Contra el poder

Políticas de paz y guerra enfrentadas en Colombia

Los secuestrados liberados por las FARC corren un grave peligro si sus acciones políticas por la paz siguen avanzando. La muerte del guerrillero Raúl Reyes solo demuestran la morbosidad y complicidad de la prensa colombiana en el conflicto, lo que aleja nuevamente a los colombianos de la paz. La revista Semana, premiada por España, seduce a sus lectores con el cuerpo semidesnudo y bañado en sangre de Reyes, como lo hicieron con el cuerpo de Pablo Escobar Gaviria, como lo hicieron con el cuerpo de Rodríguez Gacha, y tiempo después el narcotráfico no solo se hizo más fuerte, sino que se apoderó del gobierno colombiano, llevando a la presidencia a uno de sus colaboradores. Los comentarios en la página de Internet de Semana dan miedo, evidencian una cultura de sicariato sedienta de sangre. ¿Tiene Colombia una sociedad tan descompuesta por el conflicto que ven en un cadáver un trofeo político?, no lo creo, porque las declaraciones de los secuestrados liberados fueron contundentes “la solución es política, señor presidente Uribe”. Mientras esas declaraciones se daban en Caracas, en Bogotá se mostraba un show político con policías colombianos que hicieron una gran marcha. La guerra mediática, política y militar tiene dos frentes, uno por la paz y otro por la guerra. Ambas políticas terminan enfrentándose y reclutando activistas en toda Latinoamérica, hasta el punto de que una pacificación de Colombia desarma la oposición irracional venezolana, ya que la gusanera cubana, además de cobarde y tonta, está muy cómoda en Miami. Hace tiempo decidieron no salir nunca de ese burdel.

Pero en Venezuela, Ecuador y Bolivia es distinto, las reservas de petróleo y gas son vitales para la economía norteamericana, por lo que Colombia es la Israel del medio Oriente, lugar desde donde se arremete contra países vecinos para justificar la presencia militar norteamericana con el pretexto del narcotráfico. Se agrava más, porque el narcotráfico y el paramilitarismo tomaron el poder en Colombia. No se trata de un problema de políticos costeños, como siempre ha intentado manipular la prensa “cachaca”. Se trata de un sistema que los colombianos deben desmontar si desean la paz. El problema es que en los últimos años han perdido varias batallas y centenares de líderes. Y estos líderes asesinados no empuñaron armas, hicieron política y los mataron con la mirada cómplice del Estado colombiano. A los numerosos colombianos, campesinos la mayoría, solo les quedan ellos mismos para continuar la lucha por la paz. Solo les queda la política como arma, el discurso y sobre todo la verdad. Si Colombia invade Ecuador para ejecutar su política militar, Ecuador debe invadir Colombia con el discurso político. La diplomacia debe emplearse con un lenguaje directo, sin rodeos y por eso Uribe debe ser denunciado como un instrumento de paramilitares y narcotraficantes, así de sencillo, guste o no a un sector de Colombia que sigue creyendo en cuentos de indios y vaqueros mientras se desangra el país.

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David Javier Medina


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