En un lugar de Ecuador de cuyo nombre no quiero acordarme, para decir algo que ya es un lugar común, pero según fue por los lados de Sucumbíos, aparecieron en marzo unas laptops cluecas; primero fue una, luego tres; porque el gobierno colombiano justamente, no tiene una sino tres o más palabras. Las bichas - como dicen allá en mi vieja tierra del Manzanares, del río cumanés, no el madrileño, ni de vaina -, hablando de las laptops, no de las tres palabras de Uribe y sus adlàteres, ampollaron huevos por coñazos.
La cesta de yemas que el adulante general Naranjo y el prognato Juan Manuel Santos, recolectaron es sorprendente; no tanto por lo abundante, sino por lo diverso. Hay de iguanas, babas, cocodrilos y hasta de alienígenas y lo más sorprendente, uno de helicóptero de una vez preñado; como una vaca llena. Aquellas computadoras eran mansas y se dejaban "meter" de todo. Y los operadores o usuarios, como se dice ahora, hasta a quienes furtivamente rascan culo de mujeres ajenas y desprevenidas, le metieron de todo, sin cuidarse que "llueve y escampa". Y las pendejas, las laptops, olvidándose que estaban en la lucha armada, o lo que es lo mismo en la clandestinidad, guardaban todo cual viejas chismosas. Como quien conserva una moneda devaluada u otro vaina que, mañana los avatares de la vida, uno no sabe, le dan un valor inesperado. O por aquello, del lenguaje coloquial, que mucho se usaba en mi pueblo, "te tengo una carta guardada". Yo guardé por años, hasta que mi mujer le mandó a la basura, por no encontrarle sentido – las mujeres suelen ser poco precavidas, sobre todo en el cálculo económico- una foto de CAP (Carlos Andrès Pérez) saltando un charco.
Lo más inesperado fue lo que le metió el "mujiquita" -para decirlo en lenguaje gallegiano, de Rómulo Gallegos, no gallego- o militar nonato, general Naranjo. Este espécimen, que uno no sabe como llegó tan alto, salvo inflando bolas, dijo la estupidez, porque estùpido es, que en una de las laptops, había pruebas acerca de diez kilos de uranio. Que los guerrilleros, según él, llevaban de arriba para abajo, como si fuesen ladillas. Y ese fue el primer huevito ampollado y anunciado por RCN, CNN y Globovisiòn, como consumible sin colesterol.
La otra yemita, encontrada en una de las laptops, cuya cáscara no explotó, pues es hija de su madre, es un asunto de ADN, fue aquella que presuntamente, contiene el recibo que Marulanda le firmó a Chávez, por haber recibido de éste, TRESCIENTOS MILLONES DE DÒLARES; que llegaron allá, a donde más nunca, para rememorar de nuevo a Gallegos, paca sobre paca, en unos carros tirados por seis mulas. En este caso fueron de verdad mulas, cuadrúpedos y mamíferos.
Pero la metedera o ampolladera de huevitos, no quedó en aquello. A Rafael Correa, presidente de Ecuador, también lo "tapusaron". Es decir, lo "ensamparon" en una de las laptops, en su correspondiente huevito encapsulado. Según uno de los discos duros, Reyes se la pasaba de bonche en bonche con el presidente ecuatoriano, quien hasta prestaba bombonas de gas, que aquí en Venezuela, según las empresas del ramo andan escaseando, para como bombas las lanzasen contra el ejército colombiano; que uno no sabe ya, si es gringo y "hasta aquel jodiò", como cantase Alí Primera. Habrá que averiguar a las empresas venezolanas del ramo gasìfero, qué destino dan a las bombonas; sobre todo cuando uno ve a mucha gente formando peos, que gases son, por allí por falta de bombonas, mientras en la frontera ecuatoriana-colombiana, esos receptáculos ruedan como bolas.
Y su huevito le reservaron en una de las laptops, en la torpe imaginación de Naranjo o la pronunciada mandíbula de Santos, a Piedad Córdoba. Las armas que la guerrilla recibía y la droga que ésta enviaba a todos lados, según ellos, iban furtivas en el turbante de la senadora, quien como Carmen Miranda, la vedette brasileña, de acuerdo a la "inteligencia" colombiana, se monta un vainero en la cabeza.
Por todo eso, creyeron oportuno que con la ayuda de las televisoras amigas –RCN, Globovisòn, CNN y pare de contar- exhibir un huevito con un helicóptero adentro, que a su vez, como la matriuzka, llevaba en su seno catorce o quince rehenes, vivitos y coleando; gozosos y sanos, tanto que excesos de colesterol, triglicéridos, azúcares ni nada de esos males les envainan.
Francia, Suiza y sus gobernantes, que estuvieron de gestores en los últimos momentos, ¿qué hicieron? ¿Pusieron algún huevito? ¿O prestaron, con la ayuda de alguien, un helicóptero preñado? ¿Y la Cruz Roja no estuvo allí, con uno de sus vehículos volantes, sus insignias de paz pero como caballo de Troya? ¿O prestaron sus gallinas para ampollar huevitos arrancados de nidos de manera engañosa?
Nadie tiene por qué secuestrar a nadie. En América, antes española o portuguesa y en la caribeña angloparlante, se abren nuevos espacios para desmarcarse de los ladinos y agiotistas globalizantes, usando métodos y formas menos conflictivas y hasta postergadas. Pero la buena fe y la paz, conquistada sin trampas ni argucias deleznables, sin negociaciones que violenten lo mejor de la condición humana, es lo que debe prevalecer. Y para esto hay que convocar al mundo; de modo que las fieras, queden ampollando en los zoológicos y sus huevitos bajo control.
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