Desde la escuela primaria aprendimos que Pequín (Pekín) es la capital de China. Legendaria ciudad imperial en cuyo centro está la “ciudad prohibida” sede de las diferentes dinastías que gobernaron el imperio chino. A partir de 1949 cuando el Ejército Rojo comandado por el gran timonel, ideólogo y líder comunista Mao Tse Tung, triunfa sobre el Kuo Ming Tang (Chang Kai Chek), Pequín pasa a ser la capital de la República Popular China.
Hemos tratado de localizar en el mapa del extenso territorio de la República Popular China, la ciudad de “Beiying” pero no la hemos topado por ninguna parte. Y no la podemos topar por cuanto “Beiying” no existe, no deja de ser un anglicismo más que se introduce en nuestro idioma, sin ton ni son. Pequín, es la forma correcta de denominar en castellano la capital de China, sede de los actuales juegos olímpicos. En lugar del manoseado lema publicitario, “Ruta a Beiying”, los canales de televisión han debido promocionar en castellano, “Ruta a Pequín”, la ciudad legendaria por excelencia, dada a conocer en Occidente por los relatos contenidos en “El Libro de Marco Polo” (1271-1295), el mercader veneciano que dijo haber vivido diecisiete años en la corte del emperador Kublai Kan. La historia de la ciudad de Pequín, centro de la civilización más antigua, con sus cinco mil años, no merece que, de un “anglicanazo” o “anglicismazo”, se la pretenda desaparecer. Con satisfacción hemos oído, como, el presidente Chávez cuando hace referencia a la delegación deportiva que viajó a los juegos olímpicos, habla de Pequín y no de “Beiying”. Si alguna cosa hay que reconocerle al presidente es el buen uso del castellano. Lo habla con fluidez y corrección, con algunos modismos muy propios del llanero o del lenguaje coloquial.
De igual manera se pretende introducir el anglicismo, “Mao Zedong”, en lugar de la forma correcta de decir en castellano, Mao Tse Tung, autor de los textos que nos abrieron el conocimiento del marxismo, la lucha de clases, la guerra de guerrillas y la revolución socialista. Entre nuestros libros de cabecera están las “Cinco Tesis Filosóficas de Mao Tse Tung”, más conocidas como el “Libro Rojo” (Sobre la Práctica, Sobre la Contradicción, etc,).
A propósito del tema del lenguaje, cada vez que estamos frente a la pantalla del televisor sentimos la inquietud que nos causa oír - a locutores y animadores graduados en escuelas de periodismo - el mal uso que hacen del modo y tiempo del verbo. Parecen desconocer la existencia del modo indicativo (tiempo real). Hablan casi siempre en pretérito imperfecto de subjuntivo (tiempo irreal) o en futuro condicional. El “quisiera” o el “quería” están presentes en la pregunta del locutor y en la respuesta del entrevistado. ¿Dónde quedaron las reglas del buen decir? ¿Cómo ubicar lo real si nos hablan en lenguaje hipotético, ilusorio, dubitativo muy propio del modo subjuntivo y muy utilizado por curas y pastores en su prédica teológica? ¿Quién los entiende? En todo caso, en buen castellano, la capital de China es Pequín. Agosto 2008.
leonmoraria@cantv.net
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