La guerra de Rusia contra Ucrania, sacudió una cantidad muy grande de fenómenos que de por sí alteraron el equilibrio forzado que mantenía occidente sobre el mundo, en la era post soviética.
Se estremecieron arquitecturas militares, sistemas monetarios, relaciones comerciales, actividades financieras, relaciones diplomáticas internacionales, bienes culturales, la producción y el intercambio de bienes materiales, sentimientos e inclinaciones ideológicas, redes sociales y medios de comunicación y otros fenómenos variados.
En este caos o crisis de procesos inconclusos, que varían con velocidad increíble, se han venido profundizando las fuerzas que le van imprimiendo la dirección al conflicto. Washington y la Otan luchan por mantener lo existente, su mundo occidental, neoliberal, globalizante y privatizador. Putin, sólo contra el mundo, esta logrando desmilitarizar Ucrania, derrotar al nacionalismo fascista, salvando a Rusia de la agresión múltiple occidental y abriendo la posibilidad de resolver el conflicto, con una sacudida decisiva que niega en todos los campos la eternidad y el poder de la globalización occidental.
Pero como esta lucha recién comienza, hay cosas que no se pueden vaticinar sus resultados, porque hay fuerzas destructivas que tienen la capacidad de no dejar piedra sobre piedra y echar abajo las condiciones del proceso de transformación y hacer retroceder a la humanidad hasta la edad del garrote y la piedra.
La negación destructiva, no crea las condiciones necesarias para que el sistema se siga desarrollando, es un viraje al pasado, como oscurantismo cultural. Pretender destruir los bienes culturales creados por la humanidad (Netflix, YouTube, Twitter, Disney, el futbol, los juegos olímpicos, la lectura de literatos rusos, las comidas ligeras, el comercio, las finanzas rusas, la tecnología; negar los bienes culturales a Rusia) es pretender llevarla al oscurantismo medieval, como lo hizo Hitler.
Putin está iniciando la construcción de un nuevo régimen internacional pluralista y más seguro. Con más vitalidad financiera y comercial, y más amistoso en sus relaciones internacionales
Por estas razones, la carga histórica que pesa sobre la iniciativa militar de los rusos, es la de pegar la sacudida decisiva al mundo occidental. Interrumpiendo la inmunidad de sus mecanismos coercitivos, es decir, destruir lo viejo y hacer nacer lo nuevo. Ojalá haya la suficiente fuerza interna y el apoyo externo para que este cambio se haga realidad.