Los inusuales acontecimientos de diciembre y enero (crack inmobiliario y de las bolsas, Operación Enmanuel en dos capítulos, derrota en el Referéndum venezolano, cambio de gobierno de Argentina, asesinato de Butho en Pakistán, conspiración contra Evo en Bolivia, entre otros hechos muy sonantes) opacaron una agresión a la memoria de la Nación y el pueblo paraguayos.
La ofensa salió de una madriguera previsible para este caso: el diario argentino La Nación, y el motivo fue la Guerra de la Triple Alianza, nada más y nada menos.
El carácter y proporción que le dio el diario a la embestida se puede medir por los recursos periodísticos usados: una editorial (el 6 de diciembre) y un amplio reportaje el 8 de enero a un reconocido historiador brasileño (Fco. Doratioto) quien no tuvo empacho en defender aquella guerra de exterminio hecha por su Imperio (el de Pedro II) en alianza con Argentina y Gran Bretaña, con el apoyo subordinado del entonces (1865) pequeño estado reo de Venancio Flores en Uruguay, y el regocijo de Washington que veía gozoso la tarea que ellos no pudieron hacer antes.
Dos agresiones simultáneas
Los actuales herederos del viajo presidente Mitre (hoy internacionalizado en fondos de inversión), dueña del medio, no sólo reivindicaron aquella guerra de destrucción de Paraguay como si estuvieran en 1865 y el fundador del diario siguiera al frente de Argentina, es que además hicieron lo que suelen hacer en estos casos: se ensañaron contra los representantes del pueblo paraguayo en Argentina: censuraron y vetaron toda posibilidad de que los agraviados pudieran reivindicarse.
O sea, en vez de una, fueron dos agresiones seguidas: reivindicar una guerra que descuartizó a la Nación paraguaya y a su población, reduciendo su Estado libre y soberano a la condición de pueblo paria, aprovechando su maldición de ser mediterráneo. Y acto seguido le negó la más la elemental rutina de la democracia burguesa: la posibilidad de defenderse: no le publicó ni una "carta de lectores", enviada por FEPARA (Federación de Entidades Paraguaya en la República Argentina) el 7 de enero de 2008, firmada por su presidente Claudio Insfran y por el historiador argentino Gerardo Halpern.
El "mal ejemplo" paraguayo
Al diario de Mitre le importó un pepino el peso social (poblacional y político) que tiene una entidad como FEPARA en Argentina, con casi cien entidades sociales, culturales, mediáticas, mutuales, laborales y deportivas asociadas, en representación de casi un millón de ciudadanos y ciudadanas de nacionalidad paraguaya, emigrados a tierras argentinas desde aquella guerra de exterminio. Una muestra de ese rol social fue la cedulación realizada por FEPARA, de un cuarto de millón de paraguayos hasta el año pasado, una actividad hecha junto con la Embajada de ese país.
Al diario de Mitre, de los herederos de Mitre, hoy en manos de fondos de inversión imperialistas, le importa reivindicar una guerra que inició la más larga historia de agresión contra un Estado y un pueblo que se atrevió a desafiar el poder de los imperios y sus gobiernos tributarios latinoamericanos.
La de La Triple Alianza fue seguida de otras guerras, varias de ellas civiles, y sus necesarias dictaduras de disciplinamiento totalitario de la sociedad, la más prolongada y tortuosa, la de Strossner. Con esa debilitación histórica del pueblo y la Nación paraguayos desapareció una de las pocas repúblicas sólidas y progresistas que produjo la revolución continental de 1810-1930. Ese fue el objetivo de la Guerra de la Triple Alianza. Todo lo demás fue decorado histórico y pretextos bélicos.
Los resultados de esa guerra sirvieron a la necesidad hemisférica de la emergente potencia de Norteamérica, tras la Guerra de Secesión. Nadie debe olvidar el intentó de invasión de las goletas estadounidenses en 1847 y la sistemática negativa de Washington y los imperios europeos, a la existencia del Estado soberano del Doctor Francia, ni de otro como aquél, fuera en las tierras guaraníes, haitianos, venezolanas, brasileñas o argentinas.
La vocación suicida de las nacientes burguesías nacionales, amputadas casi todas de espíritu revolucionario desde el fin de la Independencia, se manifestó en que no entendieron que la destrucción de Paraguay fue el comienzo de la desintegración de todas las construcciones nacionales hechas por ellas entre México y Argentina.
Curiosamente, los argumentos usados durante la Guerra fueron usados sin una coma menos esta vez por los editorialistas de La Nación: el presidente paraguayo era un dictador que ponía en peligro la paz del vecindario y cosas por el estilo, lo mismo que andamos escuchando de boca de Condolezza Rice y Uribe desde que Chávez gobierna o Evo y Correa llegaron al poder, el mismo argumento de los años sesenta contra la Cuba de Fidel.
Como si ellos pudieran exhibir algún mérito democrático contra los regímenes efectivamente autoritarios de Francia y los López. El hecho poderoso es que la nación paraguaya, soberana, progresista e independiente, convivió hasta 1870 con una contradicción interna: la existencia de un régimen político interior de marcados elementos autocráticos en el caso de Francia y de autoritarismo de en el de Carlos Antonio López y su hijo, el heroico Mariscal que condujo la guerra contra la Triple Alianza).
El problema de los agresores de entonces no era la ausencia de plena democracia en Paraguay, sino su independencia. La "democracia", como sabemos, ha sido uno de los pretextos más usuales a la hora de extirpar regímenes fuera del control imperialista, sea en el siglo XIX, en el XX o en el XXI.
Cien años de imperialismo están repletos de esta conducta amoral. Haití, la primera república negra de la historia, y una de las más progresistas y prósperas del hemisferio, también fue despedazada: no podía ser soportada como un "mal ejemplo" para los negros y oprimidos del mundo; a Argentina, que se atrevió a tener una política exterior independiente entre finales del siglo XIX y mediados del XX, le siguen haciendo pagar caro su nacionalismo pasado, sobre todo desde el irresponsable atrevimiento militar de un sirviente de 1982: Galtieri; a la Panamá de Torrijos la reventaron con la Panamá de Noriega, vilipendiándolo en una cárcel yanqui como el "hijo de puta" que se atrevió a desafiarlos en 1989 aunque les haya servido antes, algo similar a lo ocurrido con Saddam Hussein en la Irak de 1990, luego de romper su alianza de 1980 con Estados Unidos contra Irán.
¿Acaso no es lo mismo que está ante nuestros ojos en la Pakistán o la Israel de hoy? Los imperios no tienen amigos, sino intereses, viejo cuento ya sabido.
Tal como lo demuestra con solidez documental el historiador paraguayo contemporáneo Jorge Rubiani, en un libro de reciente aparición. En 'Verdades y Mentiras sobre la Guerra de la Triple Alianza', señala que 'La movilización bélica de las potencias, no se debe exclusivamente entonces al rendimiento financiero de sus negocios o al establecimiento de su supremacía militar, sino a desmantelar toda posibilidad de reacción. A demostrar que ningún mal ejemplo por fuera de los paradigmas imperiales será tolerado' (pág. 63, Asunción, edición del Autor, mayo 2007)
El asunto no es quién si no al servicio de qué
El secreto de la agresión actual de la dirección del diario tiene ancla en aquella historia. Pero es la misma historia que hoy podemos observar cuando un pueblo o nación deciden darse gobiernos soberanos e independientes del dominio de Estados Unidos. Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, son cuatro casos actuales, como lo fue la Paraguay de Francisco Solano López entre 1865 y 1870, entre decenas de ejemplos, cada uno con su estilo y diferencia de tiempo y circunstancia.
El régimen interno del Paraguay de entonces fue un pretexto, como hubo otros (Corrientes, armamentismo, etc.) Verdades y mentiras usadas y mezcladas como galimatías para justificar las guerras necesarias para 'demostrar que ningún mal ejemplo por fuera de los paradigmas imperiales será tolerado'.
Si el Mariscal Francisco Solano López, o Chávez hoy, fueran amigos o súbditos de los imperios de sus respectivos tiempos, ni hubieran atacado a López ni habría esta guerra mediática permanente contra Chávez, y el diario de los Mitre con todos sus fondos de inversión haría campaña a favor de ambos presidentes. Intereses, no amigos.
Un ex jefe de la CIA patentó esa conducta respecto de uno de los dictadores que sostuvieron por casi 20 años: "Pinochet habrá sido un hijo de puta, pero fue nuestro hijo de puta". Ese es el problema, ni López lo fue, ni Chávez, Correa o Evo, lo son. Y eso es lo que molesta, incomoda, a los dueños de La Nación y sus fondos de inversión.
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Modesto Emilio Guerrero/Buenos Aires