Colombia es un país que tiene décadas bañada en sangre de sus connacionales. Y no me refiero sólo a la lucha entre el Estado y la insurgencia guerrillera, sino a toda la violencia de carácter político-social existente, producto de la acción de regímenes gubernamentales autoritarios y muchas veces sanguinarios, con estrechas relaciones con el narcotráfico, que se han vestido con un ropaje democrático, como quien se disfraza con el vil propósito de delinquir en forma impune. Cientos de asesinatos anuales de líderes sociales y político, producidos continuamente y que se extienden hasta el presente; desplazamientos forzados de campesinos de sus hogares y tierras, para añadirlas a la narco producción; actuación de grupos paramilitares terroristas directamente al servicio de la oligarquía colombiana, los numerosos falsos positivos, a los que se agrega la presencia de organizaciones delictivas de la peor calaña, dedicadas al tráfico de drogas, el contrabando, el sicariato, la prostitución, el comercio de niños, la extorsión, el secuestro y el control ilegal de zonas geográficas extensas.
Contra este estado de cosas votó el pueblo colombiano en las elecciones que dieron el triunfo a Gustavo Petro y Francia Márquez. No se trata de la victoria coyuntural de un liderazgo político mesiánico. No es el triunfo de Hugo Chávez en 1998. Es un proceso histórico de décadas, con muchas víctimas y mucha destrucción. Pero lo insólito es que, en Venezuela, en las llamadas redes sociales y en otras partes, existan personas que banalizan este triunfo popular contundente, que abre posibilidades claras de iniciar un cambio positivo para Colombia, que la lleve, entre otras cosas, a ser realmente nuestra hermana república, como tanto se pregona. Supuestos líderes democráticos y periodistas de cierto prestigio se presentan como preocupados por el destino "chavecista" que le espera a Colombia, al haber caído en las garras del comunismo internacional que, según recuerdo, se derrumbó hace más de 30 años. Gente, que algunos aún consideran seria, alucinando aún con una Rusia comunista y haciendo similitudes que sólo están en sus enfermos cerebros.
Se aterran al pensar que Lula será el próximo Presidente de Brasil y ya compran y recomiendan comprar dólares, para poder viajar a la luna. Para nada analizan el porqué de lo ocurrido en varios países iberoamericanos y que nos ha llevado a la situación actual, ni tampoco el fracaso de todos sus vaticinios delirantes en los casos de López Obrador en México, Bóric en Chile, Arce en Bolivia y Fernández en Argentina. Ya hablan de que Maduro tiene otro aliado en la región, cuando en realidad lo que han aparecido son gobiernos nacionales preocupados por sus pueblos, que no aceptan tutelaje extranjero ninguno, pues están empeñados en trazar su propio destino soberanamente. Ni siquiera llegan a percibir la incomodidad que esos nuevos gobiernos, y más el colombiano de Petro, genera en la cúpula gubernamental venezolana, al convertirse en una referencia de cómo se puede actuar firmemente en defensa de la nación y el progreso de su gente, manteniendo la democracia sin tener que violentar derechos ciudadanos de ningún tipo.
La nueva Colombia, que se desarrollará a partir de ahora, puede resultar un poco molesta para el gobierno de Maduro, pese a que la nueva situación lo libera del injerencismo agresivo y militarista del uribismo, hoy venido a menos, aunque lejos aún de haber sido derrotado definitivamente. Maduro en Colombia ya no tendrá a un enemigo, como también dejó de tenerlo en el caso de Chile, Bolivia y más recientemente Honduras. Pero no tendrá un aliado para sus acciones antidemocráticas ni violadoras de derechos ciudadanos, ni dispondrá de la excusa de las agresiones del gobierno de Duque hacia Venezuela, para explicar su negligencia. Ya Petro y Francia dan muestras evidentes de lo que serán sus políticas de gobierno: pluralismo en la integración del mismo, respeto claro de todos los derechos ciudadanos, acciones en pro de la paz y la reunificación de los colombianos, enfrentamiento de la corrupción y estimulación de una economía productiva que impulse el desarrollo colombiano y comience a mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Les deseo el mejor de los éxitos.