En la búsqueda de su armado geopolítico para desprenderse de los nudos que atan a Venezuela con los Estados Unidos, Argentina adquiere un rol desconocido durante el siglo XX en su relación con el país caribeño. En menos de cinco años pasó a ser el segundo país más visitado por el presidente Hugo Chávez en el hemisferio occidental desde 1999.
Catorce viajes oficiales, incluyendo esta trilateral en Buenos Aires con Luiz Inácio Lula Da Silva y Cristina Fernández de Kirchner, son suficientes indicadores del rol que viene adquiriendo la relación económica y política con el Estado argentino desde 2003. Sólo la República de Cuba ha visto pasar a Chávez más veces por su suelo.
Que la fronteriza Colombia lo haya visto menos veces en su tierra, a pesar de exhibir un flujo comercial seis veces y media mayor que el argentino-venezolano, con la segunda frontera más caliente del continente y un origen nacional común, hace crecer el interés por las asiduas visitas de Hugo Chávez al país de los Kirchner. La lejana Argentina, a unos 5 mil kilómetros de Caracas, es junto con Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay, parte de una ruta diplomática cuyo destino geopolítico es hacer que Venezuela gire 180 grados al sur, para desatar el nudo de dependencia que la sujeta a la potencia dominante del hemisferio.
El dato adquiere otra dimensión cuando lo inscribimos en el mapamundi de ciento cuarenta y nueve países visitados por el mandatario venezolano desde que fue elevado a la primera magistratura, en marzo de 1999. De los presidentes latinoamericanos actuales, nadie más que Lula lo alcanza en tan expansiva política exterior, pero a Brasil se lo permite la comunidad internacional por su rol hegemónico subregional asignado por el G-8.
Los resultados, aun relativos y contradictorios, de los más de 450 días usados para política exterior hasta julio de 2008, registran la búsqueda de esa nueva relación geopolítica de Venezuela con el sistema mundial de Estados, hoy dominado por Washington, pero atravesado por fuerzas dislocantes de distinto tipo. En ese punto exacto nacen las nuevas preocupaciones de los poderes económicos, militares y políticos de Estados Unidos.
Entre 2012 y 2015, o sea, en un plazo terrible para Washington, Venezuela podría desconectarse del sistema energético estadounidense, trasladando a China, el Cono sur y Europa la venta de lo que hoy la ata a ese mercado (1.500.000 b/d). Sólo China le comprará 500.000 b/d a finales de 2008. En las inversiones de alrededor de 100.000 millones de dólares que hará Pdvsa en los próximos cinco años, Estados Unidos tendrá una parte ridícula, por ejemplo en estratégico negocio de las refinerías: De la red de cinco plantas de refinación y regasificación que Venezuela construirá con Brasil, Argentina, Cuba, Ecuador y Bolivia, no tendrá ninguna participación el capital yanqui; ya los astilleros norteamericanos están fuera de competencia en la construcción de los 40 buques tanqueros y gaseros, mientras las petroleras rusas Lukoil y Gazprom terminarán desplazando a las transnacionales de EE.UU. de la Faja Petrolífera del Orinoco, el mayor reservorio probado del globo.
El crecimiento vertiginoso de las fábricas automotrices iraníes y chinas, instaladas en Venezuela desde 2005, abrieron los ojos a los gigantes de la industria automotriz de EE.UU. Dos de ellas acaban de perder por cinco meses el mercado venezolano, el país que más autos per cápita consume hoy en el continente, y lo perdieron a causa de las bravatas guerreristas de Uribe. En buena medida explica la desesperación del presidente colombiano en hacer las paces con Chávez, pues Colombia es la plataforma ensambladora de esos monopolios y de los que venden 6 mil millones de dólares anuales a Venezuela.
En diciembre de 2009, más del 30% de los celulares y un poco menos de computadoras y componentes no bajarán de los barcos a la aduana, se fabricarán dentro del país y tendrán software libre. Hasta la industria de armamentos de Estados Unidos aspira a relaciones menos confrontativas con Chávez. Es que temen que esta nueva frontera geopolítica se extienda hasta Brasil y México, dos de los cinco países latinoamericanos que han comenzado a interesarse por los SU-30 rusos y las computadoras chinas.
En este juego de alto calibre, cruzado por la estrategia independiente de Venezuela y la necesidad imperial de controlar más y más, nacen los peligros que planean sobre la revolución bolivariana, cuyo giro de 180 grados al sur se resolverá en la dialéctica de su delicado proceso político interno y la relación de fuerzas internacional. Un asunto del que no estará exenta la frontera argentina de la geopolítica de Chávez.
* Escritor y periodista, autor de la biografía ¿Quién inventó a Chávez?
Publicado en Págna 12 el 3 de agosto 2008.
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