“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Creo que la última vez que Calderón se expresó con veracidad fue cuando, siendo Secretario de Energía en el gobierno de Fox, declaró que para dar certeza a la inversión privada en materia de energía es necesario modificar el Artículo 27 de la Constitución. Incluso el único mérito que se le supuso para tal cargo, era la experiencia de haber sido coordinador de la bancada panista en la legislatura correspondiente al primer trienio de la administración Fox, lo que le confería una supuesta capacidad de negociación política para lograr ese objetivo, afanosamente buscado desde la época de Salinas. Se manejó con veracidad porque tuvo la seguridad de lograrlo, puesto que contaba con el compromiso afirmativo de Elba Ester Gordillo, a la sazón coordinadora de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados. Por fortuna para la historia, el pleito entre Elba Ester y Madrazo, derivó en la defenestración de la primera y, con ello, los sueños de privatización total, imaginados por Calderón, se vieron nuevamente pospuestos; no le quedó más que guardar sus afanes para mejores tiempos. Entre tanto, el discurso se mantuvo en el sentido de no privatizar al sector energético, pero se aplicaron, de manera tramposa, subterfugios para otorgar permisos de cogeneración y autogeneración de energía eléctrica a las transnacionales y se repartió la superficie de la Cuenca de Burgos para otorgar “contratos de servicios múltiples” mediante los que se entregó a las mismas transnacionales la exploración y la explotación de los yacimientos de gas. A partir de eso todo ha sido mentir y seguir mintiendo. Mintió en la campaña electoral, al asegurar que PEMEX no se privatizaría y miente de manera contumaz al presentar un conjunto de iniciativas, dizque destinadas a fortalecer a PEMEX.
El régimen fraudulento gastó todo el primer año de su gestión jugando dos cartas: la primera buscó establecer compromisos con el PRI, entre otras cosas otorgando la impunidad a los gobernadores de Puebla y Oaxaca, y abriendo juego a Manlio Fabio Beltrones como alternativa de la alternancia: y la segunda que pretendió decretar la muerte civil de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento de resistencia civil pacífica, incluido el desgaste por la división interna del PRD, gustosamente alimentada desde las más altas esferas del gobierno espurio. La primera se desvaneció cuando la Presidenta del CEN del PRI, Beatriz Paredes, jaló la rienda y advirtió que cualquier postura que la bancada priísta adoptara sobre el tema tendría que ser discutida en el Comité Ejecutivo, dada la precisión con que su Declaración de Principios rechaza cualquier forma de privatización petrolera. La segunda nunca pudo concretarse, tanto por la tozudez del Presidente Legítimo, como por la numerosa respuesta a su convocatoria a defender el petróleo como recurso exclusivo de los mexicanos. Es en esta condición que Calderón se pasó varios meses tentaleando alternativas de simulación y engaño. Finalmente se decidió y, con su firma, envió las malhadadas iniciativas de reformas. Tiene que haberse dado un muy alto nivel de presión, tanto interna como externa, para que haya dispuesto poner en juego todo su capital político (de por sí, escaso) en función de la aprobación legislativa de sus propuestas. Por cierto, ustedes saben que al señor Bush le quedan sólo nueve meses de presidencia, por lo que pudiera tener alguna prisa.
Plumas y voces autorizadas e independientes han hecho evidente que las iniciativas de leyes enviadas por Calderón al Senado, son contrarias a la letra y el espíritu de la Constitución General de la República, que establecen el carácter estratégico de la actividad petrolera y determinan la exclusividad de la Nación para su desempeño, a través de Petróleos Mexicanos. La evidencia es que Calderón miente y, además, lo hace en cadena nacional de radio y televisión, y en cuanta oportunidad de discurso se encuentra, irrespetando a la ciudadanía y a la propia institución presidencial. No se trata de mentirijillas, propias del quehacer político, el caso constituye un verdadero fraude, causal de un juicio político. En un país que se dice democrático es inadmisible la mentira como recurso de quien detenta (aunque sea también fraudulentamente) la investidura presidencial.
El Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo es encabezado por López Obrador, pero es mucho más que su dirigente. La enorme mayoría de los mexicanos supimos que Lázaro Cárdenas había sido un buen presidente porque expropió el petróleo; es probable que muy pocos entendieran qué era eso de la “propriación” pero, el que menos, entendió que había sido algo bueno; los mayores recordamos con cariño la figura del “charrito PEMEX” un regordete, patizambo y bigotón que identificaba la marca. Así resulta que existe una fuerte ligazón entre la empresa paraestatal y la cultura popular, de la cual se nutre el movimiento de resistencia. Viene al caso esta referencia por la equivocada estrategia panista de atacar a Andrés Manuel, pensando que con eso se agota el movimiento. Se desgarran las vestiduras y arman una parafernalia mediática por las tomas de las tribunas del Senado y de la Cámara de Diputados, la que tuvo el tino de conjurar el albazo legislativo contemplado entre el PAN y algunos priístas, acusando a su promotor de violento y de intolerante, pero callan que el propio Calderón especuló que los proyectos debieran autorizarse en el mes de abril, “haiga sido como haiga sido”.
El panorama no es sencillo. Por lo pronto se logró abrir el debate para la intervención de los especialistas y los conocedores, en términos de no dejar que un tema de la importancia del que se trata, sea simplemente definido por la mayoría de los legisladores; no les va a ser fácil a los priístas dar un voto aprobatorio de manera impune; incluso no se ve factible la compra de votos. El referéndum no está contemplado en la Constitución, además de ser de difícil instrumentación para el caso. La expectativa es que el debate ampliado sirva para poner en caja de cristal la votación de los legisladores y que sean suficientes los que conservan un mínimo de vergüenza. De lo contrario mejor ni hablar; la pradera está seca y el incendio puede ser descomunal.
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