Paraguay, una deuda de conciencia (I)

La inmensa mayoría de los latinoamericanos, así como de la porción progresista del mundo, estamos en deuda con el Paraguay, porque no hemos sabido reconocer, por consiguiente mucho menos valorar, la profundidad de su revolución de independencia, la medida de la culpa de las oligarquías principalmente foráneas que la mediatizaron, ni la magnitud del valor de su pueblo, no segundo de ninguno entre los más heroicos de la historia. El silencio desde un principio programado sobre su acción creadora, combinado con el despiste aplicado para desvirtuarla, ha logrado en buena parte su propósito, sobre el cual no ha hecho mella suficiente el esfuerzo de algunos historiadores y escritores honrados, digamos, por ejemplo, el cubano Guerra Vilaboy (1), el uruguayo Galeano (2), el paraguayo Roa Bastos (3). Solamente las revoluciones Cubana y Bolivariana han recibido un tratamiento similar, magnificado, desde luego, por la naturaleza de los altavoces hoy disponibles, y ello debe sacudirnos la conciencia e impulsarnos a la revisión colectiva necesaria. Aunque la valla mediática sigue ahí, cómplice y despistadora.

Desde la independencia, iniciada el 17 mayo de 1811 --con reconocimiento formal a Fernando VII, como en nuestro 19 de abril--, hasta 1870, cuando fue destruido, Paraguay fue “una excepción entre los países latinoamericanos. Aquí los latifundistas criollos no pudieron ascender al poder tras la independencia, como sucedió en el resto del continente”, donde quedó inconclusa la revolución y el coloniaje fue sustituido por el imperialismo (1); el gobierno del Dr. Francia “se había apoyado en las masas campesinas para aplastar la oligarquía paraguaya y había conquistado la paz interior tendiendo un estricto cordón sanitario frente a los restantes países del antiguo virreinato del río de la Plata” (2); “Aquí en el Paraguay las fuerzas de la Revolución radican en los campesinos libres, en la incipiente burguesía rural (…) en Buenos Aires la Revolución la están haciendo los girondinos de la burguesía colonial portuaria (…) no pasan de conservar el sistema del virreinato con algunas reformas que tenderán a cristalizar de nuevo en una corona monárquica. Esta vez criolla. (…) Están desvinculados de las masas populares” (3). Recuérdese al Libertador: “la independencia es el único bien que hemos conquistado a costa de todos los demás”… Y con su muerte también fue imperialísticamente mediatizada.

La atipicidad paraguaya tiene su base en la acción de las misiones jesuítas, que entre 1606 y 1768, siglo y medio largos, atrajeron a los indios guaraníes, unos ciento cincuenta mil, “haciéndolos reencontrarse con su organización comunitaria primitiva y resucitar sus propias técnicas” (…); no existía el latifundio; se cultivaba para satisfacer las necesidades individuales y colectivas; se crearon talleres y escuelas para múltiples oficios y artes; no se conocía el dinero (…); la corona, bajo la presión de los encomenderos, al fin expulsó a los jesuitas, y los indios fueron perseguidos y esclavizados (2). No obstante, el gobierno colonial hizo esfuerzos por mantener el control, y la oligarquía latifundista se formó débil, simultáneamente con el desarrollo de una capa de medianos y pequeños propietarios o “chacreros” (1).

El trayecto que va de 1811 a 1864, cuando comienza la guerra de la “Triple Alianza”, un lapso de más de medio siglo, forma un país “convertido en una potencia de primer orden, acaso la mejor organizada y poderosa de la América antes española, sus barcos surcaban los mares” de Europa y el mundo (1). Esto fue la obra del pueblo --los trabajadores y la pequeña burguesía rural-- bajo la conducción de tres personalidades extraordinarias, que gobernaron durante largos períodos, el primero con el título oficial de Dictador, al estilo romano, y los otros como presidentes: el doble doctor Gaspar Rodríguez de Francia (entre 1814 y 1840), y los López, padre e hijo, Carlos Antonio (entre 1842 y 1862) y Francisco Solano (entre 1842 y 1870). Ellos fundaron y desarrollaron gobiernos nacional-revolucionarios únicos en América para la fecha y mantuvieron al Paraguay sin oligarquías ni sujeción colonialista o imperialista durante todo ese lapso. Continuaré.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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