informática la gente comulga con ruedas de molino. Pensar que el mundo cree que porque durante el dominio del PRIN, y ahora con la hegemonía del PAN, dado que hubo alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia, existió democracia en México, es como pensar hoy que la tierra es el centro del universo. No siguen el ejemplo de sus patrones, los gringos, que sinceramente no califican las gestiones de sus Presidentes como gobiernos, sino las reducen a lo que son: meras administraciones. Reconocen que el poder para dirigir está en otra parte, hoy conformada por el complejo industrial-militar, donde no existe alternabilidad. Lo trágico de esta oligarquía mexicana, en el presente ni siquiera con el discurso seudorevolucionario de los Presidentes del PRIN, es que ese poder vitalicio, ordenador de la realidad de su pueblo, esta ubicado en las transnacionales que controlan las maquilas que esclavizan a “la raza cósmica” descrita por su ilustre paisano José de Vasconcelos. Seguramente, Calderón esta “contando con su astucia”, como el Chapulín Colorado, pero la época de los superhéroes pasó. En la actualidad es el ciclo de los pueblos, quienes personifican el bien en la lucha contra el mal. Creo que a los Borbones en España, o a la familia imperial japonesa, poco les preocupa la “cruzada contra los gobiernos vitalicios” de Calderón. Pero a este le debe inquietar el movimiento popular que encabeza Andrés Manuel López Obrador.


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Alberto Müller Rojas


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