Poco tiempo atrás, pocos sabían, incluyendo al Perú, sobre Pedro Castillo, este docente indígena que ahora llaman el candidato "ultraizquierdista" del partido Perú Libre, que ganó la primera ronda electoral.
En esa oportunidad, entre 18 candidatos, unos 16 de la derecha y dos de la izquierda, pues además de Castillo compitió Verónika Mendoza, a quien siempre se le vio muy bien posicionada en las encuestas, el llamado por la prensa "candidato ultraizquierdista", alcanzó aproximadamente un 19 % de los votos. El segundo lugar, no muy lejos, en cuanto al número de votos obtenidos, estuvo Keiko Fujimori, la hija del expresidente Alberto Fujimori.
En una percepción inmediata de esos resultados, donde los votos de la derecha aparecieron muy fragmentados y la Mendoza alcanzo un respaldo muy reducido, uno pensó que, en la segunda vuelta, por intereses de clase, la necesidad de la derecha de cerrar el paso a un hombre señalado como de la ultraizquierda y de origen humilde, Keiko Fujimori saldría desde el primer momento como favorita y hasta de manera abrumadora con el respaldo de los votantes. Es decir, colocamos en primer plano la idea que, a esta candidata, la derecha trasladaría sus votos para derrotar, a quien en el papel y hasta la imaginación, por ideología y hasta simbolismo, pareciera ser el enemigo principal.
No obstante lo anterior, pensamos y lo dijimos a alguna gente, que pese eso, podría suceder que, en el Perú, donde uno desde lejos no percibe un enfrentamiento con los rasgos propios de Venezuela, Bolivia, Chile y Ecuador, los sentimientos anti fujimoristas que allí anidan, podrían influir para que esos dispersos votos entre los candidatos de la derecha no se trasladasen con facilidad y hasta velocidad en favor de Keiko Fujimori.
Pero eso de 16 candidatos de la derecha frente a dos de la izquierda, dice muchas cosas de ambos bandos. Como que, por ejemplo, Pedro Castillo, los suyos y Verónika Mendoza con sus acompañantes, frente aquella dispersión, atomización de la derecha, no pudieron o quisieron acordarse en torno a una candidatura. Pero también habla de una derecha demasiado dispersa, casi diluida, a la que no es fácil unir porque allí, en Perú, es evidente, el liderazgo es por demás débil y hasta inexistente. Y esto lo prueban los 18 candidatos en la primera vuelta y la muy baja votación alcanzada por cada uno de ellos, incluyendo al ganador.
Un reciente sondeo, titulado "Si mañana fuera la segunda vuelta presidencial, ¿por quién votaría?" muestra que Pedro Castillo tiene un 42% de intención de voto sobre el 31% que posee Keiko Fujimori."
Es decir, la mayoría de los votantes, según esa información, no estarían reaccionando en función de lo que uno esperaba sino de lo que daba como opción de segundo orden. Pareciera que, por encima de los intereses de clase y los compromisos con los partidos de la derecha, el votante se estaría inclinando en favor de Castillo, pero por adversar y derrotar al fujimorismo, lo que, en nuestro primer análisis, dimos como una posibilidad, pero sin mucho entusiasmo y menos seguridad.
Pareciera que, en Perú, los partidos, sobre todo los de la derecha, no ejercieran tanta influencia sobre sus votantes; tampoco prevalece, por lo menos hasta ahora, ese sentimiento anticomunista, anti izquierdista tan acendrado en otras partes, como para lograr y hasta querer trasladar sus votos en favor de la Fujimori. Cualquiera pudiera decir ligeramente que la lucha de clases y hasta la influencia de EEUU no tienen en el Perú el peso que el resto de América Latina. Pero es hasta posible que, lo inesperado de los resultados, agarró a quienes, en principio, en una percepción apresurada y simplista, serían los contrarios a Pedro Castillo, desprevenidos y sin una respuesta apropiada.
Pero a ese cuadro uno podría agregar que la derecha toda y los agentes de EEUU, no esperaban que llegasen de finalistas, precisamente dos candidatos que no gozaban de sus simpatías y deseos de respaldarle.
En el Perú los resentimientos contra Alberto Fujimori alcanzaron un nivel tal, por su gestión represiva, enfrentada a todas las instancias, habiéndose ganado la desconfianza y el rechazo de factores determinantes en la vida económica y política de ese país, lo que envuelve a la izquierda y la derecha, que se pensaba que su hija no llegaría adonde ahora está y menos que sería ella la opción de este último universo, para detener a uno de la izquierda, que por cierto, nadie pensó que podría ser Pedro Castillo.
Si resultó difícil que la derecha peruana se pusiese de acuerdo en un candidato y terminase fragmentada, casi diluida su votación, sin liderazgo, le será mucho más difícil ponerse de acuerdo y trasladar sus votos a una candidatura fuertemente rechazada, como lo es la de Keiko Fujimori y más con la velocidad que demandan las circunstancias.
Es lógico pensar que, a esta altura, tomando en cuenta aquello del menor mal y de la aventura que pudiera representar la candidatura de Castillo, la derecha, como no es difícil presumir, manejada por los agentes de EEUU, ahora mismo anden en gestiones para lograr el milagro de revertir la tendencia. Y no es de dudar que en este momento se mueven todas las piezas para garantizar el triunfo de la Fujimori.
Por supuesto, esto lo piensa uno a partir de lo que se dice, que Pedro Castillo es un candidato de la ultraizquierda, más allá de lo que es la joven Verónika Mendoza, quien, sin duda, según sus discursos, es merecedora de tal calificación. De donde si aquél es coherente con lo que de él se dice, hay motivos para que la derecha peruana y el gobierno de EEUU se mortifiquen y busquen la manera de derrotarle y la única pieza que por ahora tienen es la candidatura de Keiko Fujimori.
Dadas como están las cosas, Pedro Castillo, adelanta su juego e intenta blindarse de posibles ataques en su contra en esta coyuntura cuando aparece, supuestamente, como el enemigo a derrotar por la derecha. Antes, pudo pasar desapercibido en la larga lista de candidatos.
Evo Morales entró en escena y, hace dos, días declaró su respaldo y adhesión a Castillo diciendo "Saludamos y expresamos respeto y admiración a Pedro Castillo de Perú que tiene un programa similar al nuestro: revolución democrática y cultural pacífica, defendiendo recursos naturales e impulsando una Asamblea Constituyente, en beneficio del pueblo para que haya justicia social". https://www.aporrea.org/internacionales/n364360.html
Tenemos razones para creer que, Castillo, dadas sus particulares circunstancias, no reaccionó muy agradado de tal respaldo, tanto que, sin hacer mención de Evo, se descargó por adelantado contra Maduro. En efecto, hace pocas horas, ha dicho el peruano "Quisiera decir que, en el caso de Venezuela, abiertamente decirle al señor Maduro que, por favor, si hay algo que tiene que decir concerniente al Perú, que primero arregle sus problemas internos, que venga y se lleve a sus compatriotas que han venido acá a delinquir".
Y como si eso no fuese suficiente agregó, según nota de prensa, que, "de ganar la presidencia, dará un decreto dando 72 horas de plazo para que salgan los extranjeros que hayan venido a delinquir".
https://www.aporrea.org/venezuelaexterior/n364384.html
Tales declaraciones, sin motivos reales, parecieran ser una manifestación de enemistad, quizás hasta inventada, por faltarle una manera más inteligente y, porque no, nacida al calor de la aspiración que le embarga de ser presidente. Y no tiene justificación, dado que Maduro no ha dicho nada al respecto, sólo que el peruano imagina que, detrás de la declaración de Evo, podría venir la del venezolano y, de esa manera, quiso dejar clara su inconformidad con tales respaldos.
Pero lo que más llama la atención de lo dicho por Castillo, es su descarga xenofóbica contra los venezolanos, hasta más allá de la que pudiera habérsele ocurrido a cualquier candidato de la derecha peruana, como la misma Fujimori.
Lo anterior revela una vez más lo que tantas veces decimos. Para ser de izquierda no basta decirlo ni andar de aquí a allá con griticos como "abajo el imperialismo y la burguesía". De repente, quienes en eso andan y se mantienen no son nada de lo que dicen ser. Y digo esto porque, a un hombre, en verdad de izquierda, jamás podría ocurrírsele decir tamañas atrocidades contra la especie humana.
Castillo, tratando de defenderse o impedir que la derecha conocida y oficial de su país se recomponga y le derrote, siendo él un candidato "peligroso" por su discurso, no se le ocurrió otra cosa distinta que mostrarse o exhibirse más derechista que su opositora.