De que se pudrió, se pudrió. Los
administradores del Estado dominicano y sus gobiernos son insaciables en
materia de corrupción, crímenes e impunidad, y suman cada vez más podredumbre
sobre la podredumbre.
Del Estado delincuente
dominicano, del poder gansterizado, del reino de la impunidad en mi país, he
hablado y escrito muchas veces.
Este mal en expansión no era cosa
exclusiva de un partido denominado Partido Reformista Socialcristiano (PRSC),
ni de un gobernante llamado Joaquín Balaguer.
Cierto que aquellos doce años, y
luego los otros diez, para sumar veinte y dos años de gobierno, dieron lugar a
un régimen no solo corrupto, sino también corruptor. Algo inverso a la leyenda
aquella del Rey Midas, el monarca aquel que convertía en oro todo lo que
tocaba: Balaguer, por el contrario, lo convertía en porquería de la peor
especie. Y Leonel Fernández le siguió los pasos hasta superarlo con creces.
Balaguer ciertamente hizo
escuela. Creó modelo. Contaminó la cúpula del Partido Revolucionario Dominicano
de Peña Gómez (PRD), que tanto lo combatió. Infectó de mala manera el impoluto
cohollo del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), hasta al punto de
desterrar de su dirección y nuevo liderazgo la recia moral de su fundador,
profesor Bosch. Cangrenó la partidocracia en su conjunto y la transformó en
algo realmente detestable.
Pero no solo se trata de esa
modalidad criolla de reciclaje y ampliación de la corrupción de la tiranía de
Trujillo, siempre con la impronta despótica, autocrática y nepótica, sino además –y sobretodo- de la esencia del
sistema en que se ha montado ese especie de continuidad ascendente de la delincuencia
de Estado. De la esencia del capitalismo y específicamente de su derivada
dependiente y tardía en al periferia de ese sistema mundial, hoy estremecido
por la crisis más profunda de su historia.
Mezcla de explotación del trabajo
asalariado, de robo del producto del plus-trabajo y de viejas y nuevas
modalidades de la acumulación originaria de capital: despojos, semiesclavitud,
saqueos, depredación, atracos desde el Estado y al Estado, robos al
contribuyente, estafas, desfalcos, tráfico de influencia, contrabandos, tráfico
de drogas, de personas, de dinero, de órganos de niños(as), extorsiones, lavado
de dinero, prostitución adulta e infantil, bancarrotismo….
Todo esto potenciado al enésimo
nivel por la "filosofía" neoliberal con su prédica individualista y su práctica
egoísta; con su progresiva degradación del ser humano y la conversión acelerada
del ciudadano/a en clientes, en consumidores/as de todo lo bueno y de todo lo
malo, en piezas desechables de una maquinaria comercial, en mercancías de
diversas categorías…
En ese mundo el éxito estriba en
la capacidad de consumir a costa de una gran parte de la sociedad, a la que se
le ordena hacerlo sin poseer poder compra, de un pueblo al que se le empobrece
hasta la indigencia y se le empuja desde arriba a la delicuencia menor para
beneficio de las elites militares, empresariales, burocráticas, tecnocráticas y
partidocráticas.
Y esto progresivamente torna la podredumbre en descarada.
Hubo una vez en el que el
corrupto se avergonzaba de sus hechos. Hubo una vez que el delincuente actuaba
con discreción, Hubo una vez que los gángsteres sentían rubor cuando les
descubrían sus fechorías.
Pero ya no: la podredumbre ha
dado un salto cualitativo. Ni se ruboriza ni se avergüenza. Más bien siente
orgullo de ser lo que es. Actúa con el mayor descaro.
Solo eso explica que a la estafa
escandalosa de los 132 millones de
dólares del préstamo de la
Sun Land le suceda el escándalo de sobre-valuación (a más del
doble de su precio real) de la suntuosa remodelación del Palacio de Bellas
Artes, orquestada por los mismos personeros.
Explica que la Suprema Corte de Justicia haya
evacuado (en este caso el término no es solo jurídico) una mostrenca sentencia sobre el recurso de inconstitucionalidad del
caso Sun Land.
Explica que los nuevos
integrantes de la Cámara
de Cuentas, encargada de velar contra la corrupción y las irregularidades
administrativas, haya atracado sus propios fondos, tal y como lo hicieron sus
anteriores incumbentes, recientemente destituídos.
Explica los indultos a los
condenados por el robo multimillonario del Plan Renove (renovación de la flota
de vehículos del transporte público) y por la estafa de más de dos mil millones de dólares en el segundo banco comercial del país (Caso Baninter).
Todo esto embarra a todos los
poderes del Estado. Ninguno escapa a la podredumbre sin rubor. Corrupción e
impunidad se abrazan en su seno dentro de una práctica abierta, descarada, sin
muecas ni disfraces.
Esta serie gangsteril estalló y
se desplegó en apenas tres días, un episodio tras otro, después que la cúpula
de la Marina
de Guerra evidenciara su condición de guarida de peligrosos cárteles de la
droga y de oficina para turbios negocios; y después que el caso de la avioneta piloteada
por Adrián Jiménez volviera a evidenciar hasta donde el sistema aeroportuario
ha ido sobornado por las mafias del tráfico de personas, dinero droga y armas.
Y nunca aparecen ni los generales que dirigen las operaciones ni la droga,
menos aun los empresarios y políticos
cómplices.
¿Por qué no hay cárceles para
todos estos malandros de cuello, corbata y charreteras?
La respuesta es simple: porque
los gestores del gobierno no pueden apresarse a sí mismos, mucho menos devolver
lo que se roban. Porque la delincuencia no persigue, ni apresa, ni condena
delincuencia.
Optan mejor por decir que la
guarida del delito esta en la Zona Colonial
de la Capital,
porque allí pululan unos cuantos rateros hambrientos, que roban carteras,
celulares y cadenas de oro a turistas y transeúntes. Y así salvan su alma
enferma con la bendición del Cardenal y su santa madre iglesia, propietaria
junto la poderosa familia Vicini y al
otrora secretario personal de Balaguer, Bello Andino, de una gran parte de las
edificaciones de esta zona declarada con razón "patrimonio cultural de la
humanidad".
narcisoisaconde@gmail.com