La cultura sobre la paz debe ser aprehensible e inteligible para que ilumine a los pueblos

Mientras subsista la inherencia criminal del fascismo y del capitalismo salvaje en los pueblos del mundo tras la imposición de un pensamiento único entre otras aberraciones, el tránsito hacia la paz seguirá siendo ilusorio.

Una cultura sobre la paz coloca en primer plano el respecto de los derechos humanos, el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a principios como libertad, justicia, solidaridad, fraternidad y sobre todo tolerancia.

La Organización de las Naciones Unidas, que aglutina 193 países, la mayor organización internacional existente que funge como promotora de la Carta de las Naciones Unidas, está obligada en mantener la paz, la seguridad internacional, en fomentar relaciones de amistad entre las naciones, en lograr la cooperación internacional para solucionar problemas globales y servir de centro para que armonice la fraternidad entre los Estados de este mundo trágico y mal gestionado.

Sabemos que estos propósitos están todavía lejanos, aunque no imposibles de lograr. Hasta tanto persista la hegemonía imperialista que lidera el régimen estadounidense, interfiriendo en la promoción de la paz, como país injerencista al margen del derecho internacional, hacia los gobiernos democráticos que no estén alienados en sus prédicas colonialistas, la paz verdadera continuará siendo un sueño irrealizable.

Erradicar la violencia y sus causas exigen mucho más que la acción de los gobiernos, porque tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados, se necesita la participación de todas y todos mediante la práctica incesante de crear conciencia sobre la cultura de paz.

Es preciso movilizar y forjar a nuestros jóvenes inculcándoles el deseo ferviente de ir hacia la búsqueda de nuevas formas de convivencia basadas en la conciliación, la igualdad, la solidaridad, la generosidad, el amor y la paz.

Vale puntualizar que la cultura de paz la definió la Organización de las Naciones Unidas como un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados de los siguientes puntos, a saber:

1. El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación;

2. El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia política de los Estados y de no injerencia en los asuntos que son esencialmente jurisdicción interna de los Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas el derecho internacional;

3. El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales;

4. El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos en las generaciones presentes y futuras;

5. El respecto y la promoción del derecho al desarrollo;

6. El respeto y fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres;

7. El respecto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información;

8. La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones.

Una cultura sobre la paz impone hacerle frente a la violencia económica en toda su dimensión, a la pobreza y las injusticias sociales. Es necesario profundizar y contener las desigualdades en la distribución de las riquezas y la falta de oportunidades.

Hay que trabajar con los medios de comunicación social en la difusión y creación de espacios de discusión, análisis y propuestas a favor de un cambio cultural dirigido a todos los sectores de la sociedad y en especial a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Debe también suprimirse la "guerra de cuarta generación", los falsos positivos y contrarrestar la malicia informativa como sucede en nuestros días.

No hay cultura de paz sin desarrollo, ni desarrollo sin cultura de paz. Está claro que la pobreza es la causa estructural de la violencia y su eliminación es clave para lograr la paz.

La igualdad, el desarrollo y la paz, están inextricablemente unidos, no puede haber paz verdadera sin desarrollo humano y justicia social, del mismo modo que no puede haber un desarrollo sostenible si no se profundiza el Estado de Derecho y Justicia Social.

En Venezuela para alcanzar una cultura de paz, es necesario la participación de la sociedad en los espacios comunitarios, el municipal y nacional, para ampliar el ámbito de las actividades sobre la cultura de paz.

Sin dejar escapar la imperiosa necesidad de promover la paz y la seguridad internacional, alentando la eliminación de las bases militares en Nuestra America y promoviendo las soluciones pacíficas ante los conflicto entre naciones hermanas.

En fin, debemos trabajar por la construcción y fortalecimiento del Estado de Derecho y de Justicia Social, que subraya la Constitución de la República Bolivariana, bajo un sistema político sustentado en el respeto y promoción de los derechos humanos, sin exclusión, con la participación y la relación pacífica entre los ciudadanos en la concertación pacífica y la solución equitativa en los conflictos que surgen en la relaciones humanas.

Sin apartarnos de la cooperación internacional destinada a eliminar las causas socio-económicas de los conflictos armados y las guerras, para poder lograr la construcción de un mundo vivible y humanizado.

Sabemos que hay poca concreción práctica para estos planteamientos, sin embargo, hay que ir con aliento, hasta lograr la batalla final, porque nosotros que somos mayoría venceremos.

Mahatma Gandhi nos recuerda que:

"No hay camino hacia la paz, la paz es el camino".

También dijo: "Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa".

Gandhi hizo de la "no violencia" o desobediencia civil, una estrategia de lucha contra el imperio británico, abogando por acabar con la injusticia que perpetuó la oligarquía hindú, al liderar la lucha no violenta por la independencia de la India, contra el imperio británico, que finalmente logró en 1947.

 



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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