1. Fracaso del capitalismo argentino-retorno de la lucha por la liberación nacional
Durante
doscientos años la oligarquía agraria de Argentina ha
destruido cualquier gobierno progresista que haya desafiado su monopolio
de poder. La última víctima de esta
tiranía fue el gobierno desarrollista de Perón que,
pese a contar con poderosas organizaciones de masas (CGT, PJ) y sectores
de las Fuerzas Armadas, fue destruido
en 1955. Con la dictadura militar genocida de 1976-1983, apoyada por
la iglesia católica, las clases medias, Washington y los medios,
la oligarquía consumó el aniquilamiento físico de toda una generación
transformadora, iniciado en 1955. Logró su objetivo: una moratoria
de treinta años en la lucha de clases y por la liberación nacional.
Hoy día, este ciclo llega a su fin y el país vuelve a la secular batalla
por el destino de la nación.
2. Los Kirchner entre la espada de la oligarquía agraria y la pared de la crisis económica
En este
cruce entre dos ciclos políticos se sitúa el conflicto entre el gobierno
Kirchner y la oligarquía agraria; conflicto que tiene sorprendidas
a las clases políticas y preocupados a los gobiernos del Cono
Sur, e incluso al Vaticano en Roma. Parece
un enigma, porque no se entiende porque el
pragmático gobierno de Néstor y Cristina Kirchner
---que no es más que una sombra del poder del Justicialismo histórico---
haya decidido desafiar a la oligarquía genocida, en este momento.
Otro enigma,
no menor, es la tozudez y torpeza con que el gobierno ha manejado
el enfrentamiento. Considerando que el núcleo de decisión del gobierno
lo forman, en orden descendente, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner
y Alberto Fernández, todo indica que Néstor Kirchner ha sido el timonel
gubernamental de esta batalla. La autosuficiencia proverbial de Kirchner
representa, sin lugar a dudas, un factor de explicación importante
de la crisis.
La razón
de fondo, sin embargo, es otra: el gobierno Kirchner se encuentra
entre la espada de la oligarquía agraria y la pared de la crisis económica.
Ante esta disyuntiva resolvió enfrentar a la oligarquía, engañándose
sobre la aparente tranquilidad del escenario nacional y
la subestimación del poder latente, pero fácilmente activable, del
Leviathan oligárquico. Esta decisión
de Néstor Kirchner puede convertirse en el mayor error estratégico
de su carrera pública.
3. La justificación oficial del conflicto
El motivo
público del conflicto es, según la Casa Rosada, que
los enormes ingresos de los agroexportadores, particularmente
por cereales, oleaginosas (soya) y carnes, deben ser tasadas con un
impuesto progresivo adicional (“retención móvil”), a fin de permitirle
al gobierno hacer más obras sociales.
Nadie duda de que sería justo quitarle a los dueños de la
“patria sojera” parte de su enorme riqueza, pero en la política
no es suficiente tener la razón; se necesita también el poder para
implementarla.
El argumento
oficial es débil en dos puntos. La suma impositiva en disputa es
relativamente insignificante, entre 1.4 y 2 mil millones de dólares.
Para conseguir este monto, se hubiera podido echar manos a las reservas
internacionales, lanzar bonos de deuda o pedirle ayuda
financiera al gobierno venezolano, entre múltiples otras vías. El
segundo problema es que ante la baja credibilidad económica del gobierno,
que no informa sobre la inflación, el argumento del uso de excedentes
fiscales para obras sociales no convence a las clases medias y menos
a las elites.
4. El gobierno pierde popularidad
Según las últimas encuestas de opinión, todavía no publicadas, la popularidad de Cristina Kirchner ha caído en los últimos tres meses, del 55-60% a alrededor del 30%. Este mensaje de la creciente fragilidad del gobierno no es el primero ni el único. El Kirchnerismo ha perdido electoralmente en los últimos meses las alcaldías de tres grandes ciudades argentinas: Capital Federal; Gral. Pueyrredón (Mar del Plata) y Rosario, además de uno de los cuatro principales distritos electorales del país, Santa Fe. Un mensaje claro de las clases medias urbanas y sectores descontentos.
5. La fragilidad económica del gobierno
Sin embargo,
la debilidad más preocupante del gobierno
se encuentra en los frentes económicos, de masas y
de los medios. La deuda externa ya supera la deuda externa al final
del gobierno de De la Rua (2001), llegando a los 144.7 mil millones
de dólares. Tan solo el pago de los
intereses en 2008 es superior a todas las remuneraciones públicas,
y es más que dudable que el gobierno tenga los fondos para
liquidar intereses y capital de esta deuda.
Argentina podría entrar nuevamente en
default, como en el 2001.
La inflación
es otra debilidad estructural. El gobierno ha congelado prácticamente
la información sobre la inflación, porque muchos gastos públicos
están indexados a la tasa de inflación. Ante esta situación,
el criterio compartido de muchos economistas es que
la inflación oscila sobre el 22%, una dimensión que ninguna economía
resiste. Esa alta tasa de inflación, junto con los problemas de desabastecimiento
de alimentos, que la oligarquía usa como armamento,
puede llevar muy pronto a saqueos de los comercios
y levantamientos contra el gobierno en los barrios pobres de la Gran
Buenos Aires. Y, a diferencia de Venezuela, el gobierno Kirchner no
tiene los fondos ni la logística para neutralizar este peligro.
Existe
además, una inflación suprimida, generada por los
irreales precios administrativos del Estado en el sector energético.
Los combustibles argentinos están atados a un precio de barril de petróleo
de 42 dólares, cuando el precio del mercado mundial es de 130
dólares. La refinación local de gasoil está en su
punto límite y será necesario importar gasoil a precios internacionales.
En el suministro del gas de Bolivia la situación no es mejor. El precio
del gas boliviano es en promedio cinco veces mayor al que se
paga en las cuencas argentinas y los suministros apenas cubren el 30
% de los volúmenes contratados con el gobierno boliviano. No está
claro, donde el gobierno conseguirá
los subsidios para financiar los costos de los energéticos del invierno
entrante.
6. La fragilidad popular del gobierno Kirchner
El segundo
flanco de debilidad de Kirchner es
la ausencia de un movimiento de masas coherente y organizado que lo
apoye. Kirchner no llegó con el poder del voto popular a la presidencia,
sino por default del sistema (Menem) y con
apenas el 22% de votos. Para generar apoyo en las clases medias acabó
con el “corralito” de los ahorros, logró una reducción negociada
de la deuda externa, hizo alianza con las organizaciones de
los derechos humanos ---que hoy día, en
algunos casos se ha convertido en cooptación incondicional de éstos---
convirtió a organizaciones piqueteros en grupos de apoyo, vía los
planes de trabajo y el sistema de “punteros”, y estableció un pacto
con “el negro” Moyano de la central sindical
peronista CGT.
De esta
manera, se generaron la Federación
de Tierra y Vivienda (FTV), de Luis D´ Elía, Barrios de Pie de Humberto
Tumini y las demás organizaciones que la Casa Rosada puede movilizar
en la calle. Tales entidades tienen cierta utilidad, como cuando la
FTV irrumpió recientemente en la Plaza de Mayo para terminar con
la protesta escuálida de la oligarquía,
previa comunicación telefónica con la Casa Rosada. Pero, de ninguna
manera representan una fuerza real para enfrentarse a la oligarquía.
Son más clientelas, que un poder orgánico como el que tenía el Partido
Justicialista en los años cincuenta.
La falta
de los gobiernos Kirchner de construir un movimiento de masas tiene
una razón básica: el proyecto de Néstor
Kirchner fue la restauración del sistema burgués, no un proyecto nacional
de transformación. Al ser exitoso en lo primero ganó el apoyo mayoritario
de la población y de sectores de la elite. Sobre esta plataforma llevó
a su esposa a la presidencia. Pero, la fase de restauración ha terminado
y el sistema está regresando a su normalidad. El crédito de los Kirchner
se agota y la desesperada ofensiva contra la oligarquía acelera su
declive.
7. El retorno de la oligarquía y del problema de la liberación nacional
La recomposición
del sistema burgués ha hecho superflua la gerencia del Estado por la
familia Kirchner. Y si algo explica la limitada agresión de la oligarquía
en este momento es, por una parte, porque se encuentra
todavía en una fase de acumulación de fuerzas y, por otra, porque
le falta aun el líder o, mejor dicho, gerente nacional que encabezaría
la lucha para derrotar al gobierno.
Dentro del
mismo peronismo, las voces son más claras y los competidores a heredar
el gobierno andan sin rodeos. El más poderoso, el ex presidente Eduardo
Duhalde, dijo en la “Asociación Argentina Amigos de la Fundación
Konrad Adenauer” (sic) que la gente
del agro que lleva adelante las protestas son
“patriotas”. Por lógica, entonces, el gobierno es antipatriótico,
porque los reprime. Y advirtió “que vamos a tropezar otra vez con
la misma piedra, porque la situación es similar a la de 1997, 1998:
sin un rumbo, sin un plan nacional de desarrollo, sin inversiones, con
inflación, con un balance comercial que se está volviendo desfavorable”.
La política de Kirchner, concluyó, es
“un error político, estratégico, histórico y doctrinario”.
8. La liberación nacional
“La oligarquía
nativa es un subproducto que solamente será eliminado cuando se liquide
la influencia del imperialismo. La lucha, entonces, es de liberación
nacional, para liberar el país y alcanzar su triunfo definitivo en
el momento, aún lejano, en que América Latina constituya una unidad
real y libre de la opresión de los grandes centros cíclicos”,
acertó en su diagnóstico de la problemática nacional-latinoamericana,
el más grande revolucionario peronista, John William Cooke, hace
más de cuarenta años.
Hoy día
empieza en Argentina un nuevo ciclo en el secular
enfrentamiento de doscientos años que ha determinado el destino de
la Patria Grande: los proyectos antagónicos del neoliberalismo oligárquico-imperialista
y del desarrollismo burgués. En este escenario aparece, sin embargo,
un nuevo actor: la juventud que no conoció el terrorismo de Estado.
No marcados directamente por el trauma del terror, esa juventud empieza
a estudiar los paradigmas de la historia argentina y comienza
a ver a las víctimas de la dictadura como
mártires de la lucha por la liberación nacional y social.
Ante el
fin de las ilusiones sobre la economía de mercado, de los gobiernos
burgueses y del agotamiento de los discursos de las izquierdas tradicionales,
esa juventud argentina y los movimientos sociales
buscan un nuevo paradigma liberador. Este paradigma es
la combinación del desarrollismo latinoamericano
contemporáneo con el socialismo del Siglo XXI.
Su enemigo fundamental es el que definió Cooke: la alianza
orgánica entre la oligarquía nacional y el imperialismo.
Desmentido
Desde el reciente Congreso sobre el Socialismo del Siglo XXI, en Montevideo, la agencia noticiosa alemana DPA reportó que yo dije, que la agresión militar de Washington contra Venezuela “está cerca”. Esta es una soberana estupidez y una falsedad absoluta, responsabilidad exclusiva del corresponsal de DPA.
hdieterich@gmail.com