Paraguay, una deuda de conciencia (II)

El Paraguay, conformado, gracias a la acción de jesuitas de avanzado pensamiento social, con una estructura agraria de pequeños y medianos propietarios y latifundio débil –según vimos en la entrega anterior--, accede a la independencia enfrentando simultáneamente al poder colonial español, a la oligarquía dominante en el antiguo virreinato liderado por Buenos Aires y al reino de Portugal establecido en Río de Janeiro con patrocinio de Londres. La discusión planteada a partir de 1811 debía ser, según el Dr. Francia, “cómo mantener la independencia frente a España, Lima, Buenos Aires y Brasil”, para desarrollar la pequeña burguesía rural y “fomentar la prosperidad y el bienestar de los paraguayos” (Guerra Vilaboy - GV). Este programa ganó la mayoría entre los independentistas y fue la base de la dictadura antioligárquica de su creador, establecida por vía electoral a partir de 1814.

Como señala GV, el Dr. Francia se inició prohibiendo la extracción de metales preciosos de la República, implantando medidas y aranceles proteccionistas, estableciendo el monopolio de las exportaciones, expropiando a los grandes propietarios y a la Iglesia; y en el curso de su Gobierno concentró en el Estado la mayor parte de la propiedad territorial y arrendó a precios “muy moderados” la tierra a los campesinos, diversificó la agricultura, atendió a los indígenas y respetó sus costumbres comunales, modernizó La Asunción, desarrolló una industria inicialmente artesanal, impidió la libre penetración del capital y las manufacturas extranjeros y garantizó firmemente la soberanía nacional. Galeano (EG), por su parte, afirma que “cuando Francia murió, Paraguay era el único país de América Latina que no tenía mendigos, hambrientos ni ladrones (…) ni niño que no sepa leer y escribir”. Todo esto pudo hacerlo gracias a la amplia base social, que le permitió desarrollarse con sus propios recursos, sin empréstitos ni penetración foráneos. Lo cual le ganó la animadversión atronadora del imperialismo inglés, el reino brasileño-portugués dependiente de éste y la oligarquía enseñoreada ahora en Buenos Aires. Se aprovechaban de que tuvo el coraje de asumirse dictador para meter en cintura a los poderosos, mientras ellos se decían democráticos y ejercían la dictadura sobre los explotados. El cerco calumnioso urdido contra él fue tal, que produjo la incomprensión hasta de revolucionarios de la talla de Bolívar, su contemporáneo, Martí, segunda generación, y en nuestro tiempo, p. e., Neruda (Canto General).

Muerto el Dr. Francia (20/09/1840), es sucedido, luego de asonadas y gobiernos efímeros, por un consulado de dos miembros, uno de los cuales, el abogado Carlos Antonio López, descolló, retomó el liderazgo nacional y sería designado Presidente en marzo de 1844 y en sucesivos períodos, continuando y potenciando la obra del ilustre antecesor. Gobernó hasta su muerte (10/09/1862), dejando un Paraguay que, según GV, “era un vasto taller, donde florecían las artes y las industrias, se movilizaban todas las riquezas potenciales a beneficio exclusivo del pueblo y la cultura se expandía”. Prosiguió esa política de aliento social y afirmación soberana su hijo, Francisco Solano López, durante cuyo gobierno se produciría, entre mayo de 1865 y marzo de 1870, cinco años casi, la guerra destructiva de la Triple Alianza, la cual se había lanzado bajo la expectativa de victoria en tres meses. Al comienzo de las acciones, nos dice EG, Paraguay poseía telégrafos, ferrocarril, fábricas de múltiples manufacturas así como de cañones y otros equipos militares, astilleros y flota mercante, superávit comercial, moneda fuerte y estable, reservas financieras para enormes inversiones públicas sin recurrir a empréstitos extranjeros. Tal éxito de desarrollo endógeno, alcanzado fundamentalmente por el esfuerzo y con el entusiasmo del pueblo y al margen de imperialismos y subimperialismos, era demasiado para éstos. La agresión largamente tramada se desencadenó. Concluiré en el próximo artículo.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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