Los hechos acontecidos con la libertad de Ingrid Betancourt y otros retenidos por las FARC-EP en Colombia, han provocado una euforia de opiniones a cual de ellas más desquiciada. Aclaremos, antes de elucubrar sobre el evento como pretendemos hacer, que nos sentimos felices por la libertad que obtuvieron las personas liberadas. Que no quede duda de esto que sinceramente afirmamos.
Fue demasiado raro lo sucedido, no tiene una explicación coherente. Para nada. Parecía algo muy ajeno a la tragedia que encierra un acto de esa naturaleza. Es por eso que fue todo muy extraño. La fanfarronería de la cual se hizo excesiva gala desentonó.
Algo que nos llamó mucho la atención, fue el estado físico de Ingrid Betancourt, al igual que el del resto de los “rescatados” que no alcanzaron a mostrar negras y profundas ojeras o cualquier otro signo que permitiera apreciar señales de mal trato, o pistas que vislumbraran mala alimentación, lo que nos indica la candidez que todavía cargamos sobre los hombros. Es que estaban muy bien físicamente, todos, absolutamente todos. No se veía uno sólo depauperado, contrariando lo que siempre señalaban los medios, de que todos los rehenes se encontraban en pésimas condiciones físicas. Sus presencias, rozagantes, fue una bofetada y un desmentido a los medios de (des)información que tanto mintieron sobre ellos.
Nuestra ingenuidad nos llevó a creer lo que estos medios mendaces, siempre falaces quisieron que creyéramos. El estado físico de todos los retenidos dice con suficiente elocuencia el trato que les dio las FARC-EP, en la antípoda de lo que señalaron los cipayos de la información. Olvidamos que en esta guerra los misiles más útiles, los que causan las heridas más profundas y por lo mismo las más perjudiciales, son las que perpetran los medios de comunicación penetrando nuestra mente, dirigidos a torcer nuestra conciencia y que nos alienan con tanta consistencia que terminamos creyendo todo lo contrario a lo que la realidad nos muestra.
Cuando se hablaba de la señora Betancourt, era para decir que estaba muy desmejorada y que, padeciendo las graves enfermedades tropicales que le afectaban, de no ser atendidas a tiempo, se ponía en alto riesgo su vida. La dibujaban moribunda. Se hablaba ya prácticamente de sus funerales. Cuando bajó del avión y abrazó a su madre, mostró una sonrisa muy saludable que seguramente dejó a más de uno estupefacto que esperaba verla muy debilitada y no con la salud envidiable que exhibía. Era un rostro que no enseñaba los avatares por los cuales pasó, según señalaron en su momento los medios. Se lo veía en el abrazo, con su reloj y una coqueta pulsera, libre de cualquier dolencia. Rara esa guerrilla que hasta le permitió acicalarse.
Tenemos ante nosotros un tablero que tiene sí, las piezas de ajedrez, pero también las de damas y, por si algo faltara para confundir aún más el panorama, encima de ella también pusieron un enorme rompecabezas del cual se sospecha, falten muchos pedazos. ¿Quién se atreve a colocar con esa situación, la primera pieza pretendiendo acertar y completar el cuadro?
También tenemos, dentro de lo que es ese saco de gatos y ratones, como un importante actor, al más alto tribunal de justicia de Colombia, investigando como indiciado nada menos que al propio presidente Uribe, luego de haber dictado pena de prisión –domiciliaria- a la diputada Medina, su cómplice en el casi probado cohecho.
Ese, sin duda es un suceso de una importancia enorme y lo es tanto que, de desarrollarse por el camino jurídico sin interferencias extrañas a la justicia, Uribe podría ser destituido que sería en ese caso, lo más leve de lo que le podría suceder. El indiciado principal ha desatado un enorme ataque contra el tribunal. Se lo ha visto nervioso, muy inquieto e inseguro. Se ha notado. Se nota.
Muy curioso resultó que en un acontecimiento tan, pero tan importante, no haya estado Uribe y dejara al frente de ese magno evento a su ministro Santos. Ese momento estelar era sólo para él, y no para ese aznar que tiene como ministro. Es de suponer que no pudo ocurrir en Colombia, nada más importante como para impedirle a Uribe su presencia ¿qué es lo que le alejó de ahí? Tendría que hacerse pública la razón que no puede ser una especial para estultos. Esta vez la mentira debe ser convincente.
No alcanzábamos a entender, cuando estalló la noticia sobre el “rescate”, por qué la guerrilla tenía sus mejores piezas en el mismo canasto. Para efectos de negociaciones, los tres miembros del FBI eran una baza importante. Tenerlos juntos era estratégicamente incorrecto. Las FARC-EP, puede cometer muchos errores, pero nunca incurrirá en una novatería de esa naturaleza. Es muy vasta su experiencia, y su accionar lo demuestra fehacientemente.
Betancourt es también, por su nacionalidad francesa, una puerta abierta para una mesa con los franceses colaborando para encontrar la vía para la solución del conflicto. Tenerlos entonces a todos juntos era una película que había que ver completa para comprenderla.
No nos convenció ni un ápice la explicación del ministro Santos. Exageró su papel. Fríamente visto, fue como la nominación de una Miss. Fue más la fanfarria para un faranduleo que un hecho muy serio, como lo es todo lo que pueda dejar como saldo muchas muertes, como las que pudieron haber ocurrido de haber sido todas las secuencias desarrolladas, tal como el ministro bocón señaló.
¿Qué infiltraron un personaje en el Secretariado de las FARC-EP? ¿Será que Santos piensa que todos somos idiotas, tal como lo pueda ser él? Según el ministro, llegó ¡al secretariado!, nada menos así como así, un personaje y los convenció, seguramente con un frondoso verbo como el suyo, de juntar a quienes les interesaban y ¡voilá!, se los escamoteó a esos guerrilleros novatos e inexpertos, que todavía se lamentan de su credulidad.
Le va a resultar imposible al gobierno criminal y mentiroso de Uribe, mantener en secreto la operación que ejecutaron. Se sabe que los gobiernos de Suiza y de Francia, previa autorización del gobierno de Uribe, enviaron dos representantes a parlamentar con las FARC-EP. Estas habrían acordado con aquellos realizar en pocos días la entrega de quienes serían luego “rescatados”. En el ínterin, miembros de las FFAA colombianas, enterados de los pormenores de los acuerdos, procedieron a preparar la captura de los dos helicópteros destinados a realizar el traslado de Betancourt y de los demás liberados.
Como en las anteriores entregas, la guerrilla, confiando en la honestidad de los negociadores, convencidos además que se respetaría lo acordado y se le haría el reconocimiento que ese gesto merecía, alejado de todo propósito bélico y por lo mismo demostrativo de su voluntad por la paz, descuidaron la seguridad a la cual obliga la conducta criminal del felón que gobierna Colombia y pagaron su consecuencia.
Las FARC-EP estarán analizando los pormenores que les permitan encontrar respuestas para todas las interrogantes planteadas. Los dos delegados, tanto el suizo como el francés tendrán que decir algo sobre esos sucesos extraños. Sus gobiernos deberán, también en salvaguarda de su reputación, decir muchas cosas y todas con un lenguaje perspicuo, que aleje toda incertidumbre y sospecha de colusión que pudiera haber habido de sus representantes y de sus gobiernos con el de Uribe.
El señor Luís Carlos Restrepo, Alto Comisionado para la Paz de los Sepulcros de Colombia, en forma reiterada les solicitó a los anteriores delegados europeos que estaban llevando a cabo los acuerdos para liberar a Ingrid Betancourt y otros retenidos, que se comunicaran con el Comandante Raúl Reyes.
Fue también el señor Restrepo quien les interrumpió la marcha hacia el campamento en Ecuador indicándoles que habría mucho peligro para sus vidas. El señor Restrepo, como un canalla colaboró, sin duda, en la ubicación electrónica del campamento. Ahora dicen que el gobierno colombiano habría sobornado a César, responsable de la custodia de los 15 rescatados, y al “Gafas”, su ayudante. Les habrían ofrecido 20 millones de dólares. Esto es muy esponjoso, muy frágil, no resiste un análisis serio.
En una de las primeras declaraciones a la prensa de Betancourt, relatando como se iniciaron los hechos, dijo que en un momento vio a César desnudo, herido y atado. Que ella se manchó el pantalón con la sangre de César y por eso debió cambiárselo. Luego, cuando exponen a los detenidos, se lo ve con heridas en el rostro, más marcadas en el nombrado que en Gafas.
Si el guerrillero iba a traicionar, por qué razón debió de ser golpeado. Lo fue probablemente por no ser el traidor que quieren hacer creer que es, que resistió seguramente en la medida de sus escasas posibilidades cuando se percató de la celada, y de ahí sus heridas producto de su resistencia al sometimiento.
Siendo tan avanzado el desarrollo tecnológico, puede pensarse que pudo haber habido control electrónico de los movimientos de los delegados. Pero, pronto, seguramente, se conocerá la opinión oficial de las FARC-EP, que con su reconocida autocrítica se explayará sobre esos hechos aclarando todas las dudas sobre los mismos, para que sean conocidos cabalmente por la opinión pública mundial.
Se destaca la coincidencia de todos, periodistas, militares y, los recién liberados en los panegíricos y ditirambos hacia el jefe de estado colombiano, que por exagerados merecen un análisis más acabado, con mayor cantidad de elementos que permitan llegar a explicaciones más ¿persuasivas? Suena raro oír ese culto hacia Uribe por todos los ahí presentes. Fue, indudablemente, una puesta en escena. Obsérvese que hasta Betancourt dijo que su libertad había sido posible por la reelección de Uribe. Un disparate, por decir lo menos. Fue como si hubiera entrado en caja. Parece que todo se hubiera montado para contraponerlo a la decisión que se está llevando a cabo, de revisar los elementos que coadyuvaron para la reelección de Uribe.
La señora incluso se dirigió a los presidentes de Ecuador, Rafael Correa y al de Venezuela, Hugo Chávez, diciéndoles que Uribe había sido elegido por la mayoría de los colombianos. Es una conducta que no procede en ella, que muestra por lo menos, ingratitud. Parecieron sus palabras un reproche, o producto de un enojo contra ambos mandatarios, ninguno merecedor de ese malestar o esa advertencia de Betancourt, pero sí del enorme agradecimiento que hacia ellos debiera de tener, si es una persona de bien.
Nadie nos puede quitar de la cabeza que aparentemente, y todo parece indicar que así fue, se puso en escena una obra pergeñada con anterioridad, en el lapso que medió entre su “rescate” y su aparición ante los periodistas, ajena de toda espontaneidad aunque por momentos lo pareciera. Pronto, seguramente, tendremos algunos coletazos para ensamblar en estos inéditos episodios. Esperemos hasta entonces para disipar asombros. O, quién sabe, sino es para aumentarlos.
Pero, en estos desgraciados sucesos, hay que enfatizar que existen cosas que son difíciles de entender. Se le dice a las FARC-EP, faltándoles el respeto, que dejen las armas, como si las hubieran tomado por capricho o por hacer una gracia, y no para salvar la vida, que por eso fue que terminaron alzados en armas. Como si ellos fueran los responsables de la violencia y no como realmente son, producto de ella.
Su inicio como una guerrilla liberal lo explica. Percibieron, cuando tuvieron su vida más segura, que no les quedaba otro recurso que la pelea. Captaron que, por la condición del enemigo, la lucha tenía que ser por romper el predominio despótico de una oligarquía en nada dispuesta a aminorar la miseria de las mayorías campesinas, que sin las armas en la mano, nada se haría. Eso se los enseñaba la historia. La Historia fue su principal nutriente, pero la suya, la colombiana en primer lugar.
Cuando comprendieron que la cuestión fundamental en esa lucha era la propiedad y posesión de la tierra para el que la trabaja, se transformaron y dieron un brinco enorme en calidad, convirtiéndose en una organización revolucionaria porque eso, su condición revolucionaria, lo determina su nítida posición respecto de la lucha de clases.
Es así, con esa observación crítica rigurosa de su realidad, que fue desarrollándose como Organización Revolucionaria. Y es en esa Larga Marcha que aún no termina, en la cual entendió que su dilema hoy es Vencer o Morir. Son el pueblo armado, que dejaría de serlo abandonando su disyuntiva, sólo si esa oligarquía comprende de una buena vez, que nunca podrá vencer al pueblo y entonces discute con seriedad el problema social colombiano, con la disposición de ceder parte de sus privilegios. O cuando la derrote.
El Secretariado es su Dirección que es, como toda organización que se pretenda socialista y revolucionaria, colectiva. No estuvo ayer sujeta a los caprichos de Marulanda, como no lo está hoy de los que pudiera tener Alfonzo Cano, y tampoco lo estará de los de quien suceda a Cano cuando eso ocurra. Eso es algo que deben saber todos aquellos que se dirijan a ella.
No es a Alfonzo Cano que se dirigen, sino que es por su intermedio que se lo hacen a las FARC-EP. Cuando Cano decide lo ha hecho la Organización, no él, pues las decisiones son del colectivo. Generan políticas, no hacen gestos. Son consistentes, no veletas sujetas a todo cambio de viento. Toda decisión tiene propósitos bien definidos, a corto, mediano y largo plazo. Las FARC-EP no improvisan. Saben con total claridad quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos.
Para entender la estrategia de las FARC-EP, debe comprenderse la razón de su lucha. Ver sus fines y a quiénes están por ellos enfrentada. Así se irá definiendo por lo que pretende, un Enemigo Principal y también los Secundarios, que son los que procuran impedir el cambio revolucionario que su triunfo implicaría.
La incomprensión de lo anterior, es lo que indica que están en el limbo los que crean que basta con que las FARC-EP, dejen las armas para que se termine el conflicto en Colombia. Deberían, antes de hablar, de tomarse el trabajo que les sea preciso para conocer como se conformaron los elementos de esta ya perenne lucha y entonces sí hacerlo con un mínimo de propiedad, porque cuando se hacen esas conminaciones muy ligeras, solo se demuestra que no se tiene idea sobre lo que se dirime en esa liza.
En los primeros días de febrero y también en marzo se realizaron en Colombia, dos manifestaciones; en la primera se rechazó la acción de las FARC-EP. En la segunda se condenó al Terrorismo de Estado y su brazo ejecutor, los paramilitares. Hoy, de los organizadores de la primera marcha, quienes hayan muerto lo habrán sido por muerte natural, por enfermedad o por cualquier otra circunstancia totalmente alejada a esa manifestación.
De los organizadores de la segunda, ya han sido asesinados cerca de 20 personas, ninguna de ellas guerrillera. Todos ubicables por su profesión y por el ejercicio de una actividad encuadrada en el ordenamiento legal. Bastó para su condena, que el asesor del presidente Uribe, primo de aquel nefasto narcotraficante, fundador de uno de los escuadrones de la muerte más tenebroso que conociera ese país, dijera que los organizadores de la marcha de marzo, si no eran miembros de las FARC-EP, eran partidarios de ellas. Puede ser que hoy ya haya superado esa cifra la de los asesinados.
En Colombia, organizaciones de DDHH, nacionales y extranjeras responsabilizan de la mayoría de los crímenes, al Terrorismo de Estado. El propio Departamento de Estado de EEUU, tenía en una larga lista, al hoy presidente colombiano, ubicado en los 100 primeros puestos de los más connotados narcotraficantes Distintos políticos uribistas están en la cárcel por asociación con los paramilitares o narcotráfico. Sobre algunos recaen ambos delitos.
Carlos Castaño primero, y luego Salvatore Mancuso dijeron que el paramilitarismo tenía casi el 35 por ciento de los legisladores. El segundo llegó a decir que el Estado luego de haberles hecho hacer el trabajo sucio, los quería hacer salir por la puerta trasera. No lo aceptaba. Ya había comenzado a hablar. Eso era un peligro para la clase política colombiana. Sus declaraciones, más las de otros criminales como él era una amenaza que se cernía sobre el espectro político del país. Podría afirmarse, con poco margen para el error, que de no haber sido extraditados esos cabecillas paramilitares, más políticos que los que ya hay ahí, estarían desarrollando su actividad desde las cárceles.
Los escuadrones de la muerte ahora con el nombre de Águilas Negras, matan militantes políticos, sindicalistas, campesinos, obreros, estudiantes, dirigentes populares, sociales y comunitarios. Nadie está a salvo de ellos. Carlos Castaño, Salvatore Mancuso y otros criminales de esa ralea han reconocido haber recibido dinero de empresas multinacionales para eliminar sindicalistas. Los ganaderos fueron también de los que les dieron dinero para asesinar dirigentes agrarios, campesinos y a todo aquel que les incomodara.
No se puede por ningún concepto si lo expuesto es verdad, como lo es, conminar a la guerrilla colombiana para que deponga las armas. Hacerlo significa negar la historia colombiana reciente, olvidar lo sucedido con los anteriores acuerdos de desmovilización guerrillera. Con el intento de paz, durante el gobierno de Belisario Betancur, mataron cerca de 5 mil militantes, que en su mayoría no eran guerrilleros, pero sí militantes de la Unión Patriótica. También asesinaron a todos los candidatos presidenciales que ese movimiento quiso postular.
El llamamiento a la paz debe de hacérsele al gobierno de Uribe, a él es a quien debe de emplazarse, es a él a quien debe de exigírsele una definición clara sobre cómo auspiciaría lo que entiende él por Paz, pero también sobre cuáles serán sus políticas para detener el paramilitarismo colombiano, que sigue extendiéndose por la omisión y displicencia gubernamental, cuando no por su complicidad.
Luego que ese gobierno explique cómo investiga las muertes ocasionadas por los paramilitares o, directamente por militares sobre todo en fechas recientes, entonces sí, ahí puede iniciarse el diálogo con las FARC-EP. Hay que tener siempre presente, que las interrupciones a los procesos de paz en Colombia, fueron siempre realizadas por el estamento gobernante. Al igual que la mayoría de sus crímenes.
Mientras tanto, recuérdese que las FARC-EP salieron de peores situaciones que la actual. Pero que también, tan importante como lo anterior es que en Colombia, la situación de inequidad y de injusticia no sólo permanece, sino que se acrecienta, y ese es el alimento de la guerrilla.
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