El régimen social, político, económico y cultural colombiano es uno de los más reaccionarios del planeta. Ese dispositivo gubernamental está bajo el control absoluto de un bloque ultraderechista con rasgos neonazis que privilegia la violencia en todas sus formas para proteger sus intereses y privilegios.
La ultraderecha colombiana ha organizado un sistema de poder con múltiples tentáculos militares, judiciales, mediáticos, religiosos, biopolitica, culturales, geopolíticos e ideológicos.
Ese poder descomunal mantiene un control de hierro sobre más de 50 millones de ciudadanos con pocas posibilidades de revertir tal cuadro de dominación sangrienta y totalitaria.
La mejor evidencia de la podredumbre y degeneración de ese modelo de subordinación son los 8 millones de desplazados por la violencia, el despojo a estos de más de 9 millones de hectáreas y los cerca de 7 mil "falsos positivos", ejecutados por las fuerzas militares y policiales en los últimos 20 años.
La izquierda popular y los movimientos sociales organizados han sido las subjetividades que con mayor fuerza han adelantado una acción de resistencia a esa máquina oligárquica de poder, a lo largo de casi 7 décadas de resistencia.
Movimientos de izquierda, coaliciones populares, guerrillas campesinas, paros cívicos, huelgas obreras, estallidos populares, alzamientos estudiantiles son las expresiones más cualificadas de la heroica y valiente resistencia de la multitud colombiana.
Gustavo Petro llegó a la presidencia de la república y al gobierno central del Estado oligárquico como reflejo de un poderoso bloque popular sostenido en la resistencia.
Petro es la expresión cabal y completa de la Resistencia popular colombiana.
Su acción como presidente de la republica hay que entenderla y asumirla en tales términos.
Su disputa con el bloque ultraderechista neonazi es una aguda confrontación política en que se le pretende acorralar, anular, paralizar, doblegar y destruir con distintas formas del inveterado golpismo oligárquico.
Petro ha demostrado habilidad, creatividad e iniciativa en esta disputa. Por momentos algunos no lo entienden, caen en el escepticismo y el derrotismo.
No entienden que Petro está sin mayorías en el Congreso, que el Estado y las burocracias están amarradas a las clientelas perversas del uribismo y la ultraderecha, que los militares/policias se mueven silenciosamente al lado de las hordas violentas de las mafias y el paramilitarismo, que la casta empresarial defiende sin tregua sus riquezas y privilegios, que las iglesias mueven su retórica oscurantista y que la red de medios de comunicación trabajan en función del engaño y la mentira para debilitar las reformas sociales progresistas.
En formidable resistencia, Petro ha organizado y gestiona su gobierno para hacer efectivas las reformas de la salud, laboral, pensional, la agraria, la transición energética y la paz total. Por eso ha reforzado su equipo con Bolívar (DPS), López (DNP) y Carrillo (UNGRD). Por eso nos invita a mirar hacia el 2026 sugiriendo organizar un partido unitario y un Frente Amplio Progresista y popular.
Los recientes nombramientos de reconocidos líderes del Pacto histórico en cargos claves del Estado –Bolívar, López y Carrillo- hay que interpretarlos como ajustes legítimos, oportunos y óptimos en el marco de una estrategia orientada a consolidar las conquistas democráticas de los últimos años. La defensa de las tecnocracias neoliberales y la descalificación de los liderazgos surgidos en las movilizaciones del 2021, no son más que sofismas de distracción de la ultraderecha que siempre ha gobernado a base de clientelismo y corrupción. Las tecnocracias enquistadas en el Estado son las infraestructuras administrativas del neoliberalismo que se impuso desde el gobierno de Cesar Gaviria (1992-1996) en todo el Estado. Son las plantillas de supuestos expertos –eminencias de la teoría económica neoclásica- que gestionan en favor de las camarillas empresariales, las multinacionales, el narcotráfico y los clanes mafiosos de la politiquería tradicional reinante en las corporaciones legislativas, en las gobernaciones y en las alcaldías.
Pensar en el 2026 como lo hace Petro es una necesidad para el movimiento popular, para la sostenibilidad de un proyecto de transformación progresista. Las reformas sociales sometidas al sabotaje ultraderechista necesitan más tiempo para concretarlas e implementarlas. Las reformas sociales -salud, pensional, laboral, agraria y la paz- tiene un alcance de gran profundidad en la construcción de una sociedad pos neoliberal.
Cierro esta nota señalando que lo que ocurre en Ecopetrol con los cambios promovidos por el presidente Petro en su junta directiva, son un ejemplo del sabotaje y bloqueo de una casta privilegiada que, con argumentos tecnocráticos y neoliberales, se opone a que las reformas asociadas con la transición energética tengan el apoyo necesario en la principal empresa petrolera colombiana en la que el Estado tiene el 88% de sus acciones.