Rusia y Ucrania o mejor EEUU ¿Poder para qué? Lo malo que lo haga otro

Voy a empezar este trabajo admitiendo soy demasiado idealista y hasta un caído de la mata. Mis principios suelen ser como rocas y sólo propensos a los cambios que impone el movimiento, más no por improvisación y oportunismo. Por ejemplo, sin dejar de ser pacifista, observo y concibo que en el conflicto desatado entre Rusia y Ucrania, que es un hecho en movimiento, las razones estratégicas están del lado del primero. Y lo están porque Ucrania actúa como una simple pieza de ajedrez, no un alfil, sino un peón de la OTAN, lo que de paso quiere decir, de Estados Unidos y su deseo de mantener su decadente hegemonía mundial. Es decir, no estoy con Rusia per se, por atavismos, amores u odios umbilicales y hasta no bien sustentados.

Pero hay un asunto sobre el cual quiero llamar la atención, como antes lo he hecho. En Ucrania, ahora mismo, tres regiones están sujetas a respectivos referéndums para decidir su anexión o no a Rusia. Frente a este asunto, al cual como ya dije, me he referido varias veces por lo que significó para Estados Unidos la Guerra de Secesión y las amenazas reales que penden sobre Venezuela, expuestas en los momentos más álgidos de las guarimbas, en relación con áreas del occidente del país, con respecto a los reclamos sobre el Esequibo y hasta lo que se comenta, no secretamente, acerca de planes en marcha en el área del Amazonas, aprovechando el mal manejo y trato de los pueblos ancestrales allí asentados, mantengo una posición, según la cual, la secesión o separación no es un asunto que puede decidirlo una región por su cuenta, sino que ella depende del todo. Sólo un referendo nacional, en un caso muy particular, pudiera otorgar a un Estado o región la separación. Como dijo una vez George Jackson, ex presidente de EEUU, "la capacidad de decidir u otorgar la secesión, depende del todo".

Y no hay que olvidar que EE UU, con respecto a Venezuela, tiene "todas las cartas sobre la mesa". Por eso, mis simpatías, en este conflicto Rusia-Ucrania, que no es más que un aspecto o parcial manifestación del enfrentamiento entre la vieja hegemonía y el multipolarismo que intenta romper las viejas formas, pero no como un invento o un parto por demás adelantado, sino porque las condiciones todas están dadas, por un mundo nada sometido a la hegemonía, no descuidan las formas que pudieran darle validez que a nosotros nos apliquen el mismo remedio, el secesionismo. Y de paso perder el valor moral y político de reclamar contra esa agresión. Por esto y por lo que sigue, prefiero estar afuera y no adentro, mientras a mi país le obligan a fórmulas que no comparto, sólo por sentirme importante y hasta gozar de pequeños beneficios, asuntos de los cuales parece gozar ahora Zelensky, antes un simple comediante de lo pequeño que optó por hacer de primera figura en una comedia que no sólo atañe a Ucrania, sino a la humanidad toda.

En esto hay que ser cuidadosos, para luego no sentir deseos de irse por la pesadumbre o sentirse arrepentido. En esto, la posición de López Obrador, me luce equilibrada y en consecuencia acertada.

II

Los cumaneses solíamos decir, "no te metas para que no aparezcas". Tal expresión de la gente entre la cual me formé hasta llegada la etapa juvenil, cuando en mi tiempo no había otra opción, sobre todo para jóvenes "provincianos", como se nos llama, según la vieja visión colonial, que queríamos y sentíamos necesidad estudiar, que irse para Caracas, para decir "estoy JPC, jodío, pero en Caracas", siempre me ha gustado y no pierdo la oportunidad de usarla. Aquella expresión cumanesa, tiene muchas acepciones, como la de no meterse en asuntos que no convienen porque "uno no lleva las de ganar", pero también si no sabes cómo manejarlos. Pues si eres honesto, formado con la rigidez moral de nuestros humildes hogares, complementado con la del grupo de amigos donde te desenvuelves y los principios que se derivan de tus lecturas, estudios académicos, como es el caso del docente, quien no se forma para trazarse como meta hacer dinero a "cómo dé lugar", debes cuidar mucho no meterte en "camisa de once varas". En "rollos" de los cuales nada sabes ni tienes los instrumentos como desatornillar, rebajar donde haya que hacerlo, en fin, prestar un buen servicio. Eso del aventurero, advenedizo y hasta pirata, de asumir responsabilidades para las cuales no estoy preparado y asumir la vida y todo lo venga "a cómo salga", no es de nuestro agrado, menos si en ello está en juego el destino de mucha gente.

Si yo hubiese sido presidente, "¡Dios me salve la parte!", como gustaba a uno soñar cuando era chiquito, yo lo hice, viendo al corto tiempo que, por las razones que sean, sólo logró multiplicar las calamidades antes existentes, renuncio. Mi conciencia no hubiese soportado tal peso y ansiedad. Más si al paso de los años, para poder solventar o resolver los problemas que se han ido acumulando, me veo obligado a hacer lo que antes combatí y denuncié como contrario al interés nacional y a los factores a los cuales me siento comprometido. Y peor, si ese proceder es el único posible para "mejorar las cosas", dado el estado deplorable generado bajo mi mandato, sin importar los motivos ni las verdaderas razones, pues algo malo hice o dejé de hacer para que se impusiese esa "lógica".

Por ejemplo, en materia de servicios públicos, siempre hemos defendido la posición que deben ser propiedad del Estado, hasta los viejos adecos hablaron de "los servicios fundamentales y empresas estratégicas".

Hablando como educador, si viese qué siendo presidente, las escuelas públicas entran en estado de abandono, las privadas aumentan la matrícula a causa de ello, los maestros se ponen en mi contra por el mal del cual son víctimas, sin importar las "razones de fondo", no dudaría un instante en poner mi renuncia. Pues es preferible, también para decirlo de manera coloquial, "si eso es inevitable, pues que lo haga otro."

En una celebrada película de Gilberto o Gillo Pontecorvo, cineasta italiano, protagonizada por Marlon Brando, titulada "Queimada", se ofrece una escena que sugiere una reflexión profunda acerca de los fines del poder. Un jefe guerrillero victorioso, sentado en una silla rococó y asediado por los reclamos de los diferentes sectores sociales que habían sido burlados por el viejo régimen, medita y se pregunta con angustia ¿qué hacer? Al cabo de unos días, sin respuesta a la mano, el antes triunfante guerrero retornó con sus huestes a la montaña. Abrió un nuevo frente y un paréntesis para dilucidar un problema profundo ¿qué hacer con el poder?

Llegado un momento se vio rodeado, en su intimidad, por una cantidad de gente, gabinete, allegados y hasta allí llegados por efectos de la realidad, dando con aquello la imagen de lo que era el Estado, ese mecanismo que tiene vida y hasta sus irrenunciables querencias y derrotes, para decirlo en el lenguaje toreril, que le imponían un hacer, una conducta ajena a lo que había soñado y contraria a lo que tenía pensado antes de subir a la montaña. Y lo que fue peor, aquello le ataba y le impulsaba a hacer todo lo contrario de lo que había soñado.

Y supo que sus sueños nada tenían que ver con aquellas fuerzas, cerco en la que realidad jugaba un rol determinante. Como también supo que debía optar por seguir el paso y dirección que aquellas circunstancias le imponían o dar un paso a un lado, renunciar y no prestarse para aquello o ceder. Prefirió irse o volver a la lucha a esperar nuevos tiempos.

Para aquel legendario comandante, el acceso al poder de nada sirvió, no sabiendo manejar las herramientas del cambio positivo ni dadas las condiciones inherentes a su sueño.

Quizás alguien se sienta inclinado a pensar que ese planteamiento no pasa de ser un idealismo o una simple expresión poética. Que nada tiene que ver con el mundo real. Es posible, pues el hombre es muy cambiante, tal como lo es la vida y hay quienes tienen una enorme capacidad de adaptación y hasta les sirve aquello de "agarrando, aunque sea fallo". Y esto no es malo en sí mismo, es necesario saber con exactitud qué agarramos y para qué.

No obstante, el poema de Pontecorvo es un simbolismo, una abstracción referida al mundo cotidiano. No es una simple cuestión de retórica construida al gusto de los intelectuales.

Es un lugar común entre nosotros el ofrecer de todo en las campañas electorales. "Acabaré con el hambre y meteré en cintura a los especuladores", dice con demasiada frecuencia el discurso electoral.

"Haremos esta sociedad más justa, una más equitativa distribución de la riqueza y abriremos camino al desarrollo", expresa otro sin el más mínimo rubor.

Muchas de estas promesas, pese a lo que gran parte de la gente crea, se hacen, de un lado u otro, con la mejor buena fe. Es natural creer que más de una cara dura solo habla por hablar; y por algo peor que eso, engañar de manera flagrante. Pero no hay duda que unos cuantos son "sinceros".

Pero éstos últimos podrían volverse tan peligrosos y nocivos como los otros. Pues eso se suele decir, como ya está escrito, de "la mejor buena fe", pero sin plan alguno ni conocer exactamente el movimiento de la vida y el modelo, sino sólo por expresar un sueño y buen deseo. Tanto que, llegado esos al poder, no tienen la valentía y honestidad del personaje de Pontecorvo, sino que se entregan al poder del Estado, al ritmo que este impone que no es otra cosa que entregarse a la clase o clases dominantes y bailar al que ellos impongan.

No es sólo con discursos de feria y de buenos deseos que cada sociedad cambiará de manera que las cosas sean mejores y las relaciones humanas más solidarias y..... ¡eso, más humanas!; que la productividad permita el equilibrio necesario y apreciado entre la rentabilidad y la felicidad; que la sociedad crezca y crezcan los humanos

Es importante tener la respuesta apropiada a la interrogante del viejo guerrillero, ¿qué hacer?

Pero es triste saber que muchos que acceden al poder jamás se torturan de esa forma. La soberbia es mayúscula. Creen saberlo todo y en todo caso, se conforman con obtener el aplauso de la camarilla. Y por eso, con ella y para ella trabajan. Y se está en el poder, no solamente cuando se ejerce o maneja al ejecutivo, que, si bien es importante, no obstante, es apenas una parte de aquel. Se es parte del poder de otras formas y a veces hasta se ignora esta circunstancia.

El legendario guerrillero de Pontecorvo fue un Quijote y como éste, hasta un tonto que no conocía los secretos del poder. Así actúan los pragmáticos, cínicos y equivocados de buena fe. Pero en verdad, el verdadero Quijote se las sabía todas, tanto que se rio del mundo, de los viejos combatientes al "servicio de la justicia", de las clases dominantes y de los héroes de pacotilla que sirvieron a los poderosos y sus propios intereses personales.

El soberbio que, de vez en cuando, lee los periódicos o recuerda un viejo discurso escuchado por allí, en alguna parte, en sus peroratas de feria habla del Quijote y lo pone de su parte.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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