La reaparición ayer de imágenes de Fidel con Hugo Chávez ha sido noticia que ha recorrido el mundo, y los signos evidentes de su recuperación colman de alegría a millones de seres humanos. Todo esto ocurre en una hora en que los agoreros de toda laya, aliados o no a la reacción y al imperio, elucubran sus teorías sobre el futuro destino de Cuba y su revolución. Por eso se justifica recalcar algunas verdades que forman parte imperecedera de la historia de la humanidad, mal que les pese a tantos políticos sietemesinos y a la inmensa ralea que representa a los hombres descreídos y pusilánimes.
En su ensayo titulado “EL HOMBRE REBELDE”, Albert Camus concluye que el hombre rebelde de estos tiempos debe ser una síntesis de todos aquellos seres mitológicos o humanos que han sido portadores de esta naturaleza de rebeldía durante la historia de la humanidad, de la cual Sísifo es un hito primigenio.
Personajes hay en la mitología, en la historia y en la ficción capaces de poblar la imaginación y fantasía de todos los hombres. Los polos opuestos pueden ser Jeremías y Sísifo.
El primero, Jeremías, fue no de los cuatro profetas mayores (650 – 580 a.n.e), que fue autor de profecías y de las famosas “Lamentaciones” sobre la destrucción de Jerusalén. Es el sinónimo o modelo, según el léxico común, de la persona que continuamente se lamenta. Sobre este personaje, escribió Martí: “Jeremías se quejó tan bien, que no valen quejas después de las suyas”.
El otro personaje, esta vez mitológico, es Sísifo. Hijo de Eolo y rey de Corinto, fue condenado a los infiernos, después de su muerte, a subir una enorme piedra a la cima de una montaña, de donde volvía a caer sin cesar. Es el paradigma de la rebeldía y de la persistencia ante los avatares del destino adverso.
Martí define su escogencia en la vida: está indefectiblemente con el optimismo así como con la rebeldía de Sísifo. De esta manera lo expresa:
“No se puede mirar la tierra sin consuelo. Parece, como si a un tiempo mismo, los hombres todos se hubieran hablado a sí propios. Los tiempos son para Sísifos, y no para Jeremías; para empujar rocas hasta la cima de las montañas; no para llorar sobre exánimes ruinas”.
“El árbol de la vida no da frutos si no se la riega con sangre. Ese andar afanosos; ese sacudir con los hombros peso de montañas; ese vencer, sin más armas que las del amor y la razón, (…); ese aparecer y deslumbrar; ese sentarse como Sísifo triunfador, sobre la piedra que ha empujado con sus brazos a la cumbre del monte, a recibir luz de sol y ofrenda de hombres; y ese partir a tan alto destino con un libro de escuela y un cepillo de carpintero bajo el brazo, dar a quien sabe ver, y gozar en admirar, la medida de una titánica figura, titánica hasta en el modo de ocultar que lo era.”
“Pero estos tiempos no son de vagar sino de obrar. De nuevo se han confundido las lenguas de los obreros de las torres; y los unos traen escalas para subir, y los otros azadas y piquetas con que demoler. Hay un gran ruido de vendas que caen a tierra. Los hombres ven sus llagas, y, discutiendo los modos de curarlas, no ven que crecen. No se tiene, frente a tanta angustia, el derecho de soñar. Soñar, aunque sea una tortura, parece un regalo. Cuando todos los hombres son Sísifos, no está bien en hombres, ser Jeremías.”
“Es necesario ponerse en pie y ver lo que pasa en el mundo, para que no pase lo que se pueda evitar (…) con un poco de fuerza.”
Así continúan las cosas en este mundo. A pesar de los Jeremías y sus lamentos desalentadores, prosigue el gesto de rebeldía de los Sísifos, y el ascenso penoso de la roca hacia la cima, como una demostración de desafío con una cierta sonrisa de victoria, pues existe la seguridad de que un día cualquiera se pueda derrotar definitivamente esa condena fatídica. Pero mientras tantos, cada vez que se llega a la cima con la roca, se logra burlar la adversidad a plena luz del día.
Martí sentenció que “Es rebelde el hombre por naturaleza, y echará siempre abajo a cuantos crean que se le pueden poner por delante o por encima.”
Fidel es el ser humano y el político paradigmático de una auténtica rebeldía en nuestros tiempos. Esto se ha reflejado tanto en sus acciones como en sus ideas: son innumerables los hechos concretos de su vida que expresan esa rebeldía natural e indomable.
Existe una anécdota reveladora de esta cualidad desde sus días de adolescente. Cuando el padre le amenazó con el castigo de mantenerlo alejado de los estudios en su casa campestre, fue rotundo en afirmar: “Si no me permiten continuar mis estudios, le doy candela a la casa”.
Fue un rebelde resuelto cuando en su época de estudiante universitario, denunció y desafió a las pandillas gansteriles presentes dentro del recinto de la universidad.
Fue un rebelde sin precedente cuando enfrentó el golpe de Estado de Batista con un recurso legal acusatorio, establecido ante los Tribunales de Justicia, por la flagrante violación de la Constitución de la República cometida por parte de todos los complotados en el acto político ilegal y traicionero.
Fue un rebelde consecuente cuando, convencido de la imposibilidad de cualquier cambio por la vía política y pacífica, organizó y ejecutó el asalto armado al Cuartel Moncada, bastión militar del régimen espurio, situado en Santiago de Cuba, la segunda cuidad más importante del país. La fecha del asalto, 26 de julio de 1953, devino posteriormente en Día de la Rebeldía Nacional.
Fue un rebelde soñador e iluminado cuando desafió el poderío militar de la dictadura, y anunció públicamente que en 1956 serían “Héroes o Mártires”, y cuando cumplió su palabra con un desembarco, casi catastrófico, al frente de 82 hombres, decididos a librar la lucha en las montañas.
Fue un rebelde estratégico cuando decidió liderar una Revolución armada que estaba en contra del dogma político reinante que afirmaba que “en Cuba era imposible que triunfara una revolución contra el ejército y contra los americanos”.
Fue un rebelde de nuevo tipo cuando se negó a aceptar el escamoteo del triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959, pretendido por sectores civiles y militares, bajo la asesoría de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, y con la complicidad del fugitivo dictador Batista. Entonces dijo: “Golpe de Estado de espaldas al pueblo, no; porque eso sería prolongar la guerra”. Y actuó tan veloz como un rayo, ordenando el avance y toma por las fuerzas revolucionarias y del pueblo de todas las ciudades en poder del enemigo. Ello fue el soplo mágico que derrumbó los planes de continuismo del régimen dictatorial anterior, prohijado por el gobierno norteamericano.
Fue un rebelde convencido del apoyo sin límites de su pueblo, cuando ya con la certeza de que Estados Unidos preparaba la invasión mercenaria contra Cuba, y que las agresiones del 15 de abril de 1961 eran su preludio, declaró el 16, víspera del desembarco de ésta por Bahía de Cochinos, el carácter socialista de la Revolución junto con la movilización de todo el pueblo en defensa de su causa. En menos de setenta y dos horas, se alcanzó la victoria de Girón, que constituyó la primera derrota del imperialismo en América.
Fue un rebelde defensor de la independencia y soberanía de su país, cuando, con absoluto apego a los principios y leyes internacionales, se negó a permitir los vuelos espías de los aviones de Estados Unidos y la inspección en territorio cubano del retiro de los cohetes soviéticos durante la crisis de Octubre de 1962.
Fue un rebelde internacionalista cuando desafiando a todas las potencias coloniales y a Estados Unidos, apoyó la lucha de liberación de los pueblos de África, que condujo a la independencia de muchos países y al derrumbe del aparheit en Sudáfrica.
Fue un rebelde inclaudicable, un verdadero rebelde con causa y fe en el pueblo, cuando proclamó antes de la desaparición de la Unión Soviética, en los momentos en que nadie lo soñaba incluso, que si tal hecho ocurriera, Cuba mantendría su carácter socialista. Y una vez ocurrido lo inesperado, “el fin de la historia” con la caída de todo el campo socialista, mantuvo inalterable sus posiciones de principios y supo darle sentido y aliento a la historia.
Fue un rebelde sin miedo y sin tacha al desafiar el dictado imperial de Bush después del 11 de septiembre. La disyuntiva lanzada contra el mundo “de están con nosotros o están con el terrorismo”, fue respondida con el grito desafiante y valiente, lo que nadie se atrevió en su momento, de que “no estamos con la guerra ni con el terrorismo”.
Si estos son grandes hitos de la rebeldía natural de Fidel, pudieran mencionarse muchos otros gestos de mayor o menor trascendencia para los destinos de la Revolución, de la nación cubana y de su persona. Y estas acciones, hechos y gestos han estado indisolublemente unidos, formando una armazón armónica, a sus ideas sobre el ser humano, la Revolución, su país y el resto mundo.
Vale recordar una de sus ideas que sintetizan su pensamiento de rebeldía radical y esencial: “Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella, por eso es como si el mundo se hundiera cuando escuchamos una verdad; como si no valiera que el mundo se hundiera antes que vivir en la mentira.”
Por estas y otras razones, Fidel es el símbolo más rutilante de la rebeldía en la época que le ha tocado vivir. Y seguro que lo será para los siglos futuros.
Y hoy que se recupera y que sobre su estado de salud actual, afirma a Chávez: “Esto está lejos de ser una batalla perdida", puede sentirse satisfecho y reconfortado como Sísifo triunfador, sobre la piedra que ha empujado con sus brazos a la cumbre del monte, a recibir luz de sol y ofrenda de los hombres.
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