Señor
Ricardo Bello
Estimado Señor:
Me refiero a su artículo de hoy publicado en El Nacional: "Oh, Jerusalén".
Está usted en la libertad de intentar resaltar el "heroísmo" de los judíos para construir una patria creada por los ganadores de la segunda guerra mundial. Pero caramba (!), no es posible que deje a un lado las calamidades atroces por las que ha tenido que pasar el pueblo palestino desde que se tomó esa decisión de claro sabor y olor colonialista (bombardeos indiscriminados, asesinatos selectivos de sus líderes, masacres callejeras y terribles en campos de refugiados, donde han acribillado a cientos de miles de mujeres y niños, etc).
Los palestinos, mi señor, han sido los ocupantes milenarios de esas tierras (+ de 10 mil años) que por decreto acordaron ceder los vencedores de la segunda guerra para la creación del estado judío, zona esa, bien importante que se diga, la tenía bajo ocupación colonial Inglaterra. Recuerde que antes de ese terroritorio se tantearon otros lugares del globo para crear ese Estado... (¿?)
Desde entonces han muerto miles de miles de palestinos intentado salvar el territorio que les pertenece, pero cada día que pasa, con la complicidad de los Estados Unidos y las demás potencias europeas, se les ha venido reduciendo a una mínima porción, la que creo no equivocarme, es mucho menos del 20% de lo que tenían para cuando se creó el Estado de Israel.
Hay otros datos muy importantes que usted evade recogerlos en su nota intencionada para exaltar al pueblo judío, o mejor dicho a los judíos que residen en ese Estado y de aquellos que viven de esa terrible impostura: En el territorio del Estado de Israel, apenas algo menos del 20% de sus habitantes son judíos originarios o nacidos allí, el resto vino de afuera y, además, la población total del Estado judío no llega al 5% del total de judíos que residen en el resto del mundo y en un alto porcentaje llevan una vida tranquila, honorable y muchos avergonzados y críticos acérrimos de los crímenes que está cometiendo el sionismo internacional para sostener un Estado tan cuestionado.
Hay otro punto que también no debe ser ocultado y es recordar el discurso de quienes estuvieron detrás de la decisión de la ONU al terminar el conflicto bélico el 45, discurso ese que evidencia que esa decisión era parte de un plan de exterminio del pueblo palestino, además de un enclave para controlar a los árabes y a todo el Oriente Medio. Veamos:
David Ben Gurion, Polaco
“Debemos expulsar a los palestinos y tomar sus lugares” (1937).
“Debemos utilizar el terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación y el corte de todos los servicios sociales para deshacernos de la población palestina” ( 1948).
“Debemos hacer todo lo posible para asegurarnos que los palestinos nunca regresen” ( 1948).
“Debemos expandirnos en toda Palestina... no debemos renunciar a Cisjordania... nadie puede limitar nuestras fronteras” ( 1948).
Golda Meir, Ucraniana
“No existe tal cosa llamada Palestina, nunca ha existido.” (1969).
“¿Como nos piden que nos retiremos de los Territorios Ocupados? Si allí no vive nadie. (1969).
Menachem Begin, Polaco
“No sólo la matanza era justificada, sin ello no se hubiese construido el Estado de Israel.
“Los palestinos son bestias que caminan en dos patas.”
General Shlomo Lahat, Aleman.
Por favor, le recomiendo que revise esas cifras que le indico y, obviamente las citas. Es muy importante que lo haga si realmente le interesa manejar la verdad de lo ha estado ocurriendo con el pueblo palestino en estos últimos 60 años...
Gracias por atenderme, amigo
Iván Oliver Rugeles
Nación/13
Nación
Oh, Jerusalén
RICARDO
BELLO
Pocas historias poseen tanto contenido dramático, pocos
movimientos de liberación nacional han sido tan exitosos y reseñados, analizados
por historiadores y periodistas como la creación del Estado de Israel, que llegó
esta semana a su 60º aniversario. Larry Collins y Dominique Lapierre escribieron
décadas atrás una notable crónica de las consecuencias de aquella famosa
decisión tomada el 29 de noviembre de 1947 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, con el apoyo de la Unión Soviética y los Estados Unidos,
dándole el visto bueno a la creación del Estado judío en el Medio Oriente. Un
gran diplomático español, con descendencia venezolana, fue miembro importante de
la Comisión que estudió el problema planteado por Inglaterra, incapaz ya de
controlar los crecientes disturbios y enfrentamientos militares entre palestinos
y judíos. Los sionistas reclamaban un país, un hogar que les garantizara
seguridad frente al antisemitismo hitleriano y el comunista, menos flagrante y
escandaloso, pero igualmente odioso y mortal. A las 4:00 de la tarde del 14 de
mayo de 1948, David Ben Gurión leyó en una sala de Tel Aviv, bajo un retrato del
activista sionista Theodor Herzl, la declaración de Independencia, de acuerdo
con lo pautado por la ONU. Los países árabes no aceptaron la proclama y estalló
la primera guerra.
Mucha tinta se ha utilizado comentando la
extraordinaria zaga política de aquella comunidad de judíos idealistas, casi
todos de izquierda, algunos que huían de Europa Oriental, otros de origen ruso o
norteamericano y muchos que habían nacido en kibbutz cerca del Mediterráneo. El
más reciente e importante libro sobre el tema –1948: A History of the
First Arab-Israeli War– escrito por Benny Morris, un autor experto en
los temas de seguridad del Estado de Israel y en su relación tormentosa con los
palestinos, acaba de ser publicado por la Universidad de Yale y será de consulta
obligada para diplomáticos e historiadores interesados en entender la
complejidad del problema.
Sesenta años más tarde, el horizonte político
israelí sigue enredado. El sueño sionista de crear una patria para el pueblo
judío en la tierra de Israel y con la legitimidad que sólo es capaz de dar el
reconocimiento internacional, es una obra en proceso. Una faceta de la delicada
situación, capaz sin embargo de mostrarnos la fuerza y calidad de la democracia
practicada en Jerusalén, está referida a la intensidad del diálogo o
enfrentamiento que tienen grandes escritores con el actual primer ministro, Ehud
Olmert. Amos Oz, autor de magníficas novelas, relatos y autobiografías, fundó el
movimiento Peace Now que ha buscado durante años la reconciliación con los
ciudadanos árabes israelíes, a través de un Estado palestino ubicado en la
Franja Occidental y en Gaza. Pero sobre todo David Grossman, uno de los grandes
autores del mundo contemporáneo, que perdió un hijo en la Guerra del Líbano de
2006, ha reconocido la gravedad del problema, sin limitar su análisis al aspecto
militar. La gran contradicción está en que el sometimiento policial de una gran
minoría, como es la población palestina, pone en tela de juicio al Estado en su
séptima década de existencia. No es posible, argumenta Grossman, tener un país
donde el judaísmo pueda crecer y desarrollarse como religión e institución, pero
donde los judíos no se sientan seguros. Israel es una historia de éxito, de
hazañas y heroísmos, pero el drama del problema moral planteado por los
escritores, involucrados como pocos en la formación de la opinión pública y en
el manejo del Gobierno, puesto en jaque por el fundamentalismo religioso árabe y
judío, está paralizando el país.