ESPECIAL PARA “VEA”
El expresidente de Ecuador, Osvaldo Hurtado, de la confesional democracia cristiana, ha declarado que si Rafael Correa triunfa en el referéndum del 15 de abril, el cual aprobará la convocatoria de una Constituyente, ese país estará perdido como Venezuela. Es evidente que ese fracasado exmandatario sigue pensando de acuerdo a la tesis que se le atribuye a El Libertador, mediante la cual se consideran a Venezuela como un cuartel; a Colombia como una universidad; y, a Ecuador como un convento. Un aserto, que si en verdad hubiese sido sostenido por Bolívar, sería una de las pocas equivocaciones en su reconocida capacidad prospectiva. Hoy en día, Venezuela es un espacio de libertad propicio para el desarrollo del saber; Colombia es un teatro de operaciones donde reina la violencia; y, Ecuador ha sido hasta hoy un ámbito de anarquía. Pero para Hurtado, sigue siendo un monasterio, donde él es un retirado anciano Abad, con voz pero sin voto, para quien la rebeldía de un joven monje es una señal de concupiscencia, que incita a los pacíficos indígenas, dados en encomienda para su catequesis, a la insurrección diabólica y al hedonismo. Atenta contra la castidad paulista, que hace del paso por la vida un camino de espinas, que hay que transitar obligatoriamente para alcanzar la gloria eterna.
Para este prior, cuya vida no ha sido propiamente un vía crucis, la idea de que una de esas “almas puras”, confiadas a la custodia de sus frailes, aspire a dormir en una habitación amplia y ventilada, con una cama muelle, y servicios sanitarios; a comer una balanceada dieta; a tener una mujer y una prole, con garantías de atención sanitaria y recreación apropiada; y, a alimentarse con la “manzana de la sabiduría” que le permita distinguir los aspectos gozosos de la vida de aquellos penosos, representan simplemente una distorsión de los designios divinos. Tales diabólicas aspiraciones son las que busca Correa en Ecuador, y trata de hacerlas factibles Chávez en Venezuela. Y son ellas, las que le obstruyen el camino al cielo a los pobres –los arroja del paraíso- que lo tienen asegurado con el simple aguante de la miseria. A los ricos para llegar a ese edén, les cuesta mas trabajo que “a los camellos pasar por el ojo de una aguja” Lógicamente ellos tienen asegurado ese cielo, por apacentar ese rebaño de borregos, sin mucho sacrificio, gracias a las “piadosas contribuciones”, que en falsas contriciones le suministran los pecaminosos opulentos.
Sin embargo, Hurtado esta equivocado. Ese Dios -descrito maravillosamente por el humorista español Jardiel Poncela en su obra La Tournée de Dios- que hizo al Hombre a su imagen y semejanza, no puede aceptar como equivalente a esas ovejas conducidos por un pastor como Hurtado, secundado por unos perros que hacen permanecer unido al rebaño. Casi estoy seguro que esa divinidad preferiría tener como imagen la de un tigre, conciente de su poder, cuyo instinto de conservación le dice que no puede depredar arbitrariamente a los mas débiles, que lo ayudan a sobrevivir, sin poner bajo riesgo a su propia especie, e incluso a su propio ser.
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